Los aseguradores enfrentan decisiones difíciles a medida que aumentan los desastres climáticos: El futuro de la cobertura en juego.

Los aseguradores enfrentan decisiones difíciles a medida que aumentan los desastres climáticos: El futuro de la cobertura en juego.

La industria de seguros enfrenta desafíos a medida que aumentan los desastres naturales, con empresas retirando la cobertura en áreas de alto riesgo, dejando a los consumidores vulnerables.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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A medida que la frecuencia y la severidad de los desastres naturales aumentan, la industria de seguros enfrenta un desafío profundo. Informes recientes indican que las aseguradoras están retirando la cobertura de áreas de alto riesgo vulnerables a incendios forestales, inundaciones y huracanes, una estrategia que podría resultar ineficaz a largo plazo. Los gobiernos de todo el mundo están tomando cada vez más conciencia de que no pueden permitirse crear zonas muertas de seguros permanentes, dejando la carga financiera en gran medida sobre los hombros de empresas de bienes y accidentes como AIG, AXA y Chubb. Las estadísticas hablan por sí solas. Cada continente ha experimentado eventos climáticos extremos recientemente, con consecuencias dramáticas. Solo en enero, los incendios forestales en California pudieron haber causado daños por un total de 150 mil millones de dólares, mientras que los devastadores incendios forestales en Australia en 2019 y el ciclón Idai en 2019 destacaron el impacto devastador de los desastres naturales en el hemisferio sur. Las inundaciones en Alemania en 2021 resultaron en daños por 40 mil millones de dólares, marcando este evento como el desastre natural más costoso en la historia del país hasta la fecha. El costo económico de estos desastres está en aumento, con Aon informando que las pérdidas globales por catástrofes naturales alcanzarán los 368 mil millones de dólares en 2024, un incremento del 14% sobre el promedio anual ajustado por inflación desde el año 2000. Los incidentes relacionados con el clima, particularmente las tormentas tropicales y las inundaciones, son los principales impulsores de este aumento en los costos. Con el 60% de las pérdidas económicas totales por desastres naturales sin asegurar, las aseguradoras ya no pueden permitirse eludir sus responsabilidades. A pesar de estos riesgos, las aseguradoras privadas están buscando cada vez más minimizar su exposición. Empresas importantes como State Farm y Allstate se han retirado de ciertas formas de cobertura en California para evitar incurrir en los costosos daños de eventos catastróficos. En Luisiana, una investigación del Congreso reveló que casi 20 aseguradoras abandonaron el mercado en los últimos dos años. Si bien los avances en ciencia de datos e inteligencia artificial pueden ayudar a las aseguradoras a predecir y gestionar mejor el riesgo, también destacan una tendencia preocupante de las empresas que priorizan la rentabilidad sobre la cobertura. Desde la perspectiva de los consumidores, este retiro del riesgo podría tener implicaciones graves. Las estimaciones del Foro Económico Mundial sugieren que el costo del cambio climático podría ascender a 3 billones de dólares para 2050, y con los gobiernos ya al límite, la probabilidad de rescates financieros por parte de los contribuyentes parece escasa. El estado actual de las cosas es insostenible; permitir que las zonas muertas de seguros persistan efectivamente abandona a los residentes vulnerables a valerse por sí mismos. Los países están explorando diversas soluciones para abordar esta crisis. En el Reino Unido, la iniciativa Flood Re reúne a aseguradoras y al gobierno para proporcionar cobertura a hogares propensos a inundaciones. Sin embargo, este esquema solo cubre una fracción de las propiedades y está programado para expirar en 2039, lo que genera preocupaciones sobre su viabilidad a largo plazo. Por el contrario, Suiza emplea un modelo más integral donde las aseguradoras privadas agrupan riesgos y cubren una parte significativa del mercado de peligros naturales, permitiendo a los clientes pagar primas basadas en el valor de su propiedad en lugar de su perfil de riesgo. Sin embargo, los desafíos siguen siendo evidentes, como lo ilustran los recientes incendios forestales en EE. UU. Estados como California y Texas han implementado programas de aseguradoras de último recurso, que permiten a las aseguradoras privadas compartir el riesgo de cubrir áreas de alto riesgo. Sin embargo, el plan FAIR de California recientemente se vio abrumado por la carga de reclamaciones por incendios forestales, lo que requirió 1 mil millones de dólares en nuevos fondos de las aseguradoras para cumplir con los pagos. Esto subraya la realidad de que los esquemas de mandato público a menudo requieren apoyo financiero adicional del sector de seguros, incluso cuando este sector lidia con márgenes de ganancia reducidos. De cara al futuro, hay esperanza de soluciones más sostenibles. Los gobiernos podrían reforzar los códigos de construcción para mejorar la resistencia de las estructuras contra inundaciones, huracanes e incendios, permitiendo que las aseguradoras intervengan una vez que las propiedades hayan demostrado una durabilidad mejorada. Este enfoque podría mitigar el incentivo para que los individuos continúen construyendo en áreas propensas a desastres, reduciendo en última instancia las pérdidas totales. Sin embargo, realizar un futuro así llevará tiempo, y en el ínterin, parece que las aseguradoras tendrán que asumir una parte cada vez mayor de la carga financiera derivada de los desastres relacionados con el clima. A medida que el panorama continúa evolucionando, el sector de seguros debe navegar la delgada línea entre la gestión del riesgo y la responsabilidad pública.
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