Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Lisboa vivió una madrugada inquietante cuando, el pasado lunes, un terremoto de 5,3 grados en la escala de Richter sacudió la capital portuguesa. Aunque no se reportaron heridos ni daños significativos, este evento sísmico ha levantado alarmas sobre la vulnerabilidad de la infraestructura urbana, especialmente en un país con una historia sísmica tan marcada como Portugal. Este fue el décimo terremoto más fuerte registrado en el país desde el siglo XVI, y su análisis se presenta como una oportunidad para preparar mejor a la población ante futuros eventos sísmicos. El epicentro del temblor se localizó a unos 60 kilómetros al oeste de Sines, lo que resultó en una sacudida que se sintió en diversas partes del continente. Sin embargo, como advierte Jorge Cruz, sismólogo del Instituto Portugués del Mar y de la Atmósfera (IPMA), la energía liberada en este evento es "muy pequeña" comparada con la que podría liberar un gran terremoto que afectara a Lisboa. Esta advertencia es crucial para comprender la magnitud del riesgo que enfrenta la capital, dado su denso núcleo poblacional. Los expertos del IPMA han señalado que este terremoto será objeto de varios estudios que buscarán desentrañar su origen y el mecanismo que lo provocó. Además, se ha registrado que, en la estación acelerométrica más cercana al epicentro, se midieron los valores más altos de aceleración del movimiento del suelo en la historia reciente del país. Esta información es vital para los científicos, ya que les permitirá realizar proyecciones más precisas sobre futuros riesgos sísmicos. Desde el momento del terremoto, se han producido al menos nueve réplicas de menor magnitud, lo que indica que la actividad sísmica en la región podría no haber concluido. Las réplicas más recientes, ocurridas en la madrugada del martes, han mantenido la inquietud entre los residentes. Mientras tanto, el gobierno ha visto en este evento una prueba para evaluar la capacidad de respuesta ante emergencias, pero los expertos en sismología consideran que este terremoto es más bien una advertencia sobre la falta de preparación de la ciudad. La realidad de Lisboa es alarmante: aproximadamente 30.000 edificios residenciales no cuentan con características antisísmicas adecuadas. Esto se debe a que fueron construidos antes de 1960, justo un año antes de que se implementara la primera normativa sobre construcción resistente a sismos en Portugal. La historia señala que la primera legislación se aprobó en 1958, pero no fue hasta 1990 que se aplicó de manera efectiva, lo que deja un gran porcentaje de la infraestructura capitalina vulnerable. El Ayuntamiento de Lisboa ha respondido a la situación anunciando una nueva aplicación que permitirá a los ciudadanos evaluar el riesgo sísmico de sus edificios. Esta herramienta podría resultar fundamental para la concienciación y la preparación de la población ante un eventual desastre natural, brindando información que hasta ahora ha estado ausente en el discurso público. En este contexto, los expertos son claros: la mejora de las estructuras existentes debe ser una prioridad. El sismólogo Cruz enfatiza la necesidad de remodelar y reforzar los edificios, no solo para cumplir con los estándares actuales, sino también para garantizar la seguridad de los ciudadanos en caso de futuros sismos. La falta de previsión puede tener consecuencias devastadoras, especialmente en una ciudad donde la historia sísmica es un recordatorio constante de la fragilidad de la tierra. La historia de Lisboa está marcada por terremotos, siendo el más devastador el de 1755. Si bien este evento no ha causado daños visibles, la advertencia es clara: la tierra volverá a temblar. La naturaleza no se puede predecir, pero la preparación puede salvar vidas. En ese sentido, la respuesta de las autoridades y la implicación de la comunidad son cruciales para mitigar el daño potencial en caso de un evento sísmico mayor. El reciente terremoto es una oportunidad para que Lisboa reflexione sobre su pasado y construya un futuro más seguro. En un mundo donde el cambio climático y otros desastres naturales son cada vez más comunes, la planificación y la resiliencia son más importantes que nunca. La ciudad debe tomar esta advertencia en serio y actuar antes de que sea demasiado tarde, transformando la inquietud de la madrugada del lunes en un compromiso solidario hacia la seguridad y la preparación.