La polémica tras el anuncio de Lily Collins sobre su nueva maternidad por subrogación

La polémica tras el anuncio de Lily Collins sobre su nueva maternidad por subrogación

Lily Collins anuncia la llegada de su hija por subrogación, generando controversia sobre la ética y explotación en este proceso.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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El reciente anuncio de la actriz Lily Collins sobre la llegada de su hija a través de un proceso de subrogación ha desatado una tormenta de reacciones en las redes sociales. Mientras muchos celebran la felicidad de la nueva madre, otros han arremetido contra la práctica de la subrogación, planteando serias preocupaciones sobre su ética y el impacto en las mujeres que actúan como gestantes. Este tipo de críticas no son nuevas; sin embargo, en la era de la mercantilización de la maternidad, el debate se vuelve cada vez más urgente. Claudia Connell, quien comparte su experiencia personal con la infertilidad y el dolor de no haber podido tener hijos, ha expresado en un reciente artículo su fuerte oposición a la subrogación. Señala que, aunque las celebridades como Collins pueden presentar una imagen idealizada de la subrogación, lo que ocurre detrás de escena es mucho más complejo y problemático. La industria de la subrogación ha crecido a pasos agigantados, convirtiéndose en un negocio de miles de millones de dólares que, según Connell, alimenta la explotación de mujeres vulnerables. La subrogación, en su forma comercial, genera un inquietante desequilibrio de poder. Los costos asociados con este proceso son exorbitantes, lo que la hace inaccesible para la mayoría de las personas. Solo aquellos con recursos económicos sustanciales pueden permitirse "alquilar" un útero, dejando a las mujeres de bajos ingresos en una posición precaria y vulnerable. Connell señala que muchas de estas mujeres, en su desesperación por mejorar su situación financiera, se ven empujadas a aceptar esta forma de explotación. La lucha contra la subrogación no es solo una cuestión de clase, sino también de género. Las críticas al proceso a menudo se centran en la mercantilización del cuerpo femenino y en cómo la subrogación puede deshumanizar a la mujer que lleva el embarazo. Connell argumenta que no se puede ignorar el hecho de que muchas de las mujeres que actúan como sustitutos lo hacen por necesidad económica y no por un deseo genuino de ayudar a otros a formar una familia. Es curioso observar cómo la subrogación, a menudo presentada en la cultura popular como un acto altruista, es en realidad una transacción en la que se intercambia el cuerpo de una mujer por dinero. Esto ha llevado a la creación de un mercado en el que las mujeres se ven obligadas a tomar decisiones difíciles, a menudo con pocas opciones reales. Connell comparte su temor de que, en un futuro cercano, la subrogación se normalice de tal manera que se convierta en una expectativa para aquellos que desean ser padres, sin considerar las implicaciones éticas de esta práctica. Por otro lado, el caso de Lily Collins también resalta la desconexión entre la experiencia de las celebridades y la realidad de muchas mujeres que enfrentan la infertilidad. Mientras que Collins puede celebrar su nuevo rol como madre, millones de mujeres luchan por concebir, a menudo enfrentándose a un sistema que las discrimina y las deja sin apoyo. La historia personal de Connell, que incluye múltiples intentos frustrados de fertilidad y la decisión de rendirse, es un recordatorio de que los caminos hacia la maternidad son diversos y no siempre terminan en un final feliz. La subrogación también plantea la cuestión de los derechos de las mujeres que participan en el proceso. La necesidad de una reforma más profunda en cómo se regula la subrogación es urgente. En algunos países, la subrogación comercial ha sido prohibida debido a casos de abuso y explotación, como ocurrió en India. Sin embargo, la industria sigue floreciendo en otras naciones, como Ucrania, donde se han reportado situaciones inquietantes que involucran a mujeres en condiciones precarias. La conversación sobre la subrogación no puede limitarse a la felicidad de los padres que obtienen su "milagro" a través de este medio. Debe incluir una discusión sobre el bienestar de las mujeres que llevan esos embarazos y las condiciones en las que se encuentran. La subrogación altruista, que es lo que se permite en el Reino Unido, tampoco se libra de controversias. Aunque no se permite el pago directo a las madres sustitutas, los costos asociados pueden ser igualmente altos, convirtiendo el proceso en un lujo para unos pocos. Por último, la cuestión de la subrogación invita a una reflexión más amplia sobre la maternidad y las expectativas sociales que la rodean. Si bien el deseo de ser madre es comprensible y profundamente humano, no se puede permitir que ese deseo justifique la explotación de otras mujeres. La única forma de garantizar que las mujeres no sean vulnerables a la explotación es implementar una prohibición global de la subrogación comercial y proteger así los derechos de todas las mujeres, independientemente de su situación económica. El caso de Lily Collins y su bebé es solo una parte de un debate mucho más amplio y complejo. A medida que la sociedad continúa lidiando con estos temas, es fundamental que las voces de aquellas que son más afectadas por estas decisiones se escuchen y se respeten.

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