Juan Carlos I aseguró a Ford y Kissinger no repetir errores de su abuelo.

Juan Carlos I aseguró a Ford y Kissinger no repetir errores de su abuelo.

Juan Carlos I se reunió con el presidente Gerald Ford y el secretario de Estado Henry Kissinger en la Casa Blanca el 2 de junio de 1976 para buscar apoyo internacional a la transición democrática de España. En esa reunión, se discutieron los temores y desafíos que enfrentaba el monarca, incluyendo las amenazas del comunismo y las dificultades para llevar a cabo las reformas políticas necesarias. El documento de la reunión, que fue desclasificado, revela la preocupación de Juan Carlos I sobre la posibilidad de convocar elecciones que pudieran poner en peligro la nueva monarquía parlamentaria. Finalmente, se decidió convocar primero las elecciones para las Cortes Constituyentes.

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Mundo 02.12.2023
El día que Juan Carlos I prometió a Ford y Kissinger no repetir los errores de su abuelo Ningún historiador niega el papel fundamental de Juan Carlos I en la transición democrática de España tras la muerte de Francisco Franco. Las atribuciones legales que le concedía la ley de Sucesión le permitieron reformar y derogar las leyes fundamentales que articulaban las estructuras de un franquismo que presumía de tenerlo todo atado y bien atado tras la desaparición del dictador. Pero todo ello no habría sido suficiente sin el apoyo y el reconocimiento internacional, que el propio monarca buscó directamente en Estados Unidos. Ahí es donde entra el papel que el presidente Gerald Ford y el secretario de Estado, Henry Kissinger, jugaron en ese giro político de gran calado en el que se implicaron personalmente, valorando la figura del nuevo joven Jefe de Estado y la estabilidad que podría dar al sur de Europa, donde la situación política de Italia y de Portugal resultaban inquietantes por la amenaza de que sus respectivos partidos comunistas pudiesen alcanzar el poder desde las urnas, como ya había sucedido en Chile, donde Washington no dudó en intervenir para apoyar el golpe de Augusto Pinochet. En este contexto, el Rey se presentó en la Casa Blanca el 2 de junio de 1976 con el ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno de Carlos Arias Navarro, José María de Areilza. Antiguo embajador en Washington, secretario del Consejo Privado del Conde de Barcelona y fundador del germen de Unión de Centro Democrático, De Areilza no sólo era de la plena confianza de Juan Carlos I, sino que había sido el gran artífice del Tratado de Amistad y Cooperación entre España y Estados Unidos firmado en Madrid ese mismo enero, apenas dos meses después de la muerte de Franco. El documento constituía el aval de la principal potencia occidental al nuevo rumbo que tomaba España e invitaba a la OTAN y a la Comunidad Económica Europea a contar con Madrid como nuevo aliado, de igual a igual, algo a lo que el régimen anterior nunca pudo aspirar. Para visualizarlo, Ford y Kissinger no sólo se reunieron con el Jefe de Estado y el ministro, sino que el presidente invitó a los Reyes de España a realizar una visita oficial al país -la primera de unos monarcas españoles a América- y Juan Carlos I se dirigió al Congreso de Estados Unidos en una intervención histórica que marcaba una nueva era en la historia de España. Más allá del vídeo de la intervención del Rey en el Capitolio, de aquella visita queda el memorando que realizó la Casa Blanca de la reunión que mantuvieron en el despacho oval Ford, Kissinger, Juan Carlos I y De Areilza, un documento ya desclasificado y que reproducimos ligeramente extractado. En él se destilan las inquietudes de la Administración Ford respecto a Europa y el comunismo democrático y sindical y las dificultades para acometer las reformas políticas con las que se encontraba el monarca, que refirió explícitamente en este encuentro las primeras manifestaciones para pedir la amnistía de los presos políticos y el Estatuto de Autonomía tras la muerte de Franco que se celebraron en Barcelona en febrero de 1976. Desde la distancia, sorprende que uno de los temores del Rey fuese en aquel momento la convocatoria de unas elecciones que pudiesen convertirse en un plebiscito a la nueva monarquía parlamentaria que trataba de abrirse paso, como lo fueron las elecciones municipales de 1931 que acabaron suponiendo el exilio de su abuelo, Alfonso XIII, y la proclamación de la República. La fórmula fue sencilla: convocar antes las elecciones que debía designar las Cortes Constituyentes.
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