Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La noche del 30 de agosto se tornó inquietante para los habitantes de Los Santos, Santander, cuando dos sismos de magnitud significativa sacudieron la región, dejando a la población en estado de alerta. El primer temblor, registrado a las 10:10 p.m., alcanzó una magnitud de 4,6 y se produjo a una profundidad de 153 kilómetros. Según reportes, el movimiento fue percibido en varias ciudades del país, incluida Bucaramanga, donde muchos sintieron el impacto de la tierra temblando bajo sus pies. Apenas dos minutos después, a las 10:12 p.m., un segundo sismo de magnitud 3,2 volvió a estremecer a Los Santos, aunque esta vez su efecto fue menos perceptible en municipios cercanos. Ambas sacudidas fueron registradas por el Servicio Geológico Colombiano (SGC), que se ha convertido en la voz autorizada para explicar la naturaleza de estos fenómenos. El SGC subrayó que, a pesar de la brevedad del tiempo entre ambos temblores, la profundidad a la que se produjeron fue un factor crucial que moderó su impacto en las poblaciones más alejadas. La razón detrás de la frecuente actividad sísmica en Los Santos es una temática de interés constante para geólogos y residentes por igual. La localidad se encuentra en el nido sísmico de Bucaramanga, un área que se ha ganado la reputación de ser uno de los lugares con mayor sismicidad intermedia en el mundo. Este fenómeno se debe a la interacción de varias placas tectónicas, que generan un alto número de temblores en la región. Los datos del SGC revelan que Los Santos representa alrededor del 60 % de la sismicidad en Colombia. Con esta cifra, queda claro que la zona no solo es reconocida a nivel nacional por su actividad sísmica, sino que también se compara con escenarios sísmicos de renombre global, como Vrancea en Rumania y Hindú Kush en Afganistán. Esto plantea interrogantes sobre la vida cotidiana de los residentes, quienes deben aprender a convivir con el constante movimiento de la tierra. En el contexto de Colombia, un país que se encuentra sobre un complejo sistema de placas tectónicas, la actividad sísmica es una realidad constante. En promedio, se registran aproximadamente 2.500 sismos al mes en el territorio nacional, aunque la mayoría de estos son de baja magnitud y no generan un impacto significativo. Sin embargo, las autoridades siempre instan a la población a estar informada y preparada ante cualquier eventualidad. El SGC enfatiza la importancia de entender que los efectos de un sismo son el resultado de la combinación entre su magnitud y profundidad. Generalmente, los sismos como los ocurridos en Los Santos tienen profundidades que rondan los 150 kilómetros, lo que tiende a aminorar su efecto en la superficie. No obstante, la percepción de estos fenómenos puede variar considerablemente entre las diferentes poblaciones, dependiendo de su cercanía al epicentro. Este ciclo incesante de temblores, por pequeño que sea su impacto, requiere una constante vigilancia y un adecuado sistema de alerta. Las autoridades locales y nacionales han trabajado para educar a la población sobre cómo reaccionar durante un sismo, implementando simulacros y campañas informativas que tienen como objetivo salvar vidas. Aunque el miedo a un sismo más fuerte siempre persiste, la comunidad de Los Santos ha aprendido a adaptarse. La resiliencia es un rasgo que se ha forjado con el tiempo, y la convivencia con la actividad sísmica se ha vuelto parte de la cultura local. Las familias comparten anécdotas sobre sus experiencias durante los temblores y, a menudo, se reúnen para discutir cómo mejorar sus planes de emergencia. A medida que el SGC continúa su monitoreo de la situación, los habitantes de Los Santos saben que la naturaleza tiene sus propias reglas y que, ante la fuerza de la tierra, solo queda prepararse y actuar con prudencia. La geología de la región no solo define su paisaje, sino también el día a día de sus residentes, quienes continúan viviendo con la incertidumbre que trae el temblor.