
Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.




A medida que Arabia Saudita se acerca a la etapa final de su ambicioso proyecto Vision 2030, el panorama de la economía y la sociedad del reino está indudablemente transformándose, aunque el camino por delante revela una complejidad que genera preocupaciones sobre la equidad y la responsabilidad. El príncipe heredero, Mohammed bin Salman (MBS), se ha posicionado exitosamente como la figura central de un amplio proyecto nacional que busca reducir la dependencia del reino del petróleo y diversificar su portafolio económico. Sin embargo, a medida que el programa entra en sus últimos cinco años, la posibilidad de que beneficie principalmente a la élite mientras descuida las necesidades más amplias de la población saudita se cierne como una gran preocupación. Vision 2030, que comenzó como un plan de alto nivel destinado a transformar el paisaje económico y social, ha logrado avances significativos en varias áreas. Los ingresos no petroleros han aumentado, ayudados por nuevas medidas fiscales, mientras que ha habido un marcado incremento en el empleo dentro del sector privado, particularmente en las industrias de entretenimiento y ocio que están floreciendo. Los derechos de las mujeres han experimentado algunos avances, con reformas notables como el levantamiento de las prohibiciones de conducción y la introducción de eventos de género mixto, lo que muestra un cambio tangible en el tejido social del reino. La consolidación del poder de MBS ha permitido una toma de decisiones rápida, permitiendo que cambios previamente impensables se arraiguen con una resistencia mínima por parte de los elementos conservadores de la sociedad. A pesar de estos logros, el camino hacia una economía verdaderamente diversificada está plagado de desafíos. Arabia Saudita sigue dependiendo en gran medida del petróleo, y los intentos del reino de integrarse en las cadenas de suministro globales no petroleras aún están en su infancia. El crecimiento económico sigue estando estrechamente ligado a iniciativas impulsadas por el estado y mega-proyectos, muchos de los cuales carecen de una base sólida o apoyo público suficiente. La pregunta que se cierne es si el estado podrá desviarse con éxito de los combustibles fósiles mientras asegura que los beneficios del crecimiento sean percibidos por todos los ciudadanos, especialmente ante la previsión de caídas en los ingresos petroleros. A medida que la Vision se acerca a su fecha límite, MBS debe navegar por el complicado paisaje de las expectativas sociales. El enfoque del príncipe heredero en proyectos de gran escala y alto perfil, como la ciudad futurista de Neom y otros complejos turísticos de lujo a lo largo del Mar Rojo, plantea preocupaciones sobre la priorización de visiones grandiosas sobre las necesidades inmediatas de la población. Los críticos han señalado que, si bien las iniciativas llamativas pueden mejorar la imagen global de Arabia Saudita, corren el riesgo de convertirse en símbolos de extravagancia que principalmente sirven a las élites adineradas. Esta disparidad podría agravar la ya existente división entre ricos y pobres dentro del país. Además, los mecanismos de rendición de cuentas en la implementación de Vision 2030 siguen siendo en gran medida de arriba hacia abajo. El control estricto de MBS sobre la toma de decisiones ha limitado el discurso público, creando un entorno donde la disidencia es sofocada y la crítica significativa de las políticas es prácticamente inexistente. Los informes de detenciones arbitrarias y la represión de activistas y periodistas sirven como recordatorios contundentes de los riesgos asociados con hablar en contra del régimen. Si bien existen algunos canales para el diálogo público, como los medios controlados por el estado y ciertos pódcast, son inadecuados para fomentar una discusión genuina sobre la dirección del futuro del reino. El efecto paralizante de la represión sobre el sentimiento público es evidente. Hay signos de descontento entre los ciudadanos, particularmente respecto al enfoque percibido de las inversiones estatales en turismo de lujo y entretenimiento que no resuena con el saudita promedio. El reciente aumento en la liberación de detenidos puede proporcionar un rayo de esperanza para aquellos que abogan por una mayor reforma, pero queda por ver si esto se traducirá en una apertura más amplia del espacio político. A medida que Arabia Saudita se encuentra en este punto crucial, la cuestión de cómo equilibrar los ambiciosos objetivos nacionales con las necesidades y voces de sus ciudadanos se vuelve cada vez más crítica. Hay una creciente conciencia entre los funcionarios de que el éxito de Vision 2030 no puede medirse únicamente en términos de indicadores económicos o prestigio internacional, sino que también debe considerar las realidades en el terreno para los ciudadanos sauditas comunes. Sin mecanismos para un compromiso público genuino y rendición de cuentas, la visión podría arriesgarse a convertirse en un logro vacío, celebrado internacionalmente mientras deja a muchos dentro del reino sintiéndose marginados. De cara al futuro, un enfoque más inclusivo que incorpore las voces locales en la formulación de políticas podría ayudar a asegurar que los beneficios de Vision 2030 lleguen más allá de la élite. Crear espacios para el diálogo abierto y abordar las quejas públicas podría fomentar una sociedad más equitativa y, en última instancia, contribuir al éxito a largo plazo de los ambiciosos objetivos del reino. A medida que Arabia Saudita continúa su camino hacia un futuro post-petróleo, queda por ver si el príncipe heredero y su administración podrán navegar estos desafíos y cumplir con la promesa de una Vision 2030 próspera e inclusiva.