Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
A primera hora de la mañana, un terremoto de magnitud 5,5 ha sacudido el sur de Portugal, con su epicentro ubicado en el Atlántico, muy cerca de Lisboa. A las 06:11 horas, el seísmo ha despertado a muchos residentes en la región, así como a personas en el sur de España, particularmente en Huelva, donde varios ciudadanos han reportado haber sentido un temblor bajo sus camas. Otros, aunque no lo han percibido físicamente, se han alarmado al escuchar las notificaciones de sus dispositivos móviles, que han alertado sobre el evento sísmico a través del sistema de aviso del Instituto Geográfico Nacional (IGN). Los primeros informativos generaron confusión al reportar una magnitud superior a 6, pero posteriormente, los datos oficiales confirmaron que la magnitud final se estableció en 5,5 y la profundidad del seísmo fue de 19 kilómetros. Este tipo de terremoto, considerado de magnitud moderada, tiene características que, aunque pueden generar preocupación, generalmente no causan daños significativos si se comparan con otros eventos sísmicos que han afectado la región en el pasado. El contexto geológico de Portugal es importante para entender la habitualidad de estos fenómenos. El país se encuentra en una zona activa sísmicamente, presentando varias fallas geológicas que propician la ocurrencia de temblores. A lo largo de la historia, Portugal ha experimentado varios terremotos, siendo algunos de ellos devastadores. No obstante, en esta ocasión, las autoridades locales y los residentes parecen respirar con alivio al no reportarse daños graves ni víctimas hasta el momento. La comparación con otros terremotos en la misma región es inevitable. El seísmo de Lorca en 2011, por ejemplo, se destacó por su menor magnitud, pero su profundidad extremadamente superficial causó daños significativos y pérdidas humanas. Este último evento en Portugal, en contraposición, aunque superficial, se clasifica como de magnitud moderada y parece haber ocurrido en un contexto menos perjudicial. Los sistemas de alerta temprana han demostrado su eficacia en esta ocasión, ya que han permitido que la población esté informada sobre el evento sísmico casi de inmediato. Sin embargo, la capacidad de respuesta de las autoridades y la preparación de la población son elementos cruciales para mitigar el impacto de futuros temblores, especialmente en una región con un historial de actividad sísmica. El miedo y la incertidumbre son emociones comunes cuando ocurren estos fenómenos naturales. Para muchas personas, el hecho de haber sido despertados por un temblor bajo sus camas trae consigo recuerdos de terremotos pasados, así como una sensación de vulnerabilidad. La reacción inicial de los ciudadanos es fundamental para la seguridad colectiva, y las enseñanzas de eventos anteriores pueden ayudar a formar una respuesta más efectiva. A medida que continúan llegando datos sobre el evento, las autoridades de protección civil están trabajando para evaluar la situación en las áreas afectadas. Las comunicaciones están siendo clave para mantener a la población informada y tranquila, con la esperanza de que el balance final de este terremoto no arroje malas noticias. Por lo pronto, los residentes de las regiones afectadas están siendo instados a mantener la calma y a estar preparados para posibles réplicas, que son comunes tras un seísmo de esta magnitud. La experiencia con el sistema de alertas también ha generado un diálogo sobre la importancia de la educación sísmica y la necesidad de que la población conozca las medidas de seguridad que deben seguirse en caso de un terremoto. El suceso ha resaltado la importancia de la vigilancia y el monitoreo constante de la actividad sísmica en la región ibérica. Los especialistas continúan analizando los datos para proporcionar información precisa y útil a la población. La prevención y la preparación son fundamentales, no solo para enfrentar situaciones de crisis, sino también para vivir con la certeza de que el suelo bajo nuestros pies puede temblar en cualquier momento.