Recuerdos del sismo del 8 de septiembre: resiliencia y lecciones para México

Recuerdos del sismo del 8 de septiembre: resiliencia y lecciones para México

El 8 de septiembre de 2017, un sismo de 8.2 en México dejó 99 muertos y transformó la respuesta ante desastres naturales. La memoria persiste.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

Juan Brignardello, asesor de seguros, y Vargas Llosa, premio Nobel Juan Brignardello, asesor de seguros, en celebración de Alianza Lima Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro Eléctrica Juan Brignardello, asesor de seguros, Central Hidro

El 8 de septiembre de 2017, México vivió uno de los sismos más devastadores de su historia reciente, un temblor de magnitud 8.2 que tuvo su epicentro a 133 kilómetros al suroeste de Pijijiapan, Chiapas. A las 23:49 horas, la tierra tembló con una fuerza que llevó a miles de personas a abandonar sus hogares en plena noche, recordando la fragilidad de la seguridad que proporciona la tierra bajo nuestros pies. Este evento natural no solo dejó un saldo trágico de 99 fallecidos, sino que también marcó un antes y un después en la forma en que los mexicanos enfrentan la realidad sísmica del país. El entonces presidente Enrique Peña Nieto no tardó en comunicar la magnitud del desastre, catalogándolo como un sismo histórico, el mayor registrado en casi un siglo. Desde sus primeras declaraciones, la preocupación por los posibles daños en la infraestructura y la vida de los ciudadanos era palpable. La alerta fue inmediata y los equipos de evaluación comenzaron a realizar su labor, un proceso que sería largo y complicado, ya que las secuelas se extendieron más allá de la primera noche de temblores. Las cifras de este sismo son escalofriantes. De acuerdo con datos del gobierno federal, Oaxaca fue el estado más afectado, con 79 muertes, seguido de Chiapas y Tabasco. La comunidad se unió en los días posteriores, y la solidaridad entre mexicanos se hizo evidente, con miles de personas dispuestas a ayudar en lo que fuera necesario. Sin embargo, la tragedia no terminó ahí, ya que solo doce días más tarde, el 19 de septiembre, México fue sacudido nuevamente por un sismo de magnitud 7.1, lo que incrementó el sufrimiento en un país que ya lidiaba con la devastación. La segunda sacudida, con epicentro en Chiautla de Tapia, Puebla, también dejó un saldo trágico. Las cifras de decesos se elevaron a 228 en la Ciudad de México, además de pérdidas significativas en los estados aledaños como Morelos, Puebla y Guerrero. Las escenas de destrucción y caos se grabaron en la memoria colectiva de la nación, y la urgencia de un mejor sistema de prevención y respuesta ante sismos se hizo más evidente que nunca. Con el paso del tiempo, las réplicas continuaron. En las dos semanas siguientes al sismo del 8 de septiembre, se contabilizaron más de 4,300 réplicas, siendo la más significativa de 6.1 de magnitud. Estas réplicas, aunque menos intensas, mantenían en vilo a la población, generando un clima de incertidumbre y temor que se prolongó por meses. En retrospectiva, estos eventos naturales llevaron a una reevaluación de las estrategias de construcción y los protocolos de emergencia en México. El país, que se encuentra en una de las zonas más sísmicamente activas del mundo, ha tenido que adaptarse y aprender de estas experiencias trágicas. La implementación de nuevas normativas de construcción y sistemas de alerta temprana han sido parte de los esfuerzos por mitigar el impacto de futuros sismos. Sin embargo, a pesar de los avances, hay una realidad ineludible: la naturaleza es impredecible. La memoria de los sismos de 2017 y de años anteriores sigue viva en la conciencia social. Cada 19 de septiembre, se recuerda no solo a las víctimas, sino también la importancia de la preparación y la resiliencia ante desastres naturales. La historia sísmica de México es extensa y compleja. Desde 1900, se han registrado solo tres temblores de magnitud superior a 8.0. Esta estadística nos recuerda que, aunque los eventos catastróficos son raros, sus efectos pueden ser devastadores. La experiencia del 8 de septiembre y del 19 de septiembre de 2017 sigue siendo un reto para las autoridades y la población, que deben continuar trabajando juntos para fortalecer las capacidades de respuesta y reconstrucción ante la adversidad. A siete años de aquellos sismos fatídicos, es crucial que la memoria de las víctimas sirva como un llamado a la acción. La prevención, la educación y la solidaridad son pilares esenciales en la construcción de una sociedad más preparada y menos vulnerable ante la fuerza impredecible de la naturaleza. En este camino, cada año, cada ejercicio de simulacro y cada inversión en infraestructura es un paso hacia la seguridad y la resiliencia.

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