Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Los avances recientes en sismología están arrojando luz sobre la naturaleza esquiva de los terremotos, revelando que, si bien los científicos pueden identificar dónde pueden ocurrir temblores significativos, predecir el momento exacto de tales eventos sigue siendo un desafío. Según expertos en el campo, la energía liberada por un terremoto profundo puede ser mitigada por factores geológicos, como el tipo de roca y la composición del suelo en el área superior. Como explica el sismólogo Quigley, el impacto de un terremoto disminuye con la distancia, destacando el papel crítico que juegan las condiciones geológicas en determinar la intensidad que se siente en la superficie. En los continentes, los terremotos se clasifican como eventos superficiales, que ocurren a solo decenas de kilómetros bajo la superficie. Sin embargo, la urbanización añade una capa compleja a este fenómeno, ya que muchas megaciudades de hoy eran pequeñas localidades que experimentaron una actividad sísmica significativa hace generaciones. Como señala el geofísico Jackson, muchos residentes ahora están preocupados por problemas urgentes como la contaminación y la escasez de agua, a menudo pasando por alto la potencial amenaza de un terremoto inminente hasta que ocurre, a menudo con consecuencias devastadoras. En regiones como Australia, la actividad sísmica es menos frecuente, aunque pueden ocurrir pequeños temblores a medida que las placas tectónicas se desplazan. Curiosamente, Jackson y sus colegas están investigando eventos sísmicos inusuales en el centro del país que podrían indicar cambios en las fuerzas gravitacionales debido a la historia geológica única del paisaje. Las diferencias en la densidad de las rocas bajo la superficie podrían estar acumulando estrés que, en última instancia, podría llevar a terremotos. Los avances en tecnología han mejorado significativamente la forma en que los científicos miden y analizan la actividad sísmica. Los sismómetros tradicionales, descritos por Jackson como "micrófonos sofisticados en la Tierra", ahora se complementan con herramientas avanzadas como imágenes satelitales y GPS, desarrolladas originalmente para fines militares. Esta evolución en la tecnología se debe a motivaciones históricas, como la monitorización de pruebas nucleares durante la Guerra Fría, que, de manera inadvertida, fomentaron avances en la ciencia de los terremotos. A pesar de estos avances, las predicciones precisas siguen eludiendo a los científicos. Un trágico ejemplo de las consecuencias de sobreestimar las capacidades predictivas ocurrió en Italia, donde un terremoto en 2009 cobró más de 300 vidas. Posteriormente, los científicos fueron condenados por no advertir al público, un veredicto que finalmente fue revertido a medida que las complejidades de la ciencia de los terremotos se hicieron más claras. Jackson enfatiza que, si bien el público anhela predicciones precisas, fomentar expectativas poco realistas puede llevar a la complacencia respecto a la preparación para terremotos. Los esfuerzos históricos para predecir terremotos, incluido el notable caso en China en 1975, demuestran la impredecibilidad inherente de los eventos sísmicos. Si bien la evacuación oportuna de Haicheng salvó muchas vidas, los eventos posteriores revelaron que los métodos de predicción a menudo se basaban en conjeturas en lugar de en certezas científicas. Los expertos sugieren que, en lugar de centrarse únicamente en la predicción, mejorar la infraestructura y construir resiliencia es primordial. Países como Japón, Chile y Nueva Zelanda han implementado códigos de construcción estrictos y medidas de preparación que han reducido significativamente las víctimas durante eventos sísmicos. Por ejemplo, el terremoto de 2011 en Japón mostró la efectividad de los sistemas de alerta temprana y las estructuras resistentes a temblores, subrayando que la preparación puede salvar vidas. La realidad es clara: si bien los científicos pueden no ser capaces de prever con precisión cuándo ocurrirá un terremoto, pueden proporcionar orientación invaluable sobre cómo soportar los inevitables eventos sísmicos. Construir estructuras que puedan resistir temblores, como se demostró en los recientes esfuerzos de refuerzo en Nepal, enfatiza la importancia de las medidas proactivas para mitigar los riesgos asociados con los terremotos. El desafío continuo radica en asegurar que las comunidades de todo el mundo prioricen la seguridad y la preparación. Al centrarse en una infraestructura resiliente y adherirse a los códigos de construcción, las naciones pueden proteger mejor a sus poblaciones de los impactos de los terremotos. Como señala Jackson de manera contundente, en lugar de esperar a que una bola de cristal prediga el próximo temblor, es mucho más efectivo invertir en estrategias que permitan a las sociedades prosperar frente a desastres naturales.