Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente salida de Javier González-Olaechea del Ministerio de Relaciones Exteriores ha generado un fuerte debate sobre la política exterior de Perú hacia Venezuela y la postura que el nuevo canciller, Elmer Schialer, adoptará en este sentido. González-Olaechea, quien había construido una imagen de firmeza ante la dictadura chavista, fue destituido de manera sorpresiva, lo que deja a muchos cuestionando la dirección que tomará el Gobierno peruano en un momento crítico para la región. En su corta permanencia en el cargo, Schialer ya ha suscitado preocupación con sus declaraciones. Su afirmación de que “los problemas de Venezuela deben ser resueltos por los venezolanos” sugiere una posible suavización de la postura que el Perú había mantenido sobre el régimen de Nicolás Maduro. Esta retórica, que podría interpretarse como un intento de desvincular a Perú de la crisis venezolana, es vista por muchos como un retroceso peligroso y una falta de solidaridad con un pueblo que ha sufrido años de represión y crisis humanitaria. La intervención de González-Olaechea en la sesión extraordinaria de la OEA el 31 de julio fue un hito en la política exterior peruana. Su discurso claro y directo, donde sostenía que los países que no exigían la publicación de las actas electorales estaban, en cierto modo, colaborando con la dictadura, marcó una clara postura de rechazo ante el fraude electoral perpetrado por el chavismo. La salida de este canciller pone en riesgo esa coherencia política que había sido bien recibida en el ámbito internacional. Las dudas sobre la nueva administración en el Ministerio de Relaciones Exteriores se amplifican con el hecho de que Schialer evitó calificar a Maduro como dictador, una etiqueta que ha sido ampliamente utilizada por diversos gobiernos y organismos internacionales. Esta ambigüedad genera inquietud entre los sectores que consideran crucial una postura firme y clara contra el régimen venezolano. La falta de respuestas decisivas sobre la legitimidad del nuevo presidente electo en Venezuela, Edmundo González Urrutia, es otro indicativo de que el nuevo canciller podría estar adoptando una política más conciliadora. La situación se agrava debido a la influencia de figuras como Vladimir Cerrón, quien ha manifestado su satisfacción con el cambio en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Cerrón, exgobernador de Junín y líder de Perú Libre, ha mantenido relaciones cercanas con el chavismo, lo que refuerza la percepción de que el nuevo gobierno podría estar alineándose con intereses que favorecen a la dictadura venezolana. Esta cercanía plantea un dilema moral y político para Perú, que ha rechazado abiertamente las estrategias de control y represión que ha ejercido Maduro sobre su pueblo. Es esencial que la presidenta Dina Boluarte aclare las intenciones de su gobierno. La posibilidad de que Perú se convierta en un "tonto útil" del chavismo es una preocupación válida y debe ser abordada con transparencia. Los ciudadanos merecen saber si seguirán apoyando una postura enérgica contra la tiranía o si se darán pasos hacia una política de indiferencia y complicidad. La historia reciente ha demostrado que la falta de claridad en las relaciones internacionales puede tener consecuencias devastadoras. En el caso de Venezuela, donde la crisis humanitaria y la violación sistemática de derechos humanos son evidentes, la comunidad internacional tiene la responsabilidad de no permanecer en silencio. La postura de Perú puede influir en cómo otros países de la región abordan su relación con el régimen de Maduro. El momento es crucial. La política exterior de un país no solo refleja su ética y sus valores, sino que también impacta a miles de personas que buscan apoyo y esperanza en tiempos de opresión. La comunidad internacional observa con atención cómo Perú manejará esta situación, y la falta de una postura firme podría interpretarse como una señal de debilidad. En conclusión, la salida de González-Olaechea y el ascenso de Schialer al cargo de canciller marcan un punto de inflexión en la política exterior peruana hacia Venezuela. La ambigüedad y la falta de compromiso claro pueden tener repercusiones importantes, tanto en la percepción internacional del Perú como en la vida cotidiana de los venezolanos que luchan por su libertad. Es imperativo que el gobierno tome una decisión clara y firme, reafirmando su compromiso con los valores democráticos y los derechos humanos.