Europa y su legado: entre el orgullo colonial y la dependencia actual

Europa y su legado: entre el orgullo colonial y la dependencia actual

La relación histórica de Europa y América refleja conquista y dependencia. Las élites europeas deben confrontar su pasado para avanzar hacia un futuro equitativo.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Mundo 19.03.2025
La historia de Europa y su relación con América y el resto del mundo ha sido moldeada por siglos de conquista, colonización y, más recientemente, dependencia económica y política. Este entramado de vínculos ha dejado una huella indeleble que perdura hasta nuestros días, mostrando una narrativa compleja y a menudo dolorosa. En este análisis crítico, se pone de relieve la incapacidad de las élites europeas, especialmente españolas, para confrontar su pasado y reconocer las consecuencias de sus acciones históricas. La caída del Imperio Español y su legado han dejado a España en una situación ambivalente. Si bien los reyes católicos de España fueron aclamados por su papel en la expansión del cristianismo y el dominio territorial, esta glorificación oculta un oscuro trasfondo de genocidio y explotación. La llegada de los españoles a América, lejos de ser un acto heroico, marcó el inicio de una era de sufrimiento para millones de indígenas, cuyo exterminio y sometimiento fueron justificados bajo un manto de divinidad y poder político. A lo largo de la historia, la relación de España con Estados Unidos ha estado marcada por una serie de cesiones territoriales y acuerdos desfavorables. Desde la entrega de Florida y Oregón en el siglo XIX hasta la firma del Tratado de París en 1898, que culminó con la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas, España ha sido vista como un actor que, en lugar de defender su soberanía, se ha sometido a los intereses estadounidenses. Esta entrega de territorios, lejos de ser un acto de dignidad, se presenta como una triste continuación de una tradición de sumisión que ha caracterizado a las élites españolas. La percepción de que España ha contribuido a la riqueza de Estados Unidos es una narrativa que Pedro Sánchez parece insistir en promover, ignorando las implicaciones de este legado. Este orgullo por el pasado colonial se convierte en una trampa, ya que minimiza el sufrimiento infligido a los pueblos originarios y a las naciones que fueron despojadas de su soberanía. La historia, por tanto, no es solo una serie de eventos, sino un conjunto de lecciones que nos invitan a reflexionar sobre las responsabilidades del presente. En el ámbito contemporáneo, la relación entre Europa y Estados Unidos ha tomado un giro preocupante, especialmente a raíz de las políticas de la administración Trump. Europa, que alguna vez se sintió segura en su asociación transatlántica, ha empezado a experimentar un sentimiento de desilusión y dependencia que la coloca en una posición vulnerable. La dependencia energética de Rusia, que anteriormente había sido vista como una debilidad, ha estallado en la cara de Europa, que ahora se enfrenta a una crisis de recursos. Este dilema se amplía al considerar la dependencia económica de Europa hacia China, un cambio que ha dejado a las élites europeas en un estado de incertidumbre. Sin un modelo industrial robusto y recursos propios, Europa se ve obligada a ceder a las demandas de las potencias extranjeras, ya sea en términos de abastecimiento de energía o de defensa militar. La negativa de estas élites a reconocer su papel en la creación de esta situación solo alimenta la percepción de una crisis más profunda. La incapacidad de las élites europeas para adaptarse a un mundo en cambio ha llevado a una crisis de identidad. Europa, que una vez se consideró como un faro de civilización y progreso, se enfrenta a un futuro incierto, donde su dependencia de Estados Unidos y la falta de una política exterior coherente la han dejado a la deriva. En este contexto, las palabras de Pedro Sánchez hacia Trump suenan a eco vacío, reflejando una falta de visión y una desconexión con la realidad que enfrenta el continente. En medio de todo esto, la historia se repite: las élites continúan optando por decisiones que parecen aumentar la riqueza de otros, mientras su propio pueblo enfrenta dificultades. La traición de los intereses nacionales en favor de alianzas desiguales ha sido, y sigue siendo, un tema recurrente. La historia de España es un recordatorio de que el orgullo no debe basarse en el pasado colonial, sino en el reconocimiento de los errores y en la construcción de un futuro más equitativo. Con cada decisión política que se toma en Europa, la falta de una estrategia clara se convierte en un lastre. La visión de un continente unido y fuerte se desdibuja ante la realidad de una dependencia que lo ha dejado sin voz propia en la arena internacional. Las élites políticas parecen más preocupadas por mantener su estatus que por abordar las realidades que les rodean. Así, Europa se encuentra en un cruce de caminos. La historia la invita a reflexionar y a confrontar su pasado, a reconocer sus errores y a buscar alternativas que la liberen de las cadenas de la dependencia. La historia, a menudo dolorosa, es también una oportunidad para aprender y crecer. Sin embargo, para ello, es crucial que sus líderes se desprendan de viejas narrativas y se abran a una nueva forma de entender su lugar en el mundo. La pregunta que queda por responder es si están dispuestos a hacerlo.
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