Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La película de Marielle Heller *Nightbitch*, adaptada de la novela más vendida de Rachel Yoder, se sumerge en las turbias y caóticas aguas de la maternidad moderna, abordando los desafíos no expresados que muchas mujeres enfrentan. Con Amy Adams en el papel principal, la película comienza con un escenario cotidiano: un viaje de compras que rápidamente se convierte en un comentario crudo y poderoso sobre las expectativas paralizantes de la maternidad. A medida que el personaje de Adams lucha con su identidad—reducida a “Mamá” en una sociedad que a menudo pasa por alto las complejidades de las experiencias femeninas—la película establece un tono que es tanto brutalmente honesto como oscuramente humorístico. La narrativa se despliega cuando la protagonista se encuentra con un antiguo colega, que representa lo que la sociedad define como éxito. Las cortesías esperadas dan paso a una explosión emocional, donde el personaje confiesa sus sentimientos conflictivos sobre la maternidad, las presiones sociales y las transformaciones personales que conlleva criar a un hijo. Este momento encapsula el mensaje de la película: la maternidad no es la experiencia idílica que a menudo se retrata en los medios; más bien, es una realidad llena de frustración, aislamiento y una corriente subterránea de rabia. Heller, conocida por sus retratos sensibles de mujeres complicadas, navega hábilmente por este terreno complejo. La vida de la protagonista se representa como un bucle interminable de tareas mundanas—cocinar, limpiar y entretener a su hijo—mientras el mundo exterior se siente igualmente alienante. La película retrata con destreza su creciente desconexión, particularmente con otras madres, y destaca los desafíos que plantea una pareja poco solidaria, interpretada por Scoot McNairy. Los críticos han estado divididos sobre la interpretación de McNairy, viendo su personaje como una caricatura de la inconsciencia o como un reflejo más complejo de la paternidad moderna. Sin embargo, su presencia sirve para amplificar el aislamiento de la protagonista, permitiendo una exploración más profunda de sus luchas internas. A medida que avanza la película, ocurre un giro surrealista. Después de un angustiante encuentro con una manada de perros, la protagonista comienza a transformarse tanto en cuerpo como en espíritu, encarnando una versión primitiva y liberada de sí misma. Esta metamorfosis simboliza una ruptura con las limitaciones de las expectativas sociales. La dirección de Heller enfatiza tanto el horror como la liberación de esta transformación, mientras la actuación de Adams oscila entre lo grotesco y lo liberador, capturando la realidad multifacética de la maternidad. La película provoca a la audiencia a considerar si perderse a uno mismo también puede significar encontrar su verdadero yo. La pura audacia de *Nightbitch* radica en su disposición a confrontar los rincones más oscuros de la maternidad que siguen siendo tabú. Resuena con aquellos que han lidiado con estos sentimientos, rompiendo el silencio que rodea el costo emocional y físico de la crianza. El final de la película, aunque algo convencional, no resta valor a su mensaje general; más bien, refuerza la idea de que recuperar la propia identidad es un viaje desordenado y en curso. En un contexto cultural más amplio, *Nightbitch* se une a un creciente canon de obras que desafían las narrativas sanitizadas que rodean la maternidad. Abre un diálogo sobre las complejidades de ser madre, las expectativas impuestas a las mujeres y las luchas a menudo invisibles que soportan. Al proporcionar una plataforma para expresiones sin filtros de rabia y descontento materno, la película de Heller se erige como un poderoso reconocimiento de las realidades que muchas mujeres enfrentan hoy. Con su mezcla de humor oscuro y reflexión conmovedora, *Nightbitch* es un recordatorio oportuno de que la maternidad es multifacética, desordenada y, a veces, una auténtica jodida.