Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El sufrimiento del pueblo venezolano ha resonado en cada rincón de América Latina. La situación en Venezuela ha alcanzado niveles alarmantes, sobre todo tras las recientes elecciones del 28 de julio, donde se alega que un fraude escandaloso ha marcado el rumbo del país. La indignación se siente en el aire, especialmente cuando los ciudadanos, que simplemente piden que se respete su voto, son atacados por fuerzas paramilitares. Este acto de represión no solo es un ataque a la democracia, sino también un ataque a la dignidad humana. La reacción de algunos sectores políticos en la región ha sido desconcertante. Aquellos que han defendido la lucha por los derechos humanos y la democracia parecen haber olvidado sus principios, al cerrar los ojos ante los abusos de Nicolás Maduro y su régimen. En un contexto donde el grito de "dictadura" se utiliza frecuentemente, es irónico que muchos opten por ignorar el sufrimiento de los venezolanos en un intento por mantener una postura ideológica que, cada vez más, se siente como una traición a los valores democráticos. En este panorama, el papel del Gobierno Peruano se destaca como un bastión de esperanza. El canciller Javier González-Olaechea ha asumido una posición firme al reconocer a Edmundo González Urrutia como el presidente electo de Venezuela. Su discurso en la OEA fue contundente: la ausencia de apoyo de países como Bolivia, Colombia, Brasil y México a la resolución que exigía a Maduro la presentación de las actas es una señal alarmante de complicidad. Esta actitud no solo perpetúa la crisis venezolana, sino que también pone en riesgo la estabilidad democrática en toda la región. El fraude de estas elecciones no es solo un hecho aislado; es una manifestación de la opresión crónica que ha sufrido Venezuela. La oposición, liderada por María Corina Machado, ha demostrado una estrategia clara y decidida ante este escenario. La recolección de actas por parte de la oposición no solo busca desenmascarar la falacia del proceso electoral, sino que también busca recuperar la confianza en un sistema que ha sido sistemáticamente socavado. En contraste, la reacción de algunos organismos de derechos humanos y partidos políticos en Perú parece desconectada de la realidad. Los defensores del régimen de Maduro han ignorado las muertes de al menos 17 jóvenes durante las protestas, mostrando que su defensa de la vida y la democracia es selectiva. Esta hipocresía es un balde de agua fría para aquellos que aún creen en la integridad de la lucha por los derechos humanos. El respaldo internacional hacia la oposición venezolana está creciendo. Los auténticos demócratas se han movilizado, no solo para apoyar a la valiente oposición, sino también para condenar las acciones del régimen. Sin embargo, el camino hacia la justicia y la restauración de la democracia en Venezuela será arduo. La lucha está lejos de terminar, y la historia ha demostrado que aquellos que se aferran al poder a través de la opresión rara vez se rinden sin una lucha feroz. El desafío está en mantener viva la memoria de los caídos y de los que continúan resistiendo en las calles. La historia reciente nos advierte que aquellos que ahora defienden a un régimen opresor fueron, un día, parte de un discurso que se proclamaba defensor de la democracia. La memoria colectiva es fundamental para evitar que se repitan estos ciclos de abuso y despojo de derechos. La resistencia del pueblo venezolano es un faro de esperanza, no solo para ellos, sino para toda la región. La lucha por la verdad y la justicia es una responsabilidad compartida que trasciende fronteras. Los pueblos de América Latina deben unirse en solidaridad con Venezuela, fortaleciendo la lucha por la democracia y los derechos humanos en cada rincón del continente. La resistencia es una palabra que debe resonar con fuerza en el corazón de todos los que creen en un futuro mejor. "¡Resiste, Venezuela!" se convierte en un grito que debe ser escuchado y respondido por todos los que anhelan justicia y libertad. La historia está siendo escrita en este momento, y cada voz que se alza contra la opresión es un paso hacia la victoria.