Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La temporada de huracanes en Estados Unidos se perfila como una de las más intensas en años, con la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) pronosticando un 85% de probabilidades de que se produzcan entre 13 y 17 tormentas, de las cuales hasta seis podrían alcanzar la categoría 3 o superior. Las consecuencias ya se han dejado sentir, con tormentas como la tropical Alberto y el huracán Beryl, que, a pesar de solo ser categorizado como un huracán de nivel 1, ha causado estragos en Houston, acumulando daños que superan los 30.000 millones de dólares. Este escenario plantea no solo una creciente preocupación por la seguridad de las comunidades costeras, sino también una oportunidad de inversión que ha capturado la atención de muchos. A medida que las aseguradoras y los inversores buscan protegerse de los riesgos asociados con estos desastres naturales, los bonos de catástrofe han cobrado protagonismo. Estos instrumentos financieros ofrecen altos rendimientos a cambio de asumir el riesgo de pérdidas significativas causadas por eventos catastróficos. Según datos recientes, el año pasado, los bonos de catástrofe ofrecieron un rendimiento impresionante del 20%, superando notablemente otras clases de activos alternativos. Este tipo de inversión, que permite a los inversores beneficiarse de la naturaleza impredecible de los huracanes, ha atraído un interés renovado, especialmente ante la llegada de un ETF que promete facilitar su acceso. El 12 de julio, Brookmont Capital Management, una firma de inversión con sede en Dallas, presentó un prospecto para lanzar un fondo cotizado en bolsa (ETF) centrado en bonos de catástrofe. Este ETF, cuyo símbolo propuesto es ROAR, busca atraer un mínimo de 200 millones de dólares en activos en su primer año y se dirigirá principalmente a clientes institucionales, aunque también se espera que capte el interés de inversores minoristas. La propuesta de Brookmont es significativa, ya que representa un paso hacia la democratización de este tipo de inversiones, hasta ahora más accesibles a instituciones que a particulares. Los bonos de catástrofe surgieron en respuesta a desastres devastadores como el huracán Andrew en 1992, que llevó a muchas aseguradoras a la quiebra. Desde entonces, este mercado ha crecido significativamente, ofreciendo a las aseguradoras una forma de recaudar capital y a los inversores una alternativa de alto rendimiento. La naturaleza de estos bonos implica que los inversores solo asumen pérdidas si los daños superan ciertos umbrales, lo que les permite obtener ingresos sólidos mientras comparten el riesgo de desastres poco frecuentes. Uno de los atractivos de los bonos de catástrofe es su capacidad para diversificar carteras de inversión. A diferencia de otros activos, su rendimiento no está correlacionado con los ciclos económicos, lo que los convierte en una opción atractiva para quienes buscan estabilidad en tiempos de incertidumbre. A lo largo de los años, esta clase de activos ha demostrado ser resiliente, con un solo año de pérdidas desde 2002, lo que resalta su potencial como una estrategia de inversión a largo plazo. Sin embargo, invertir en bonos de catástrofe no está exento de riesgos. A medida que crece el interés en este tipo de instrumentos, también lo hacen las preguntas sobre su liquidez. Los expertos advierten que, aunque el ETF de Brookmont promete mayor accesibilidad, la naturaleza ilíquida de los bonos de catástrofe puede complicar la ejecución de transacciones rápidas. Este es un aspecto que Brookmont está abordando al asociarse con un subasesor experto en el sector, con el objetivo de asegurar un flujo de operaciones adecuado. La llegada de este ETF podría representar un cambio significativo en la forma en que los inversores acceden a los bonos de catástrofe. Hasta ahora, las opciones eran limitadas y a menudo requerían acceso a fondos mutuos o cuentas de patrimonio privado, lo que podía resultar complicado y costoso. Con el ETF, los inversores tendrán la oportunidad de negociar en tiempo real y potencialmente a comisiones más bajas, lo que puede atraer a un espectro más amplio de participantes en el mercado. A pesar del entusiasmo, los expertos advierten que los inversores deben ejercer cautela. Es fundamental que analicen detenidamente las tenencias del ETF para evitar una exposición excesiva a eventos o regiones específicas. La diversificación es clave, y aunque los altos rendimientos son tentadores, es esencial tener en cuenta el riesgo asociado con las fluctuaciones del clima y los desastres naturales. Con el inicio de la temporada de huracanes y la presentación de este ETF, el panorama de la inversión en bonos de catástrofe parece más atractivo que nunca. La combinación de altos rendimientos y una diversificación única podría ofrecer a los inversores una oportunidad para no solo proteger su capital, sino también beneficiarse de la naturaleza impredecible de los desastres. El 25 de septiembre, fecha prevista para el lanzamiento del ETF de Brookmont, será un momento clave para quienes buscan navegar en este nuevo y emocionante territorio financiero.