Repensando la Ansiedad Infantil: Abordando las Causas Raíz Más Allá de las Etiquetas de Salud Mental.

Repensando la Ansiedad Infantil: Abordando las Causas Raíz Más Allá de las Etiquetas de Salud Mental.

La ansiedad infantil está en aumento, con las derivaciones del NHS duplicándose desde COVID-19. Los expertos enfatizan la importancia de abordar los problemas sociales, no solo los recursos de salud mental.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Salud 03.09.2024

El aumento de la ansiedad infantil se ha convertido en un problema urgente en los últimos años, particularmente resaltado por la impactante estadística de que las derivaciones del NHS por ansiedad en niños se han más que duplicado desde el inicio de la pandemia de COVID-19. Sin embargo, como sugieren las psicólogas clínicas Dra. Lucy Johnstone y Dra. Helen Care en sus recientes cartas, la narrativa predominante de una crisis de salud mental puede oscurecer los problemas sociales más profundos que contribuyen a este malestar. La Dra. Johnstone argumenta que el enfoque actual, que incluye aumentar el número de profesionales de salud mental en las escuelas, aunque bien intencionado, puede no abordar las causas fundamentales de la ansiedad infantil. Ella señala que factores como un sistema educativo orientado a objetivos, el acoso en línea, la pobreza y la incertidumbre general de la sociedad tienen un impacto significativo en el bienestar mental de los jóvenes. Según ella, simplemente dirigir más recursos hacia la gestión de crisis hace poco para abordar los problemas sistémicos en juego. En cambio, aboga por una comprensión más matizada de estos desafíos, enfatizando que los sentimientos que experimentan los niños a menudo son racionales y contextuales, en lugar de ser indicativos de un fracaso personal. En eco de este sentimiento, la Dra. Care enfatiza que el problema en cuestión puede no ser únicamente de salud mental, sino más bien una “crisis de empoderamiento”. Ella argumenta que muchos jóvenes se sienten abrumados no porque carezcan de la capacidad para afrontar, sino porque perciben una falta de apoyo y recursos. El enfoque, sugiere, debería centrarse en fomentar el compromiso comunitario y la resiliencia, en lugar de simplemente aumentar el acceso a los servicios de salud mental. La perspectiva de la Dra. Care aboga por dotar a los niños con las herramientas que necesitan para navegar eficazmente en sus entornos, en lugar de etiquetar cada lucha como una crisis de salud mental. Sumándose a esta discusión, un abuelo preocupado opina con observaciones de su familia. Sugiere que la tendencia moderna de la crianza ultra suave—donde se protege a los niños de la incomodidad—podría contribuir a los crecientes niveles de ansiedad. Argumenta que, si bien el apoyo emocional es vital, permitir que los niños aprendan resiliencia al enfrentar y gestionar sus propios sentimientos es igualmente importante. Por último, Linda Karlsen reflexiona sobre sus experiencias en una escuela de Londres durante la década de 1990, enfatizando un patrón cíclico de dificultades que parece estar resurgiendo hoy. Su perspectiva histórica sugiere que el clima socioeconómico juega un papel crítico en la formación de la salud emocional de los niños. Los sistemas de apoyo disponibles para las familias y las escuelas, argumenta, son esenciales para mitigar los factores que conducen a la ansiedad. A la luz de estas contribuciones, queda claro que la narrativa en torno a los problemas de salud mental infantil necesita expandirse más allá del marco clínico. Al abordar los contextos sociales, económicos y culturales que contribuyen a la ansiedad, la sociedad puede apoyar mejor a la generación más joven, dotándola de las herramientas necesarias para prosperar a pesar de los desafíos que enfrentan. Como ilustran las cartas, el camino a seguir puede no residir únicamente en aumentar los recursos de salud mental, sino en comprender y abordar las estructuras sociales que influyen fundamentalmente en el bienestar mental de nuestros niños.

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