Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En un mundo cada vez más centrado en las implicaciones para la salud de nuestras elecciones dietéticas, la conversación en torno al etiquetado de alimentos nunca ha sido tan controvertida. El reciente comentario de Simon Wroe, que destacó los efectos perjudiciales de los alimentos ultraprocesados y la comida rápida sobre la salud, ha desatado un debate no solo sobre lo que comemos, sino sobre cómo se nos informa acerca de lo que comemos. Si bien la demanda de transparencia es crucial, la introducción de etiquetas de advertencia en los alimentos categorizados como "ultraprocesados" puede no ser la solución que muchos defensores creen que es. La preocupación con las etiquetas de advertencia es su potencial para confundir en lugar de aclarar. Como menciona la carta, la definición de alimentos ultraprocesados (AUP) abarca un amplio espectro de productos, incluidos aquellos que a menudo son elogiados por las autoridades de salud, como los cereales integrales y las salsas de pasta a base de vegetales. Esta ambigüedad puede llevar a los consumidores a sentirse abrumados e inseguros acerca de sus elecciones. En lugar de empoderar a las personas con conocimiento, estas etiquetas pueden estigmatizar inadvertidamente ciertos alimentos que, de hecho, son beneficiosos para una dieta equilibrada. Además, los consumidores ya están equipados con una gran cantidad de información sobre su comida. Los alimentos envasados muestran de manera prominente listas de ingredientes e información nutricional, que han sido estándar durante años. Adicionalmente, la implementación de etiquetado simplificado con semáforos ha proporcionado a los consumidores una señal visual inmediata sobre la calidad nutricional de los productos que compran. Este sistema se basa en investigaciones científicas establecidas sobre los impactos de las grasas, la sal y el azúcar en la salud, proporcionando un marco claro para tomar decisiones dietéticas informadas. El desafío radica en encontrar un equilibrio entre la conciencia del consumidor y el riesgo de abrumarlo o engañarlo. Los fabricantes de alimentos están reconociendo cada vez más su responsabilidad en este ámbito. Muchas empresas están reformulando productos para reducir ingredientes poco saludables, mejorando la transparencia en el etiquetado y promoviendo opciones más saludables. Por lo tanto, el enfoque debe estar en fomentar un entorno donde se priorice un etiquetado claro e informativo sobre un enfoque punitivo. En última instancia, aunque la intención detrás de las etiquetas de advertencia puede ser proteger la salud pública, la ejecución podría llevar a consecuencias no deseadas. En lugar de demonizar los alimentos, el énfasis debería estar en la educación y la comunicación clara. Al proporcionar a los consumidores información relevante y fácil de entender sobre sus alimentos, podemos fomentar elecciones más saludables sin comprometer la variedad y el disfrute que la comida aporta a nuestras vidas. La conversación debería centrarse en medidas constructivas que apoyen la toma de decisiones informadas, en lugar de etiquetas punitivas que pueden hacer más daño que bien.