Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente alerta de megaterremoto emitida por Japón ha generado una ola de preocupación a nivel mundial, incluyendo en Chile, donde las autoridades y expertos están prestando especial atención a este fenómeno natural. Aunque no se trata de una predicción definitiva, la posibilidad de que un gran sismo ocurra en los próximos días ha llevado al Primer Ministro japonés a suspender un viaje, lo que refleja la seriedad de la situación en el país asiático. Sergio Barrientos, director del Centro Sismológico Nacional de Chile, ha compartido su análisis sobre cómo un eventual megaterremoto en Japón podría impactar a nuestro país. En una entrevista reciente, Barrientos destacó que la historia ha demostrado que grandes terremotos en Chile han tenido repercusiones en Japón. Por ejemplo, el terremoto de Valdivia en 1960, que ha sido catalogado como el más fuerte de la historia, dejó un saldo trágico de más de 130 víctimas en las costas japonesas. El experto hizo hincapié en la importancia de la preparación ante tales eventualidades. "Siempre hay que estar preparado", subrayó, recordando que aunque la distancia entre ambos países puede mitigar los efectos inmediatos, la posibilidad de un tsunami es una preocupación constante. Barrientos explicó que, en caso de que ocurriera un terremoto significativo en Japón, las olas podrían tardar en recorrer el océano Pacífico antes de llegar a las costas chilenas, lo que brindaría un tiempo invaluable para la alerta y la preparación. Sin embargo, advirtió que no todos los terremotos tienen el mismo potencial de afectar a Chile. Para que un sismo en Japón tenga un impacto directo en nuestras costas, tendría que ser extraordinariamente poderoso, con magnitudes superiores a 9 o 9.5. En este caso, el terremoto que ha desencadenado la alerta, de magnitud 9, se encuentra en la zona de Nankai, que es conocida por su actividad sísmica. Barrientos aclaró que, aunque se están tomando precauciones, el evento en sí no se clasifica como un peligro inmediato. La situación se torna más compleja al considerar que el reciente terremoto de magnitud 7.1 en la zona de Nankai podría ser un precursor de un gran sismo. Barrientos detalló que cada vez que ocurre un temblor de esta magnitud, existe un leve aumento, de menos del 5%, en la probabilidad de que se produzca un terremoto más fuerte. Esta conexión observada en el pasado, como se vio en el terremoto de Tohoku en 2011, ha llevado a los sismólogos japoneses a emitir esta alerta. El director del Centro Sismológico Nacional enfatizó que la vigilancia y el monitoreo constante son cruciales en momentos como este. "La alerta se extiende por alrededor de una semana", comentó, lo que permite a las autoridades y a la población en general estar atentos a los desarrollos y actuar con rapidez si fuera necesario. La experiencia acumulada a lo largo de los años ha demostrado que la preparación y la respuesta a tiempo pueden salvar vidas. Asimismo, Barrientos destacó la importancia de contar con un plan de emergencia en caso de un eventual tsunami. Las autoridades chilenas han trabajado en este aspecto, estableciendo rutas de evacuación y sistemas de alerta temprana. Sin embargo, siempre es recomendable que cada familia y comunidad esté informada y consciente de los riesgos y las medidas a tomar. La posibilidad de un megaterremoto en Japón es un recordatorio de la vulnerabilidad que enfrentan muchas naciones ubicadas en el "Anillo de Fuego" del Pacífico. Chile, con su propia historia sísmica y tsunámica, debe mantener la guardia en alto y aprovechar esta alerta como una oportunidad para reforzar la cultura de prevención y preparación ante desastres naturales. En conclusión, aunque la situación en Japón es preocupante, la comunidad científica y las autoridades chilenas están trabajando en conjunto para monitorear la situación y garantizar que la población esté alertada y preparada. La lección más importante es clara: la naturaleza es impredecible, pero la preparación y la educación pueden marcar la diferencia entre la catástrofe y la seguridad.