Un año después del terremoto en Marruecos: luchas y promesas incumplidas

Un año después del terremoto en Marruecos: luchas y promesas incumplidas

Un año tras el terremoto en Marruecos, comunidades siguen devastadas, con viviendas sin reconstruir y promesas gubernamentales incumplidas.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Un año después del devastador terremoto que dejó a su paso casi 3,000 víctimas fatales en Marruecos, la situación en muchas comunidades afectadas sigue siendo desoladora. En lugares como Imi N'tala, se pueden ver a simple vista los estragos que el sismo causó: montones de escombros son el recordatorio constante de una tragedia que no se ha logrado superar. Las casas se han convertido en ruinas, y mientras algunos han empezado a levantar nuevas estructuras, otros todavía esperan ansiosamente la llegada de los recursos prometidos por el gobierno. Las calles, aunque barridas, aún conservan la huella del desastre. Es común ver a los residentes desplazados viviendo en tiendas de plástico, una solución que, aunque temporal, se ha vuelto la norma para muchas familias que anhelan regresar a sus hogares. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de las 55,000 viviendas destruidas por el terremoto siguen sin ser reconstruidas, lo que genera un ambiente de incertidumbre y frustración. Las promesas gubernamentales de subsidios mensuales y fondos para la reconstrucción no han llegado de manera equitativa a todos los afectados. Los testimonios de los residentes reflejan una profunda insatisfacción con el ritmo de las ayudas, que no solo se han retrasado, sino que también han sido distribuidas de manera desigual. Esto ha llevado a un aumento en la tensión social, con manifestaciones en ciudades como Amizmiz y Talat N'Yaqoub, donde la paciencia de los ciudadanos se está agotando. La figura de Mohamed Soumer, un jubilado de 69 años que perdió a su hijo en la catástrofe, es emblemática del dolor y la ira acumulada entre los afectados. Soumer se encuentra ahora en una tienda de plástico, impotente ante las restricciones que le impiden reconstruir su hogar en la ladera donde ha vivido toda su vida. Este es solo un reflejo de cómo el deseo de permanecer en la tierra natal, donde muchos cultivan sus propias verduras, se enfrenta a barreras burocráticas que dificultan la reconstrucción. En contraste con la situación de los pueblos más pequeños, las ciudades más grandes de la provincia han comenzado a mostrar signos de recuperación. Con la llegada de algunos hogares en contenedores metálicos y la mejora de ciertas infraestructuras, se ha logrado restaurar parcialmente la vida cotidiana. Sin embargo, la desigualdad entre áreas urbanas y rurales se ha intensificado, exacerbando las críticas hacia las autoridades por no atender adecuadamente a los más vulnerables. El gobierno marroquí ha estimado que la reconstrucción completa costará alrededor de 120 mil millones de dirhams, lo que equivale a unos 12 mil millones de dólares. Aunque se ha avanzado en la rehabilitación de carreteras, centros de salud y escuelas, la reciente declaración de la comisión encargada de la reconstrucción sobre la necesidad de acelerar la reconstrucción de viviendas ha subrayado la urgencia de una intervención más eficaz. Los aplausos iniciales por la respuesta del gobierno tras la tragedia se han transformado en un sentimiento de decepción. Los residentes no solo claman por la reconstrucción de sus viviendas, sino también por una mejora en la calidad de vida a través de inversiones en servicios sociales e infraestructuras que han sido olvidadas durante años. Esta falta de atención previa a las necesidades del territorio ha sido una de las críticas más fuertes en el contexto actual. A medida que se aproxima el primer aniversario del terremoto, los testimonios de los residentes revelan la lucha diaria por la supervivencia y la esperanza de un futuro mejor. Muchos están cansados de vivir en condiciones precarias y anhelan volver a tener un hogar que sea seguro y que les permita recuperar alguna semblanza de normalidad. El camino hacia la recuperación es largo y está plagado de obstáculos, pero la voluntad de la comunidad sigue intacta. Los residentes de las aldeas afectadas, a pesar de los contratiempos, muestran resiliencia y unidad, dispuestos a luchar por sus derechos y exigir lo que se les ha prometido. La historia de Marruecos en este año post-terremoto es un testimonio de la lucha entre la esperanza y la desilusión, una narrativa que nos recuerda la importancia de no olvidar a quienes han sufrido pérdidas inimaginables.

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