Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En los últimos años, la temporada de lluvias ha arrojado un manto de preocupación sobre los principales centros urbanos del país. La Ciudad de México, en particular, se ha convertido en un ejemplo emblemático de cómo la falta de planeación y la desidia gubernamental han llevado a la inundación de sus calles. En este contexto, es difícil no recordar las palabras del profesor Carlos Hank, quien describía a la capital como "la Ciudad con Ángel". Sin embargo, el ángel parece haber olvidado a sus habitantes cada vez que las lluvias caen, revelando la vulnerabilidad de un sistema urbano que ha sido negligentemente administrado. La actual temporada de lluvias ha visto a cuadrillas de trabajadores luchando contra la creciente inundación, un espectáculo que se repite cada año. Los medios de comunicación informan sobre los esfuerzos por limpiar coladeras y ductos, pero como señaló el respetado columnista Manuel Buendía hace décadas, estas labores debieron haber iniciado mucho antes, en la época de secas. La respuesta gubernamental de que "llovió como nunca antes" no solo es una evasión de responsabilidad, sino una señal de la falta de preparación ante un fenómeno climático que se conoce desde hace mucho tiempo. Con el avance del cambio climático, se sabía que este año habría un aumento en la actividad de huracanes y tormentas. A pesar de estas advertencias, las autoridades no pusieron en marcha medidas efectivas para mitigar los desastres que se avecinaban. Para quienes vivimos en la cuenca de México, cada temporada de lluvias es un recordatorio de que la megaurbe que habitamos se encuentra sobre lo que fue una vasta región lacustre, con una red de ríos y arroyos que han sido prácticamente eliminados en un intento por modernizar la ciudad. La historia reciente ha demostrado que la solución no es entubar los ríos para crear avenidas que faciliten el transporte vehicular, sino comprender que estos cuerpos de agua son vitales para la regulación del clima y el abastecimiento de agua potable. El sacrificio de estos recursos hídricos ha llevado a una situación insostenible donde el agua de lluvia es canalizada hacia sistemas que no pueden soportar su volumen, resultando en inundaciones recurrentes que afectan a millones. A lo largo de las últimas décadas, la expansión desmedida de la mancha urbana ha devastado áreas de reserva natural y ha dado cabida a un crecimiento descontrolado en regiones vulnerables. Este fenómeno ha sido alimentado por invasores que, aprovechándose de la necesidad de vivienda, han ocupado terrenos frágiles. Chalco es un claro ejemplo de esto; un lugar que ha visto proliferar asentamientos irregulares y que, como resultado, se enfrenta cada año a inundaciones severas. El papel del sector inmobiliario en este desastre no se puede ignorar. Con la complicidad de funcionarios corruptos o ineptos, se han construido fraccionamientos y condominios en áreas de alto riesgo, muchas veces sin el abastecimiento de servicios básicos. La falta de planificación adecuada ha llevado a que barrancas y arroyos sean completamente obstruidos, transformándose en vertederos de escombros y desechos, mientras que se levantan viviendas en terrenos que deberían ser protegidos. El Túnel Emisor Oriente (TEO), una de las obras más ambiciosas y costosas emprendidas para combatir las inundaciones, fue inaugurado en su totalidad en diciembre de 2019. A pesar de su inversión de 30 mil millones de pesos y la promesa de que aliviaría la situación de inundaciones en varias alcaldías de la Ciudad de México, la realidad es que las inundaciones continúan. La obra, aunque necesaria, no ha sido suficiente para contener el flujo de agua que se presenta con cada aguacero. El TEO fue diseñado para canalizar aguas pluviales y mejorar el tratamiento de aguas residuales, pero la contaminación sigue siendo un problema crítico. La planta tratadora de aguas residuales en Atotonilco de Tula, donde desemboca el TEO, se enfrenta a desafíos de sanidad, lo que pone en riesgo la salud de las comunidades cercanas. Esto plantea una pregunta incómoda: ¿las obras faraónicas realmente están sirviendo a su propósito o han sido simplemente un paliativo que no resuelve la raíz del problema? El ciclo de inundaciones también pone de relieve que no son solo los fenómenos meteorológicos los culpables de esta crisis; hay un sistema de negligencia y corrupción que lo perpetúa. La falta de prevención, la planificación urbana deficiente y la explotación de recursos naturales son responsables de colocar a la población en situaciones de riesgo cada vez más peligrosas. A medida que las lluvias continúan cayendo, la urgencia de soluciones efectivas y sustentables se vuelve más apremiante, así como la necesidad de un cambio en la forma en que concebimos y gestionamos nuestras ciudades. La memoria del agua y la historia de nuestra urbanización deberían guiarnos hacia un futuro más resiliente.