Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El cambio climático se ha convertido en una de las problemáticas más acuciantes del siglo XXI, manifestándose a través de fenómenos meteorológicos extremos que afectan a millones de personas en todo el mundo. La crisis medioambiental no solo se traduce en temperaturas en aumento, sino también en sequías, inundaciones, incendios y tormentas que impactan desproporcionadamente a las comunidades en situación de vulnerabilidad. En este contexto, los huertos comunitarios y la captación de agua de lluvia emergen como estrategias efectivas para fortalecer la resiliencia de las comunidades frente a estos desafíos. Los datos son contundentes: las personas que habitan en países de rentas bajas y medias enfrentan cinco veces más probabilidades de desplazamiento forzado debido a desastres naturales. Un claro ejemplo de esta vulnerabilidad se observa en la reciente inundación de Venecia, que dejó a miles de personas sin hogar y expuestas a graves problemas de salud. Sin embargo, el caso de la ciudad italiana no es único; en 2019, el ciclón Idai devastó Mozambique, causando la muerte de más de mil personas y afectando a millones de individuos en su acceso a servicios básicos. Los desastres naturales no solo destruyen infraestructuras, sino que también crean un caldo de cultivo para la propagación de enfermedades, agravan problemas de salud mental y sobrecargan los sistemas de salud de las comunidades afectadas. Un estudio publicado en la revista Nature evidencia que las comunidades más empobrecidas y densamente pobladas son las que más sufren las consecuencias del cambio climático, revelando una clara relación entre vulnerabilidad y condiciones socioeconómicas. Bangladesh es un caso paradigmático, donde casi el 50% de la población vive en la pobreza y enfrenta inundaciones constantes. Por otro lado, en Australia, los incendios forestales de 2019-2020 arrasaron millones de hectáreas, causando no solo pérdidas humanas, sino también un impacto profundo en la biodiversidad y la salud ambiental. Mientras tanto, el estrés hídrico en regiones agrícolas, como en África Oriental, ha llevado a una crisis de inseguridad alimentaria que afecta a millones, en especial a los más vulnerables, incluidos los niños. Las evidencias científicas muestran que la distribución de los impactos del cambio climático es profundamente desigual. Las comunidades que viven en condiciones de pobreza suelen tener menos recursos para adaptarse y responder a estos fenómenos, quedando expuestas a riesgos elevados para su salud y seguridad. Estos factores socioeconómicos limitan su capacidad de respuesta, lo que resalta la necesidad de implementar enfoques equitativos y estrategias adaptativas para proteger a estos grupos. El informe de Oxfam International señala que el 1% más rico del planeta genera el doble de emisiones de carbono que la mitad más pobre de la población mundial. Esta disparidad no solo es alarmante, sino que subraya la urgencia de adoptar políticas que distribuyan de manera justa los recursos y responsabilidades en la lucha contra el cambio climático. Las comunidades más vulnerables no pueden seguir soportando el peso de una crisis que no han causado. Frente a esta realidad, la implementación de políticas públicas que aborden estas desigualdades es crucial. Iniciativas concretas como el programa de subvenciones de la Comisión de Cooperación Ambiental entre México, Estados Unidos y Canadá han demostrado ser efectivas. Desde 2021, este programa ha apoyado 42 proyectos que incluyen la captación de agua de lluvia y huertos comunitarios, ejemplos que muestran cómo es posible reducir la vulnerabilidad ante el cambio climático. Los huertos comunitarios, en particular, no solo ofrecen una solución a la inseguridad alimentaria, sino que también fortalecen el tejido social al fomentar la colaboración y el apoyo entre los miembros de la comunidad. Estas iniciativas permiten a las personas cultivar sus propios alimentos, lo que es especialmente crítico en áreas donde el acceso a productos frescos es limitado. Además, contribuyen a la sostenibilidad ambiental y promueven la educación sobre prácticas agrícolas responsables. Es esencial que gobiernos, empresas y comunidades trabajen juntos para desarrollar estrategias de respuesta efectivas ante el cambio climático. A nivel individual, cada ciudadano puede contribuir apoyando políticas ambientales y participando en iniciativas comunitarias. Los esfuerzos colectivos son una vía fundamental para construir un futuro más justo y sostenible, donde la desigualdad climática sea finalmente abordada. El cambio climático representa un desafío sin precedentes, pero a través de la acción comunitaria y la implementación de políticas equitativas, se puede trabajar hacia un futuro más resiliente. La clave radica en reconocer que todos somos parte de esta lucha y que, juntos, podemos hacer frente a los desafíos que plantea el cambio climático, asegurando un entorno más saludable y equitativo para las generaciones venideras.