Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Un potente sismo de magnitud 6.3 sacudió la región de Chiapas, México, en una tarde que quedará grabada en la memoria de muchos ciudadanos de Centroamérica. El epicentro de este terremoto se localizó a 212 kilómetros al sureste de Ciudad Hidalgo, Chiapas, y sus efectos se sintieron con fuerza en Guatemala y El Salvador, generando alarma y preocupación entre la población de esta región. A pesar de la intensidad del temblor, las autoridades de los tres países afectados rápidamente tranquilizaron a la población al informar que no se habían registrado víctimas mortales ni daños materiales de consideración. Esto, sin duda, es motivo de alivio en medio de la incertidumbre y el miedo que suelen acompañar a los eventos sísmicos. En el caso de Guatemala, el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh) reportó un sismo de magnitud 5.8 que afectó diversos departamentos del país, desde Jutiapa y Chiquimula hasta San Marcos y Huehuetenango. Este evento se suma a la cadena de movimientos telúricos que periódicamente sacuden esta región, recordándonos la vulnerabilidad de nuestro entorno geológico. Los expertos han señalado que los sismos son fenómenos frecuentes en Centroamérica debido a la compleja interacción de placas tectónicas, en particular las del Caribe y Cocos, así como a la presencia de fallas geológicas que generan movimientos telúricos, muchos de los cuales pasan desapercibidos para la mayoría de la población. Sin embargo, eventos como el ocurrido ayer nos recuerdan la importancia de estar preparados y contar con planes de emergencia para hacer frente a situaciones de riesgo. Es fundamental que las autoridades de estos países continúen promoviendo medidas de prevención y concienciación ciudadana en materia de sismos, con el objetivo de reducir al mínimo las posibles consecuencias negativas que estos eventos naturales puedan tener en la población. La educación y la información juegan un papel crucial en la protección de vidas y bienes durante situaciones de crisis como las vividas ayer. En este sentido, es alentador ver la pronta respuesta de las autoridades ante la emergencia, coordinando acciones de monitoreo y evaluación de daños para actuar de manera efectiva y rápida en caso de ser necesario. La solidaridad y la unidad entre los países afectados también se han puesto de manifiesto, mostrando que la colaboración regional es clave para hacer frente a desafíos comunes como los sismos. A pesar de la incertidumbre y la sacudida que experimentaron los habitantes de Chiapas, Guatemala y El Salvador ayer, la ausencia de daños graves nos brinda un respiro y nos invita a reflexionar sobre la importancia de la prevención y la preparación ante eventos naturales que escapan a nuestro control. La naturaleza nos recuerda una vez más que debemos estar alerta y unidos para afrontar los desafíos que nos presenta, con la esperanza de que la solidaridad y la planificación nos guíen hacia un futuro más seguro y resiliente ante la adversidad.