Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El Servicio Nacional de Salud (NHS) ha enfrentado recientemente críticas tras su decisión de no financiar lecanemab, un fármaco que es el primero en mostrar promesas para ralentizar la progresión de la enfermedad de Alzheimer. Aunque esta decisión ha dejado a muchos pacientes esperanzados y a sus familias desalentados, no fue un resultado inesperado. Lecanemab, aunque se aclamó como un avance significativo en el tratamiento del Alzheimer, no es una panacea. La Agencia Europea de Medicamentos revisó los mismos datos que evaluó el NHS y determinó que el fármaco no debería ser prescrito fuera de ensayos clínicos. Esta postura refleja una realidad desafiante: el fármaco no cura, revierte ni detiene la enfermedad; simplemente ralentiza su progresión. Los ensayos clínicos indicaron que lecanemab podría reducir la tasa de deterioro en pacientes con Alzheimer en aproximadamente un 25% durante un período de 18 meses. Sin embargo, las diferencias medibles reales—una mejora de solo 0.45 puntos en una escala de 18 puntos que evalúa la gravedad de la demencia—han llevado a intensos debates sobre la importancia práctica de tales resultados. Las complejidades que rodean la financiación de lecanemab ponen de relieve cómo el NHS y su organismo regulador, el Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia en la Atención (NICE), priorizan el uso del dinero de los contribuyentes. Sus evaluaciones a menudo enfrentan apelaciones emocionales y súplicas desesperadas de los pacientes contra rígidos cálculos de coste-efectividad. Los fármacos que gestionan los síntomas de la demencia han recibido aprobaciones anteriormente, pero el potencial de lecanemab para alterar la trayectoria de la enfermedad introduce una nueva capa de escrutinio. Las comparaciones hechas con otros fármacos de alto costo, como Enhertu—un tratamiento costoso para el cáncer que también fue rechazado—subrayan el difícil equilibrio entre costo y efectividad. Si bien hay excepciones, donde fármacos de costo excepcionalmente alto pueden obtener aprobación si demuestran beneficios sustanciales, lecanemab ha estado marcado por preocupaciones sobre su efectividad, seguridad y precio. Además, la población de pacientes en los ensayos clínicos era notablemente más saludable y joven que los típicos pacientes con Alzheimer, lo que plantea preguntas sobre cuán bien se traducen estos resultados a la demografía más amplia, incluidos los pacientes mayores con problemas de salud adicionales. El futuro sigue siendo incierto, ya que los investigadores contemplan la posibilidad de que iniciar el tratamiento antes o extender la duración de la administración de lecanemab podría generar beneficios más pronunciados. Además, existe la esperanza de que lecanemab pueda abrir el camino para que surjan tratamientos más efectivos, al igual que los primeros medicamentos para el VIH que sentaron las bases para las terapias antirretrovirales integrales de hoy. Las implicaciones financieras son un factor significativo en el proceso de toma de decisiones del NHS. Un fármaco menos costoso podría cumplir más fácilmente con el umbral de coste-efectividad, lo que sugiere que existe potencial para que nuevas terapias alteren el panorama del tratamiento del Alzheimer en los próximos años. A medida que se desarrolla el debate en torno a lecanemab, se destaca no solo las complejidades involucradas en la aprobación y financiación de medicamentos, sino también la esperanza persistente de avances que algún día podrían proporcionar un alivio significativo para aquellos que enfrentan la demencia. Por ahora, la postura del NHS sirve como un recordatorio del intrincado acto de equilibrio entre innovación, eficacia y costo que define el panorama de la atención médica moderna.