Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En el corazón de Puerto Príncipe, el agobiado sistema de salud haitiano está al borde del colapso, paralizado por la violencia de pandillas descontrolada y una crónica falta de recursos. En medio del caos, un pequeño rayo de esperanza brilla a través de los esfuerzos de organizaciones humanitarias como Médicos Sin Fronteras (MSF), que brindan atención médica crítica a una población cada vez más aislada de los servicios de salud tradicionales. En una reciente mañana de lunes, una clínica móvil operada por MSF estaba llena de actividad en Bel Air, un barrio que ha estado mucho tiempo fuera del alcance del control gubernamental y ahora dominado por pandillas armadas. Sentados bajo un modesto refugio, alrededor de 60 pacientes, predominantemente mujeres y niños, esperaban su turno para recibir atención. La escena era un testimonio de la grave crisis de salud que afecta a la capital, donde la mayoría de los hospitales han quedado inoperativos debido a la violencia y el saqueo. "Les proporcionamos atención a la que ya no tienen acceso", dijo una enfermera que ha estado trabajando incansablemente para satisfacer las desesperadas necesidades de la comunidad. Sus observaciones revelan una dura realidad a la que se enfrentan muchos: un aumento en enfermedades comunes como infecciones del tracto urinario y de la piel, junto con un preocupante número de heridas de bala. La clínica móvil opera dos veces por semana, ofreciendo una tabla de salvación en medio de un panorama de incertidumbre y miedo. Los desafíos que enfrentan los proveedores de salud en Haití son abrumadores. Con el 80% del área metropolitana de Puerto Príncipe bajo control de pandillas, las clínicas móviles de MSF se han convertido en fuentes vitales de asistencia médica en un paisaje donde la infraestructura de salud tradicional ha sido desmantelada sistemáticamente. Aunque las pandillas han tolerado, hasta ahora, la presencia de trabajadores humanitarios, hay instancias de preocupaciones de seguridad que interrumpen sus operaciones. Mumuza Muhindo, jefe de misión de MSF Francia en Haití, subrayó la precariedad de su situación, enfatizando la constante amenaza que representa la violencia en aumento. UNICEF ha pintado un cuadro sombrío de la crisis de salud, informando que hasta el 60% de los hospitales en Puerto Príncipe apenas funcionan a medida que la violencia continúa escalando. El representante de la agencia en Haití, Bruno Maes, lanzó la alarma, afirmando: "El sistema de salud de Haití está al borde del colapso". Las palabras sirven como un escalofriante recordatorio de la urgente crisis humanitaria que se desarrolla en el país. El impacto de este declive es palpable. La pediatra Clertida Lamothe Cassamajor reflexionó sobre sus propias experiencias, revelando que los dos hospitales donde trabajó habían cerrado debido a la violencia de pandillas. El Centro Hospitalo-Universitario Saint-François-de-Sales, una instalación con 100 camas y múltiples servicios especializados, fue atacado y despojado de sus recursos en una audaz incursión de la notoria pandilla 5 Segond. “Saquearon todo, se llevaron todo. Incluso las puertas”, relató, destacando las profundidades de la desesperación que han obligado a los proveedores de salud a abandonar sus puestos. Mientras Haití lidia con esta crisis, la resiliencia de los trabajadores de la salud y las organizaciones humanitarias ofrece un destello de esperanza. Sin embargo, sin un esfuerzo concertado para restaurar el orden, reconstruir la infraestructura de salud y proteger los derechos de los ciudadanos, la situación parece sombría. La lucha por un sistema de salud funcional continúa, mientras el pueblo de Haití soporta las consecuencias de la violencia y la inestabilidad, aferrándose desesperadamente a la atención ofrecida por aquellos que se niegan a abandonarlos en su hora de necesidad.