Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Las inundaciones en Bangladesh han dejado a millones de personas varadas y en situaciones precarias, con la ciudad de Feni emergiendo como el epicentro de esta crisis. Desde el pasado miércoles, un torrente de agua ha inundado 11 distritos, afectando a una población de casi 1,5 millones de habitantes, quienes ahora se ven obligados a vadear aguas lodosas que les llegan hasta el pecho en busca de un refugio seguro. La imagen que se presenta es desoladora: familias enteras sosteniendo sus pertenencias por encima de sus cabezas, tratando de mantenerlas secas mientras se desplazan en medio del caos. Los habitantes de Feni, con una conexión profunda a sus ríos y vías fluviales, han encontrado en esta inundación una fuente de frustración y dolor. A medida que las aguas cubren sus hogares, muchos culpan a su vecino, India, de la devastación que han sufrido. La razón de esta acusación radica en la liberación de agua de la presa de Dumbur, ubicada en el estado indio de Tripura, que, según los residentes, se realizó sin ningún tipo de advertencia. "Abrieron la compuerta, pero no se dio ninguna información", lamenta Shoriful Islam, un trabajador informático que ha regresado a su ciudad natal para ayudar en las tareas de rescate. A pesar de que las autoridades indias han negado cualquier culpabilidad, la tensión entre ambos países ha aumentado. La India alegó que el desbordamiento de la presa fue un fenómeno natural provocado por las intensas lluvias, aunque también admitió que una falla en las comunicaciones impidió que se emitieran las advertencias habituales a los residentes río abajo. "India utilizó un arma de agua", expresó Islam, reflejando el profundo resentimiento que muchos sienten hacia el país vecino en este momento de crisis. La situación en Feni es desesperada. Equipos de rescate, incluidos miembros del Ejército y la Marina, han sido movilizados para ayudar a las personas atrapadas. Sin embargo, el acceso a las zonas inundadas es un desafío monumental. Las principales carreteras están inundadas, y el único medio de transporte disponible son las embarcaciones. Sin electricidad y con las comunicaciones colapsadas, se complica aún más la tarea de llevar ayuda a quienes más lo necesitan. Muchos voluntarios han llegado de Dhaka y otras partes del país para unirse a los esfuerzos de rescate, algunos de ellos con la esperanza de encontrar a sus seres queridos. La angustia es palpable entre aquellos que no han podido contactar a sus familiares. Abdus Salam, un profesor de inglés de 35 años, ha perdido el contacto con 12 miembros de su familia que se encuentran varados en una zona rural cercana. "No sé si están vivos", confiesa, con lágrimas en los ojos. La desesperación de Salam representa la angustia de miles de personas que enfrentan la incertidumbre sobre la supervivencia de sus seres queridos. La magnitud de las inundaciones ha dejado a casi 5 millones de personas afectadas en todo el país, y al menos 18 muertes han sido confirmadas, aunque se teme que la cifra aumente a medida que continúen los esfuerzos de rescate y se evalúe el alcance de la tragedia. En la vecina India, la situación también es grave, con al menos 26 personas muertas y más de 64,000 desplazadas en campos de refugio en la región de Tripura. El contexto político también añade una dimensión complicada a la crisis. La reciente destitución de la primera ministra Sheikh Hasina, en medio de un movimiento de protesta nacional, ha dejado un vacío de poder y ha generado especulaciones sobre posibles represalias políticas. Algunos ciudadanos creen que la decisión de India de abrir la presa puede estar influenciada por la inestabilidad en Bangladesh, lo que genera un clima de desconfianza y resentimiento. Mientras los esfuerzos de rescate continúan, las críticas hacia las autoridades y la falta de comunicación son cada vez más intensas. La situación ha revelado no solo las vulnerabilidades ante desastres naturales, sino también la necesidad de una mayor cooperación entre Bangladesh e India para mitigar el impacto de futuros eventos climáticos. El gobierno indio, por su parte, ha defendido su posición, afirmando que el desbordamiento de las cuencas comunes debe ser un asunto de colaboración y no de acusaciones. Mientras tanto, los residentes de Feni continúan lidiando con la devastación. Aquellos que logran salir de sus hogares, ya sea a pie o en barco, enfrentan el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua y otros peligros. La comunidad se une en un esfuerzo desesperado por sobrevivir, mientras la oscuridad de la noche se cierne sobre la ciudad inundada. La esperanza, aunque tenue, permanece: la esperanza de que las aguas retrocedan y de que la ayuda finalmente llegue a quienes la necesitan con urgencia. En medio del sufrimiento y la adversidad, la resiliencia del pueblo bangladesí se pone a prueba una vez más. La lucha por la supervivencia continúa, y la demanda de ayuda humanitaria se intensifica. La comunidad internacional observa de cerca, esperando que la tragedia en Feni no se convierta en un mero recuerdo olvidado, sino que sea un llamado a la acción y la cooperación en un mundo cada vez más vulnerable a los caprichos del clima y la política.