Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A las puertas del verano, las expectativas eran sombrías para las zonas rurales de Catalunya, que se habían visto sometidas a tres años de sequía extrema. Los equipos de emergencias, encabezados por los Bombers de la Generalitat, se preparaban para una campaña estival que prometía ser crítica, con el temor de que el calor, cada vez más intenso por efecto del cambio climático, desatara una ola de incendios forestales. Sin embargo, tras el paso de la parte más calurosa de la temporada, los resultados han sido sorprendentes. Este año, Catalunya ha experimentado el menor número de incendios de los últimos cuatro años, lo que plantea una serie de preguntas sobre las causas de este fenómeno. La clave principal, según los expertos, radica en las lluvias que se registraron durante mayo y junio. Estas precipitaciones fueron fundamentales para alterar las condiciones del terreno justo antes de la llegada del verano. Marta Miralles, subinspectora del área forestal GRAF de los Bombers, explica que si no hubiera llovido, las condiciones habrían sido aún más adversas, con un riesgo de incendios muy elevado. "La lluvia en junio retrasó los comportamientos más extremos", señala Miralles, resaltando la importancia del agua para mitigar la sequía estructural que afecta a la región. Sin embargo, la situación no es uniforme en todo el territorio. Hay comarcas, como el interior de Tarragona, que han sufrido una falta de agua considerable, lo que ha contribuido a la aparición de fuegos con alta capacidad de propagación. Esto se hizo evidente en el Priorat a finales de julio, donde un incendio amenazó gravemente la zona. A pesar de las condiciones difíciles, la rápida intervención de los Bombers, junto a la ausencia de incendios simultáneos, permitió controlar el fuego. Otro factor que ha jugado un papel crucial en la contención de los incendios ha sido el paisaje mosaico, compuesto por cultivos que los agricultores mantienen al lado de grandes masas forestales. Este tipo de paisaje ha demostrado ser un aliado estratégico en la lucha contra el fuego. Miralles menciona que los campos labrados de almendros y olivos, así como los cultivos de cereales, han sido determinantes en la contención de varios incendios. "Sin estos cultivos, muchos incendios habrían crecido fuera de nuestra capacidad de extinción", señala. La viticultora Sara Pérez, responsable de una bodega en el Priorat, también ha experimentado de primera mano el impacto del paisaje mosaico. "Cultivamos en el bosque para evitar grandes masas forestales", afirma Pérez, quien ha visto cómo su viñedo actuó como un cortafuegos durante el reciente incendio. Aunque su cosecha sufrió daños significativos, lo que demuestra el doloroso equilibrio entre la agricultura y la prevención de incendios, la viticultura sigue siendo una parte integral de la estrategia de gestión del paisaje. La combinación de lluvias y un paisaje agrícola diversificado ha sido clave para controlar los incendios. Miralles enfatiza que "el territorio en mosaico permite que los incendios se mantengan dentro de márgenes controlables". Sin embargo, la subinspectora también advierte que esta situación no debe conducir a la complacencia. La posibilidad de un gran incendio aún existe, especialmente en zonas vulnerables como Alt Empordà y Terres de l'Ebre. El buen balance de la campaña de verano 2024, que podría cerrarse sin grandes incendios y con apenas 378 hectáreas quemadas, es un contraste notable con las últimas dos décadas. A medida que se acerca el otoño, los expertos meteorológicos prevén que las condiciones climáticas se volverán más favorables, lo que podría ayudar a mantener a raya el riesgo de incendios en los próximos meses. A pesar de estas buenas noticias, la advertencia de los especialistas es clara: no se puede bajar la guardia. "Es muy habitual tener un gran incendio al final de la campaña", alerta Miralles, haciendo hincapié en la necesidad de seguir trabajando en la prevención y en la concienciación sobre la importancia de mantener paisajes mosaico. La colaboración entre agricultores y equipos de emergencias será vital para continuar protegiendo el territorio y evitar que se repitan situaciones de crisis en el futuro. En definitiva, la lluvia y el paisaje mosaico han demostrado ser factores determinantes en la lucha contra los incendios forestales en Catalunya. Este panorama no solo ofrece esperanzas para el presente, sino que también plantea un modelo a seguir para otras regiones que enfrentan desafíos similares. La combinación de una gestión adecuada del territorio, la agricultura sostenible y la preparación ante desastres naturales son elementos clave que pueden contribuir a un futuro más seguro en la lucha contra el fuego.