Incendios forestales: la mayoría son provocados por la acción humana y su impacto

Incendios forestales: la mayoría son provocados por la acción humana y su impacto

Los incendios forestales, causados mayormente por humanos, devastan ecosistemas y comunidades. La prevención y educación son clave para su control.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Los incendios forestales son fenómenos devastadores que no solo afectan la flora y fauna, sino que también tienen consecuencias económicas y sociales profundas en las comunidades que dependen de estos ecosistemas. A pesar de que el cambio climático ha exacerbado las condiciones propicias para que estos incendios se desarrollen, es fundamental entender que la mayoría de los incendios son causados por la acción humana. Según el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), aproximadamente el 90% de los incendios en el país son resultado de actividades humanas, dejando solo un 1% atribuible a fenómenos naturales. Dentro de las actividades humanas, las prácticas agropecuarias son las principales responsables de casi la mitad de los incendios forestales, representando un alarmante 44%. Esto incluye la quema de tierras para la agricultura y la ganadería, que, aunque puede ser una práctica tradicional, a menudo se lleva a cabo sin las medidas adecuadas de control y prevención. Además, un 19% de los incendios es provocado de manera intencionada, en el contexto de conflictos sociales y legales, lo que pone de manifiesto la complejidad del problema. Otras causas que contribuyen a este fenómeno incluyen la negligencia de fumadores, que representan un 11% de los casos, y las fogatas mal apagadas, que representan un 12%. Además, hay que considerar los accidentes automovilísticos, ferroviarios y aéreos, así como la ruptura de líneas eléctricas, todos factores que pueden desencadenar un incendio en un momento crítico. Esta amplia gama de causas sugiere que la prevención debe ser multifacética y abordar tanto la educación sobre el fuego como la regulación de actividades que puedan resultar peligrosas. El triángulo del fuego es un concepto clave para entender cómo se inician los incendios forestales. Se requiere la combinación de calor, oxígeno y materiales combustibles para que un fuego se inicie y se propague. En los bosques, el calor necesario para la ignición no se produce de manera espontánea; se necesita una fuente externa que alcance temperaturas superiores a los 200 °C. Por otro lado, la humedad de los materiales combustibles juega un papel fundamental en su capacidad para arder, siendo más susceptibles aquellos con bajo contenido de agua. Las fases de un incendio forestal son igualmente importantes para comprender su desarrollo y propagación. Desde la ignición inicial hasta el crecimiento del fuego y su eventual extinción, cada etapa presenta desafíos específicos. La detección temprana y la respuesta rápida son cruciales para minimizar el daño y controlar la propagación del fuego. Las consecuencias de los incendios forestales son devastadoras. La pérdida de humedad en el suelo puede resultar en un endurecimiento que impide la infiltración de agua, afectando así la salud del ecosistema en su conjunto. Además, se destruyen hábitats de fauna silvestre y se interrumpen cadenas alimenticias esenciales, afectando a la biodiversidad. La recuperación de las áreas afectadas es un proceso a largo plazo, que puede llevar de 15 a 50 años, dependiendo de la especie de planta o árbol que haya sido afectado. Las plantas y árboles que sobreviven también sufren consecuencias, quedando más vulnerables a plagas y enfermedades que comprometen su crecimiento y regeneración. Este efecto cascada puede alterar la estructura y función del ecosistema durante generaciones, haciendo aún más urgente la necesidad de medidas preventivas efectivas. Es imperativo que se tomen en serio las recomendaciones de prevención y se implementen acciones concretas para proteger nuestros bosques y recursos naturales. La frase "un incendio prevenido es un fuego que no se tiene que apagar" resuena con fuerza en este contexto. La educación de la población sobre el manejo del fuego y el respeto por la naturaleza se vuelve una prioridad. Por último, todos tenemos un papel que jugar en la prevención de incendios forestales. Si se observan indicios de humo o fuego, es fundamental reportarlo de inmediato al 112. La vigilancia colectiva y la acción rápida pueden marcar la diferencia en la salvaguarda de nuestros valiosos ecosistemas y en la protección de nuestras comunidades. La colaboración entre autoridades, comunidades y ciudadanos es esencial para construir un futuro más seguro frente a la amenaza de los incendios forestales.

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