Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La dependencia de larga data del índice de masa corporal (IMC) como medida estándar de salud está siendo cada vez más cuestionada, ya que los investigadores abogan por un cambio hacia una métrica más matizada: el índice de redondez corporal (IRC). El IMC, que calcula una relación entre la altura y el peso, ha sido criticado por su simplificación excesiva y falta de precisión, especialmente al reflejar las complejidades de la composición corporal y la distribución de grasa. Atletas y defensores de la salud están alzando la voz contra las limitaciones del IMC, señalando que a menudo etiqueta incorrectamente a las personas según sus tipos de cuerpo. Por ejemplo, la jugadora de rugby olímpica estadounidense Ilona Maher destacó recientemente este problema, revelando que su IMC de 30 la clasifica como obesa a pesar de su estatus atlético de élite. Ella recurrió a las redes sociales para responder a sus críticos, señalando: “Voy a los Juegos Olímpicos y tú no”. Esta anécdota subraya una preocupación más amplia: el IMC no distingue entre masa muscular y grasa, lo que lleva a clasificaciones engañosas que pueden estigmatizar a personas saludables. Los expertos médicos comparten sentimientos similares. La Asociación Médica Americana ha advertido que el IMC no tiene en cuenta factores críticos como la raza, la etnia, la edad y el género, lo que resulta en un enfoque de talla única que puede representar incorrectamente la salud de un individuo. El Dr. Wajahat Mehal de la Universidad de Yale señaló que un culturista como Arnold Schwarzenegger habría sido clasificado como obeso bajo el sistema del IMC, sin embargo, una simple medición de cintura revelaría una imagen diferente. El IRC ofrece una nueva perspectiva al centrarse en la forma del cuerpo en lugar de solo en el peso. Esta métrica enfatiza la relación entre la altura y la circunferencia de la cintura, proporcionando una indicación más clara de la obesidad central, que está estrechamente asociada con riesgos graves para la salud, incluidas la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardíacas. Un estudio reciente publicado en JAMA Network Open respalda la eficacia del IRC, revelando que las personas con puntuaciones más altas de IRC enfrentan riesgos de mortalidad significativamente elevados por diversas condiciones de salud. La investigación encontró que las personas con puntuaciones de 6.9 o más—indicando una forma de cuerpo más redondeada—tenían casi un 50% más de probabilidades de morir de cáncer, enfermedades cardíacas y otras enfermedades en comparación con aquellas con puntuaciones intermedias. Curiosamente, incluso aquellos con puntuaciones más bajas de IRC también se encontraron en mayor riesgo, lo que podría reflejar problemas como la desnutrición o la inactividad, particularmente entre los adultos mayores. El Dr. Wenquan Niu, un autor principal del estudio, enfatizó que el IMC carece de la capacidad para diferenciar entre grasa y músculo, una distinción crucial para evaluar los riesgos para la salud. Señaló que la distribución de grasa de una persona puede variar drásticamente para el mismo IMC, lo que lo convierte en una métrica poco fiable. La aparición del IRC refleja un reconocimiento creciente entre los investigadores de que la salud es multifacética y que las métricas deben evolucionar para capturar esta complejidad. Diana Thomas, quien propuso por primera vez el IRC en un estudio de 2013, tenía como objetivo crear una medida que refleje la realidad de las formas corporales humanas. Inspirada en el concepto de excentricidad en geometría, desarrolló una fórmula que clasifica a las personas según su redondez. Este enfoque innovador tiene el potencial de reformular nuestra comprensión y medición de la salud, centrándose en la distribución crítica de grasa que impacta el bienestar general. La conversación en torno al IMC y el IRC también destaca la necesidad de un enfoque más culturalmente sensible para las métricas de salud. Los profesionales médicos están reconociendo cada vez más que los estándares tradicionales basados en datos predominantemente de hombres blancos no tienen en cuenta los diversos tipos de cuerpo que se encuentran en varios grupos étnicos. Por ejemplo, las personas de ascendencia asiática pueden estar en mayor riesgo de problemas de salud con niveles de IMC más bajos de lo que tradicionalmente se define. A medida que crece la conciencia sobre las inadecuaciones del IMC, el índice de redondez corporal está ganando terreno como una métrica de salud más efectiva. No solo ofrece una comprensión más personalizada de los riesgos para la salud, sino que también desafía el estigma asociado con las categorías de peso que pueden desanimar a las personas que luchan por el bienestar. El cambio hacia medidas más inclusivas y precisas como el IRC podría ser fundamental para fomentar un diálogo más saludable en torno a la imagen corporal y los resultados de salud en nuestra sociedad.