Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El 5 de diciembre, un terremoto de magnitud 7.0 sacudió la costa frente a Cabo Mendocino, generando preocupaciones sobre la posible destrucción a lo largo de la costa del norte de California. Terremotos de esta magnitud no son desconocidos en la región; en el último siglo, ha habido siete temblores significativos en el área más amplia de Cabo Mendocino y Eureka. Sin embargo, muchos se han quedado preguntándose: ¿por qué no hubo un tsunami tras este evento sísmico en particular? Para entender esto, es esencial observar la mecánica de la generación de tsunamis. La mayoría de los tsunamis en el Pacífico son provocados por cambios importantes en el fondo marino durante terremotos sustanciales en zonas de subducción, particularmente en las trincheras del Océano Pacífico, como las de las Islas Aleutianas, Japón y Perú-Chile. La Placa del Pacífico, que es más densa y delgada, colisiona con placas continentales, como la Placa de América del Norte en el norte de California, lo que resulta en la creación de trincheras a medida que una placa desciende por debajo de la otra. La interacción entre estas placas es una danza compleja de fricción y estrés. Durante muchos años, esta fricción impide que las placas se deslicen, pero cuando el estrés se acumula hasta un nivel crítico, el borde de la placa continental puede rebotar hacia arriba, causando el desplazamiento del agua del océano por encima de ella y generando olas de tsunami. Estas olas pueden recorrer vastas distancias, alcanzando las costas en cuestión de minutos, aunque cruzar el Océano Pacífico puede llevar varias horas. En el caso del terremoto del 5 de diciembre, la actividad sísmica ocurrió en la Zona de Fractura de Mendocino, una falla significativa que se extiende mar adentro y que es esencialmente una extensión de la infame Falla de San Andrés. A diferencia de los movimientos verticales observados en las zonas de subducción, los movimientos a lo largo de la Zona de Fractura de Mendocino se caracterizan como deslizamientos. Esto significa que las placas tectónicas se deslizan horizontalmente unas sobre otras, en lugar de moverse hacia arriba o hacia abajo. Esta falta de movimiento vertical es la razón clave por la cual no se generó un tsunami: sin el desplazamiento hacia arriba del fondo marino, no puede haber tsunami. La Zona de Subducción de Cascadia al norte, que se extiende desde Cabo Mendocino hasta la Isla de Vancouver, tiene un historial de producir terremotos y tsunamis formidables, con eventos sísmicos significativos ocurriendo cada pocos siglos. Gary Griggs, un investigador experimentado que comenzó a estudiar la historia sedimentaria de esta región hace varias décadas, señala que el último terremoto megathrust significativo ocurrió en enero de 1700. Desde entonces, la región ha estado relativamente tranquila, pero se entiende bien que el próximo gran terremoto podría ocurrir en cualquier momento: mañana, en 50 años o incluso en un siglo y medio. Para las comunidades costeras a lo largo de la Costa Central de California, es vital considerar los posibles impactos de tal evento. Griggs y su esposa escribieron un libro titulado "Entre el Paraíso y el Peligro: La Historia de Desastres Naturales de la Región de la Bahía de Monterey", que describe los diversos desastres naturales, incluidos los tsunamis, que podrían amenazar el área. En los últimos 125 años, siete tsunamis significativos han impactado la región de la Bahía de Monterey, con eventos notables en 1946 y 1964 derivados de terremotos masivos en la Trinchera Aleutiana. Estos eventos tuvieron efectos particularmente severos concentrados alrededor del Puerto de Pequeñas Embarcaciones de Santa Cruz. A medida que contemplamos los riesgos sísmicos que enfrentan nuestras comunidades costeras, sigue siendo imperativo aumentar la conciencia y la preparación. La ausencia de un tsunami tras el reciente terremoto es un recordatorio de la compleja dinámica de nuestro planeta y de la naturaleza impredecible de la actividad sísmica. Aunque no podemos predecir cuándo ocurrirá el próximo evento significativo, entender nuestro paisaje geológico es crucial para garantizar la seguridad y la resiliencia de nuestras comunidades costeras.