Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La reciente solicitud de la Fiscalía de la Nación a la Corte Suprema para anular la inscripción de la Alianza Nacional de Trabajadores, Agricultores, Universitarios, Reservistas y Obreros, comúnmente conocida como Antauro, marca un momento crucial en la historia política del Perú. Este pedido se fundamenta en el artículo 14 de la Ley de Organizaciones Políticas, que permite la declaración de ilegalidad de un partido político por "conducta antidemocrática". La fiscalía no solo busca cancelar el registro de la agrupación, sino también inhabilitar a sus dirigentes y clausurar todos los locales asociados, cerrando así las puertas a una futura reinscripción. El caso Antauro Humala presenta un desafío sin precedentes para el sistema judicial peruano. Varias voces expertas han señalado que esta es la primera vez que se evalúa la legalidad de una organización política desde la perspectiva de sus postulados y el comportamiento de sus dirigentes. A lo largo de la historia, otros países han implementado mecanismos para excluir del panorama político a aquellos grupos que promueven ideologías extremas, como es el caso del nazismo en Alemania o las agrupaciones vinculadas al terrorismo en España. Por lo tanto, el proceso que se avecina no solo es importante, sino que podría sentar un precedente para el futuro del sistema democrático en el Perú. No obstante, la necesidad de llegar a este punto es un indicativo de las fallas sistemáticas que han permitido el crecimiento de personajes como Antauro Humala en el ámbito político. Su figura, que emergió tras haber liderado un levantamiento armado que culminó en la muerte de cuatro policías, es la representación de un sistema que, en numerosas ocasiones, ha fallado en proteger los principios democráticos más elementales. A pesar de la gravedad de sus crímenes, Humala ha logrado mantener una presencia en el debate político, algo que no debería ser posible en una democracia consolidada. El primer fallo que ha propiciado esta situación se encuentra en el sistema penitenciario. Humala fue liberado antes de lo que correspondía, gracias a una reducción de pena que se basó en supuestos trabajos en prisión que él mismo negó haber realizado. Esta decisión del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) ha generado críticas sobre la forma en que se otorgan beneficios penitenciarios, especialmente a aquellos que han cometido delitos de tal magnitud. Los analistas habían advertido previamente que tales reducciones no debían aplicarse a condenados por crímenes tan graves, lo que pone en tela de juicio la efectividad del sistema penitenciario. El segundo error se cometió en el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), donde se permitió la inscripción del partido Antauro en diciembre del año pasado. El presidente del JNE, Jorge Luis Salas Arenas, justificó esta decisión con un razonamiento que ignoraba la conexión evidente entre Humala y la agrupación. La falta de una evaluación rigurosa sobre el ideario del partido y sus vínculos con un individuo que había desafiado abiertamente el orden democrático es un claro síntoma de una institucionalidad que necesita ser fortalecida. El Congreso también ha sido señalado como uno de los actores que ha fallado en este proceso. La falta de aprobación de una reforma constitucional que prohíba a los sentenciados por delitos graves postularse a la presidencia refleja una falta de compromiso político con la defensa de los principios democráticos. La negativa a avanzar en esta reforma ha sido motivada, en gran parte, por cálculos políticos que temen afectar a figuras históricas del fujimorismo, como Alberto Fujimori. En este contexto, la solicitud de la Fiscalía de la Nación se presenta como una oportunidad para que la Corte Suprema actúe con decisión y responsabilidad. La historia del país está observando cómo se enfrentarán a este dilema, y la respuesta que den será un reflejo del compromiso del sistema judicial con la democracia y el respeto a los derechos humanos. La gravedad de la situación exige una respuesta rápida y firme, que no solo anule la inscripción de Antauro, sino que también envíe un mensaje claro sobre la no tolerancia hacia la ideología extremista y la violencia. La Corte Suprema tiene en sus manos no solo decidir sobre la legalidad de un partido político, sino también reafirmar el estado de derecho y la importancia de proteger los valores democráticos. La decisión que tome será fundamental para restaurar la confianza de la ciudadanía en las instituciones y asegurar que el pasado no se repita, garantizando un futuro donde la democracia prevalezca sobre la violencia y la intolerancia. Por último, la sociedad civil también tiene un papel crucial en este proceso. Es imperativo que se mantenga un diálogo activo y una vigilancia constante sobre las acciones de las instituciones públicas. El compromiso de la ciudadanía es esencial para asegurar que los valores democráticos se fortalezcan y que no se permitan retrocesos en el camino hacia un Perú más justo e inclusivo. La lucha por la democracia es un esfuerzo colectivo que requiere la participación activa de todos.