Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El pasado 18 de julio, un sismo de magnitud 2.8 sacudió la localidad de Lenguazaque, en Cundinamarca, Colombia. El evento sísmico, de acuerdo con el Servicio Geológico Colombiano, tuvo una profundidad superficial y se registró a las 21:31 hora local. Esta noticia se suma a la serie de temblores que con cierta regularidad sacuden diferentes regiones del país y que ponen de manifiesto la actividad sísmica presente en Colombia. Según las declaraciones del Servicio Geológico Colombiano, el país se encuentra en una zona altamente propensa a la actividad sísmica debido a la interacción de diferentes placas tectónicas, como la de Nazca, Sudamérica y Caribe. Esta compleja dinámica geológica origina sismos en gran parte del territorio nacional, con un promedio de 2.500 movimientos telúricos al mes, lo que equivale a aproximadamente 80 al día, aunque la mayoría de ellos no son perceptibles para la población. A pesar de que las regiones más activas sísmicamente son las costas del Pacífico y del Caribe, así como las zonas alrededor de las cordilleras, la posibilidad de que un sismo ocurra en cualquier momento es latente en todo el país. Por ello, es fundamental que la población esté preparada para afrontar este tipo de eventos, conociendo los riesgos asociados a su ubicación geográfica y teniendo claro qué medidas tomar en caso de un temblor. El Servicio Geológico Colombiano ha hecho hincapié en que no necesariamente la frecuencia de los sismos haya aumentado, sino que hoy en día se cuenta con mejores recursos, herramientas y canales de información para detectar y difundir estos eventos. Esta conciencia pública sobre la actividad sísmica contribuye a una mayor preparación de la población y agiliza la respuesta de las autoridades ante posibles emergencias. La percepción de un sismo está determinada por diversos factores, como la magnitud y la profundidad del movimiento, así como la distancia de las personas al epicentro. Ante la sensación de un temblor, es esencial reportar su ocurrencia, ya que esto facilita la evaluación de los efectos del evento y permite una respuesta más efectiva por parte de los organismos de emergencia. El protocolo establecido por el Servicio Geológico Colombiano incluye la posibilidad para los ciudadanos de llenar el formulario de recolección de información Sismo Sentido, a través del cual se recopilan datos sobre posibles daños y se determina la intensidad del movimiento telúrico. Esta información es crucial para mejorar el conocimiento sobre la amenaza sísmica en el país y fortalecer las estrategias de prevención y respuesta. Los sismos son generados por la liberación de energía acumulada en la corteza terrestre, que se propaga en forma de ondas sísmicas. Estas sacudidas pueden provocar daños en estructuras y en el entorno natural, siendo desencadenadas por movimientos de placas tectónicas, actividad volcánica e incluso acciones humanas, como la extracción de recursos o la inyección de fluidos en el subsuelo. La magnitud y la profundidad de un sismo se calculan a partir de datos recopilados por estaciones de monitoreo distribuidas en el territorio. Aunque históricamente se utilizó la escala de Richter para medir la magnitud de los sismos, en la actualidad se emplean métodos más precisos, como la escala de magnitud de momento, que proveen información más detallada y universal sobre la energía liberada por un evento sísmico. Ante la ocurrencia de un temblor, es fundamental seguir las recomendaciones de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, que incluyen medidas como buscar lugares seguros, alejarse de ventanas y objetos que puedan caer, así como mantener la calma y seguir las indicaciones de las autoridades locales. Estar informados y preparados es clave para afrontar la realidad sísmica de un país como Colombia, donde la actividad geológica continúa presente en el día a día de sus habitantes.