Cambio climático y sismos: ¿está Euskal Herria realmente preparada?

Cambio climático y sismos: ¿está Euskal Herria realmente preparada?

La relación entre cambio climático y sismos es debatida; Euskadi es seguro, pero Navarra enfrenta riesgos. Se necesita mejor preparación y planificación.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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En las últimas décadas, la discusión sobre la relación entre el cambio climático y la actividad sísmica ha cobrado especial relevancia en el ámbito científico y social. Sin embargo, no hay consenso sobre esta conexión; algunos investigadores argumentan que la atmósfera y la litosfera están separadas por una especie de membrana que impediría que eventos climáticos, como lluvias intensas, desencadenaran terremotos. Esta falta de acuerdo pone de manifiesto la complejidad de los fenómenos naturales y la necesidad de una investigación más profunda en este ámbito. Euskadi, un territorio con características geológicas singulares, presenta una baja sismicidad. Históricamente, no ha sido escenario de grandes terremotos, lo que brinda una sensación de seguridad a sus habitantes. Sin embargo, la vecina Navarra ha demostrado ser más propensa a estos eventos sísmicos, especialmente en su zona norte. Los registros indican que la región ha experimentado temblores significativos, como el terremoto de Lizarraga en 1998, que alcanzó una magnitud de 5,2. A pesar de la intensidad del evento, no se reportaron daños significativos debido a la distancia de las áreas metropolitanas. La pregunta que surge es si estamos realmente preparados para enfrentar un terremoto de gran magnitud en Euskal Herria. Aunque se han realizado esfuerzos para incrementar la resistencia sísmica de las edificaciones, la realidad indica que la preparación es solo "regular". La arquitectura tradicional de la región, que ha evolucionado a lo largo de los años, ha demostrado ser más resistente a las aceleraciones sísmicas de lo que las normativas actuales sugieren. Sin embargo, el uso generalizado del hormigón armado en la construcción desde los años 40 ha introducido vulnerabilidades que no pueden ser ignoradas. A raíz de esta preocupación, los partidos políticos en la región han adoptado medidas, como la inclusión de la enseñanza sobre terremotos en los planes educativos para niños. Este tipo de iniciativas son un paso positivo, pero la implementación de revisiones más exhaustivas sobre la sismicidad en la Cuenca de Pamplona ha quedado en un segundo plano. La falta de acciones concretas pone en duda la efectividad de las políticas adoptadas ante una eventualidad que podría tener consecuencias devastadoras. La falta de un plan actualizado y adecuado al contexto geológico local, como el Plan Especial de Protección Civil ante el Riesgo Sísmico en la Comunidad Foral de Navarra (SISNA 2020), es una de las preocupaciones citadas por expertos. La propuesta de abordar esta problemática con la colaboración de Protección Civil y adaptar los estudios a la realidad geológica es fundamental para garantizar la seguridad de la población frente a riesgos sísmicos. La relación entre el cambio climático y la actividad sísmica requiere un enfoque que contemple no solo las características geológicas, sino también los impactos del cambio climático en la infraestructura. La construcción de edificios y hospitales en zonas vulnerables a fallas geológicas es un ejemplo de cómo la falta de planificación puede generar mayores riesgos. La adaptación del urbanismo a la realidad natural es una prioridad que no puede ser ignorada. Es crucial que la comunidad reconozca que las acciones individuales para combatir el cambio climático son insuficientes sin un enfoque colectivo y global. Las soluciones deben ser integrales y considerar la adaptación del entorno construido a los desafíos ambientales. La planificación y el desarrollo urbano deben alinearse con criterios geológicos para minimizar el riesgo que representan fenómenos como terremotos. La importancia de un diálogo continuo y la colaboración entre diferentes sectores son fundamentales para abordar esta problemática de manera efectiva. La educación y la concienciación son claves, no solo para preparar a las futuras generaciones ante un posible terremoto, sino también para fomentar una cultura de prevención y adaptación ante el cambio climático. En conclusión, mientras que la relación entre el cambio climático y la actividad sísmica sigue siendo un campo de estudio en desarrollo, es evidente que la preparación y la adaptación son esenciales. La comunidad debe trabajar unida para implementar medidas efectivas que garanticen la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos, aprovechando la oportunidad de aprender de las experiencias pasadas y de las lecciones que la naturaleza nos enseña.

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