Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La creciente preocupación por los terremotos en Turquía ha llevado a los bancos a revisar sus planes de gestión de riesgos. Entre ellos se encuentra BBVA, que ha intensificado sus estrategias en su unidad turca, Garanti, y otros prestamistas importantes. La reciente opa del BBVA sobre Garanti ha resultado en un notable aumento del valor de sus acciones, que ya supera las 100 liras, colocando a la entidad en una posición destacada frente a competidores como Sabadell. Sin embargo, este éxito financiero contrasta con la inquietud que genera la actividad sísmica en la región, lo que ha forzado a las instituciones financieras a adoptar una perspectiva más proactiva. La reciente compra por parte de Denizbank de un edificio en el exclusivo distrito comercial de Estambul destaca una paradoja en la estrategia inmobiliaria de los bancos. Pese a la adquisición de una sede imponente, la entidad ha comenzado a explorar oficinas en otras ciudades, como Ankara, debido a la creciente conciencia del riesgo sísmico. Esto refleja un cambio de mentalidad en el sector financiero, donde la seguridad y la continuidad de operaciones se valoran por encima de la ostentación de activos. Estambul, con su población de casi 16 millones de habitantes, se sitúa sobre la peligrosa Falla Anatólica del Norte, un hecho que no ha pasado desapercibido para los expertos. Tras los devastadores terremotos que sacudieron el sureste de Turquía el año pasado, el sector bancario ha respondido a las críticas sobre la falta de preparación de las autoridades y ha comenzado a implementar planes de contingencia. La reubicación de oficinas y equipos a Ankara se ha vuelto una prioridad para algunos bancos, conscientes de que la capital ofrece una mayor seguridad frente a desastres naturales. El Banco Central de Turquía también ha tomado medidas para asegurar la continuidad de su operación en caso de un desastre. La llamada de personal a la nueva sede en Ankara es un intento de garantizar que la institución pueda seguir funcionando a pesar de cualquier eventualidad sísmica en Estambul. Este enfoque refleja la creciente necesidad de resiliencia en un entorno donde la actividad sísmica es cada vez más inminente. Los expertos advierten que el riesgo de un gran terremoto en Estambul es real, con estimaciones que sugieren la posibilidad de un evento de magnitud 7,5. La preparación para un desastre de tal magnitud no es únicamente un desafío para los bancos, sino que se extiende a todas las industrias presentes en la ciudad. La producción industrial, que representa alrededor del 40% de las instalaciones del país, se encuentra en una zona con alto riesgo sísmico, lo que agrava la situación. Erdal Bahcivan, presidente de la Cámara de Industria de Estambul, ha hecho hincapié en la necesidad de que las empresas industriales evalúen sus instalaciones y refuercen su resistencia a los terremotos. Con muchas edificaciones construidas antes de 1999, cuando se revisaron las regulaciones de construcción, la vulnerabilidad de estas estructuras se convierte en un tema urgente que no puede ser ignorado. La coordinación entre industrias y la concienciación sobre la cobertura de seguros son igualmente críticas. Las proyecciones del impacto económico de un terremoto en Estambul son alarmantes. Los aseguradores estiman que el costo podría ascender a 300 mil millones de dólares, una cifra que representa aproximadamente el 27% del PIB del país. Las empresas de seguros podrían enfrentar pérdidas de entre 25 y 30 mil millones de dólares. Este tipo de escenario pone de manifiesto la gravedad del riesgo y la urgente necesidad de una planificación adecuada. Históricamente, Estambul ha sido una ciudad golpeada por terremotos devastadores, lo que ha dejado una huella indeleble en su infraestructura. Con al menos dos grandes terremotos documentados en el pasado, la memoria colectiva de la ciudad está marcada por la destrucción y la pérdida de vidas. De hecho, el último gran sismo, ocurrido hace 25 años en Izmit, resultó en una crisis financiera que transformó el panorama político del país. El gobierno turco es consciente de la amenaza sísmica, y aunque se han destacado esfuerzos por parte del ministro de Medio Ambiente y Urbanización, existe una necesidad apremiante de priorizar la renovación de edificios vulnerables. El costo estimado para hacer que las estructuras sean resilientes es de 20 mil millones de dólares, cifra que contrasta con la proyección del Banco Mundial de 465 mil millones de dólares para reforzar o reconstruir millones de unidades residenciales. Sin embargo, la densidad de población y la naturaleza fragmentada de la propiedad en Estambul presentan un reto adicional. Muchos edificios de apartamentos pertenecen a diferentes propietarios, complicando así cualquier intento de renovar o reforzar las estructuras. Esto se suma a la dificultad económica actual del país, exacerbada por la inflación y otros factores que limitan la posibilidad de realizar inversiones significativas en infraestructura. En este contexto de incertidumbre, la comunidad en Estambul se enfrenta a un dilema. A medida que los bancos y las instituciones públicas trabajan para prepararse ante la inminente amenaza de un terremoto, es esencial que la población y las empresas también se involucren en la planificación de la resiliencia. La pregunta que queda es: ¿está Turquía realmente preparada para el próximo gran terremoto, o simplemente está esperando que ocurra para reaccionar?