Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La preocupación por el uso excesivo de pantallas entre niños y adolescentes ha tomado un nuevo impulso en los últimos años, especialmente a raíz de informes recientes que destacan los efectos nocivos de este hábito en el desarrollo cognitivo y emocional de los jóvenes. La atención se centra no solo en el tiempo que los menores pasan frente a dispositivos, sino también en la calidad de las interacciones que estos generan. A medida que los padres y educadores luchan por encontrar un equilibrio, surgen diversas estrategias y enfoques que buscan alejar a los más jóvenes de las pantallas. El informe publicado por Vivek Murthy, la autoridad máxima en salud pública de EE. UU., plantea una seria advertencia sobre la seguridad de las redes sociales para los más jóvenes. A esto se suma un estudio de la Unesco que indica que una de cada cuatro naciones ha comenzado a implementar normas para restringir el uso de teléfonos celulares en las escuelas. La urgencia de la situación se refuerza con alarmantes estadísticas sobre el ciberbullying y los riesgos asociados al uso de internet, que han llegado a niveles que no pueden ser ignorados. Los testimonios de especialistas en salud y educación son contundentes. Daniel Becker, pediatra y sanitarista, describe un panorama desolador que incluye desórdenes cognitivos, problemas de aprendizaje y aislamiento social. Estos efectos son especialmente preocupantes dado el contexto en que muchos niños y adolescentes se encuentran atrapados en la vorágine de las redes sociales, donde la búsqueda de aprobación y la exposición constante a contenidos nocivos se convierten en el pan de cada día. Investigaciones recientes han revelado que la dependencia a internet puede provocar cambios en la estructura cerebral de los adolescentes, afectando su capacidad intelectual y su salud mental. Esta realidad ha llevado a muchos padres a reflexionar sobre la necesidad de establecer límites claros en el uso de dispositivos electrónicos. La psicóloga Abril María Arias ha observado casos extremos en su consultorio, donde el uso excesivo de pantallas ha llevado a comportamientos perturbadores y alteraciones en el ciclo del sueño. Sin embargo, no solo se trata de un problema individual; las instituciones educativas también juegan un papel crucial en esta dinámica. Escuelas de diferentes países han comenzado a adoptar políticas que limitan el uso de celulares en clase, reconociendo que el aprendizaje se ve afectado cuando los estudiantes están distraídos. Esta tendencia ha sido bien recibida por muchos padres, que sienten que ya han perdido la batalla por controlar el uso de dispositivos en sus hogares. Los testimonios de padres que han tomado medidas para regular el uso de pantallas en sus hogares muestran que es posible revertir algunas de las tendencias actuales. La implementación de límites diarios y la promoción de actividades alternativas han demostrado ser estrategias efectivas. Desde juegos de mesa hasta la lectura, los padres están buscando formas de reintroducir el tiempo de calidad en familia, alejando a sus hijos de las pantallas. Además, iniciativas comunitarias y programas educativos también están surgiendo como respuestas a esta crisis. En Brasil, el programa EducaMídia busca capacitar a profesores y estudiantes en el uso responsable de la tecnología. Este tipo de programas son fundamentales para preparar a las nuevas generaciones para navegar de manera crítica en un mundo cada vez más digital. A pesar de los esfuerzos, la implementación de políticas nacionales sigue siendo un desafío en muchos países de América Latina. Mientras algunos estados han tomado la delantera con regulaciones específicas, otros aún carecen de un marco claro para gestionar el uso de dispositivos en entornos escolares. Es vital que tanto las familias como las instituciones trabajen en conjunto para crear un entorno donde los menores se sientan seguros y apoyados. A medida que la tecnología sigue avanzando y su presencia en la vida de los jóvenes se intensifica, es fundamental que se mantenga un diálogo abierto entre padres, educadores, y autoridades. La educación mediática puede jugar un papel central en esta conversación, brindando a los jóvenes las herramientas necesarias para comprender y gestionar su relación con el mundo digital de manera saludable. Finalmente, es esencial recordar que el objetivo no es erradicar el uso de la tecnología, sino promover un uso equilibrado y consciente. El camino hacia una infancia y adolescencia menos dependiente de las pantallas demanda un compromiso conjunto que involucre a toda la sociedad, desde las familias hasta las instituciones educativas y gubernamentales. La salud mental y el desarrollo integral de nuestros jóvenes están en juego, y es responsabilidad de todos garantizarles un futuro donde puedan crecer sanamente, tanto en el mundo físico como en el digital.