Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Un terremoto de magnitud 4,8 sacudió la región del Levante, afectando a los habitantes de Jordania, Siria y Líbano. La sacudida se sintió con fuerza, reavivando recuerdos dolorosos entre los residentes, especialmente en el norte de Siria, donde el trauma del devastador terremoto del año pasado sigue presente en la memoria colectiva de la población. Este nuevo movimiento telúrico se produjo a una profundidad de 10 kilómetros, con su epicentro localizado cerca de la ciudad de Hama, según reportes de la agencia oficial de noticias siria (SANA). El temor se apoderó de muchos en Siria, donde el recuerdo del sismo del año anterior, que resultó en la pérdida de miles de vidas y una devastación masiva, aún persiste. En la ciudad de Azaz, un área que ha enfrentado múltiples crisis en los últimos años, los residentes expresaron su angustia, sintiendo cómo las secuelas del pasado resurgían con la nueva sacudida. "Fue un momento aterrador, recordé lo que pasamos el año pasado", comentó un habitante, enfatizando el impacto emocional que tales terremotos tienen en una población ya afectada por años de conflicto. La Organización de Defensa Civil Siria, que opera en las áreas controladas por la oposición, rápidamente activó su protocolo de emergencia. Los equipos fueron desplegados en varias zonas con el fin de evaluar la situación y estar preparados para cualquier eventualidad. A pesar de la movilización de los rescatistas, hasta el momento no se han reportado daños significativos ni víctimas, lo que ha aliviado, por ahora, la angustia de la población. En Líbano, el temblor también se sintió y provocó reacciones de inquietud entre la población. Muchos residentes se apresuraron a salir de sus hogares, buscando la seguridad de las calles ante el temor de un posible desastre. Las redes sociales se inundaron de mensajes de preocupación, con usuarios compartiendo sus experiencias y buscando información sobre la magnitud del sismo. El Centro Sismológico Nacional inicialmente había reportado una magnitud de 5,46, pero posteriormente revisó esta cifra a 4,8, un cambio que ha suscitado discusiones sobre la precisión y la velocidad de los informes sísmicos en la región. Los expertos han recordado que los terremotos pueden ser impredecibles, lo que hace esencial que las comunidades estén preparadas para actuar en caso de emergencias. La situación en Siria es particularmente delicada, ya que el país aún se encuentra en proceso de recuperación tras años de conflicto y desastres naturales. La infraestructura es frágil y muchos edificios no están diseñados para resistir un terremoto, lo que incrementa las preocupaciones sobre posibles daños y pérdidas humanas en eventos sísmicos. La comunidad internacional ha respondido con solidaridad, recordando la importancia de la preparación ante desastres en una región que ha sido golpeada por múltiples crisis en la última década. Organizaciones humanitarias y gobiernos están trabajando para garantizar que se implementen planes de respuesta eficaces y que se brinde apoyo a las comunidades más vulnerables. Mientras tanto, la población de los tres países afectados sigue observando de cerca la situación, con la esperanza de que la calma regrese rápidamente a sus vidas. El recuerdo de la tragedia del año pasado es un recordatorio constante de la fragilidad de la vida ante la fuerza de la naturaleza. La resiliencia es clave, y las comunidades se unen para afrontar la adversidad, apoyándose mutuamente en tiempos de incertidumbre. Los terremotos no solo afectan la infraestructura física, sino que también impactan la salud mental de aquellos que los experimentan. Es fundamental que se brinde atención a las necesidades psicológicas de las comunidades, ayudando a las personas a procesar sus experiencias y a encontrar formas de reconstruir sus vidas tras la sacudida de la tierra. A medida que transcurre el tiempo, se espera que las autoridades continúen monitoreando la situación, realizando evaluaciones y preparándose para cualquier posible réplica. La esperanza es que, con una adecuada preparación y un fuerte sentido de comunidad, los habitantes de Jordania, Siria y Líbano puedan enfrentar estos desafíos naturales con valentía y unidad.