Una reflexión musical sobre la fragilidad de la humanidad en "The End" de Joshua Oppenheimer.

Una reflexión musical sobre la fragilidad de la humanidad en "The End" de Joshua Oppenheimer.

*The End* de Joshua Oppenheimer es un musical ambientado en un búnker postapocalíptico, que explora la complacencia de la humanidad en medio del cambio climático y la desigualdad.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Mundo 07.12.2024

En una era donde el cambio climático y las desigualdades sociales son preocupaciones prominentes, la última película de Joshua Oppenheimer, *The End*, surge como una reflexión conmovedora sobre el frágil estado de la humanidad. La película, que marca el debut de Oppenheimer en el formato de largometraje narrativo, adopta una forma inesperada: un musical, ambientado en un opulento búnker subterráneo 25 años después de que la Tierra se haya vuelto inhabitable. El marcado contraste entre su lujoso escenario y las graves circunstancias que enfrentan sus personajes ofrece una lente única para examinar nuestra complacencia colectiva. Protagonizada por la talentosa Tilda Swinton y Michael Shannon, junto con George MacKay, *The End* presenta a una familia adinerada resguardada del apocalipsis mientras navegan por su nueva realidad. En medio de su existencia cómoda, la familia ocasionalmente estalla en canciones, con melodías que evocan la Edad de Oro de Hollywood. Al hacerlo, Oppenheimer invita al público a explorar la tensión entre las alegres actuaciones de los personajes y la sombría realidad que los rodea. "La película es más urgente ahora", comentó Oppenheimer en una reciente entrevista, tras la reelección de Donald Trump. Su convicción de que aún hay tiempo para confrontar las numerosas formas en que la sociedad elige la ignorancia subraya el mensaje central de la película. Aunque el destino de la familia está sellado, Oppenheimer cree que el público tiene el poder de cambiar su narrativa. El director, conocido por los documentales nominados al Oscar *The Act of Killing* y *The Look of Silence*, aporta una mirada crítica a *The End*. Sus trabajos anteriores se centraron en los pesados temas del genocidio y sus secuelas, y ahora dirige esa perspectiva hacia las tendencias autodestructivas de la humanidad ante la inminente catástrofe. La inspiración para *The End* surgió de sus experiencias con oligarcas y sus preparativos para eventos catastróficos, lo que lo llevó a reflexionar sobre las implicaciones morales de sus elecciones y cómo podrían criar a las futuras generaciones en un mundo marcado por su propia creación. El formato musical de la película sorprendió a muchos, pero el enfoque de Oppenheimer es deliberado. Las canciones, compuestas por Joshua Schmidt, no son meras distracciones, sino que sirven como un vehículo para la exploración del filme sobre la ilusión y la falsa esperanza. "Lo que hace que la gente cante son esos momentos en los que la verdad de los personajes es demasiado grande para ser expresada con palabras", explica Oppenheimer. Sin embargo, en *The End*, las canciones encarnan mentiras seductoras en lugar de verdades profundas, revelando la ceguera moral de la familia mientras intentan sobrellevar su realidad. Los críticos han estado polarizados por la sinceridad de la película, con algunos luchando por reconciliar su construcción sincera con la crítica subyacente a la negligencia social. La interpretación de Shannon como un poderoso ejecutivo del petróleo y el papel de Swinton como una ex bailarina del Bolshoi pintan un cuadro de una familia desconectada de las mismas crisis a las que han contribuido, ofreciendo a los espectadores la oportunidad de reflexionar sobre su propia complicidad en los problemas sociales más amplios. En un mundo donde la desesperación puede sentirse abrumadora, la narrativa de Oppenheimer fomenta una respuesta arraigada en la esperanza y la solidaridad. Trazando paralelismos entre los temas de la película y los desafíos del mundo real, nos recuerda nuestra capacidad compartida para el autoengaño. Tras las recientes elecciones, la visión de la película puede parecer desalentadora, pero Oppenheimer enfatiza la importancia de reconocer nuestro miedo y canalizarlo hacia la acción colectiva. Sus experiencias personales, particularmente una visita reciente a un templo centenario en Japón, sirven como una metáfora de la fragilidad de la existencia y el potencial para redescubrir una humanidad más profunda. Al emerger de la oscuridad de ese antiguo sitio, Oppenheimer sintió un renovado sentido de propósito, abogando por una respuesta colectiva a los problemas apremiantes de nuestro tiempo. A través de *The End*, Oppenheimer abre un diálogo sobre la urgente necesidad de introspección y conexión en medio del caos del mundo. La película no es meramente un reflejo del potencial descenso de la humanidad, sino un llamado a la acción, instando a los espectadores a confrontar las verdades incómodas de su existencia y buscar solidaridad ante la incertidumbre. Al final, no es demasiado tarde para que el público cambie la narrativa.

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