Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El inicio del año 2024 en Bogotá ha estado marcado por una cruda realidad para la capital colombiana: los incendios forestales están devastando los cerros orientales, mientras que los embalses que sustentan el suministro de agua han caído a niveles alarmantes, por debajo del 50% de su capacidad. Este fenómeno no solo revela la vulnerabilidad de la ciudad ante los fenómenos climáticos extremos, sino que también pone de relieve la falta de preparación y atención a las crisis ambientales en la agenda del alcalde Carlos Fernando Galán, quien apenas está completando su primer año en el cargo. Desde que asumió el mando, Galán prometió centrarse en temas como la seguridad, la movilidad y la lucha contra el hambre, dejando en un segundo plano las cuestiones ambientales. Sin embargo, la realidad ha irrumpido con fuerza en la agenda política, obligando al alcalde a enfrentarse a desafíos que no se contemplaron durante su toma de posesión. Los incendios en los cerros, provocados en gran medida por el fenómeno de El Niño, son un recordatorio palpable de la crisis climática que se cierne sobre la región. En medio de esta crisis, Bogotá también intentó posicionarse como sede de la Conferencia de las Partes sobre biodiversidad, COP16, pero finalmente perdió ante Cali. Esta situación subraya la necesidad urgente de que la capital reconozca su rol en la conservación del medio ambiente, especialmente considerando que alberga 17 humedales y está rodeada de páramos cruciales para su ecosistema. El agua de Bogotá proviene en gran medida del Parque Natural Nacional Chingaza, que ha visto disminuir su capacidad de retención de agua. Este fenómeno ha llevado al alcalde a implementar un racionamiento de agua que no solo ha afectado a los habitantes, sino que ha expuesto una gestión deficiente de los recursos hídricos en la ciudad. Mientras que el racionamiento ha permitido cierta regulación, la falta de un enfoque integral en la gestión del agua ha dejado al descubierto la insuficiencia de las medidas adoptadas, las cuales han sido criticadas por expertos en el área. El escenario se complica aún más con las lluvias torrenciales que han inundado importantes vías de la ciudad, como la Autopista Norte. Este suceso ha evidenciado la falta de planificación urbana frente a los riesgos climáticos, especialmente en áreas donde la construcción ha limitado la capacidad de los humedales para actuar como reguladores naturales del agua. La respuesta a esta crisis de inundaciones se ha visto obstaculizada por la falta de coordinación entre la Alcaldía y las autoridades ambientales, lo que ha llevado a la paralización de proyectos necesarios para mitigar el impacto de las lluvias. A lo largo de este año, la interacción entre Galán y el presidente Gustavo Petro ha sido compleja y, en ocasiones, conflictiva. La construcción del Metro de Bogotá ha sido un punto de discusión constante, así como otros temas de importancia como la lucha contra el hambre y la crisis de salud pública. Este tira y afloja político ha puesto de manifiesto la necesidad de una colaboración más efectiva entre las distintas instancias de gobierno, especialmente en tiempos de crisis climática. El alcalde ha sido llamado a repensar la forma en que se gestiona el agua en Bogotá, destacando la importancia de adoptar un enfoque más flexible y sostenible. La crítica hacia la gestión actual resalta la necesidad de un cambio de paradigma en la forma en que la ciudad aborda los desafíos ambientales y de infraestructura, especialmente ante la evidencia creciente del cambio climático y sus efectos devastadores. La crisis del agua y el racionamiento implementado han expuesto no solo la fragilidad del sistema hídrico, sino también la falta de preparación de la ciudad ante fenómenos climáticos cada vez más intensos y frecuentes. Mientras los embalses continúan bajando su nivel, el compromiso de la Alcaldía con soluciones a largo plazo se vuelve crucial para garantizar que Bogotá no repita los errores del pasado y esté mejor equipada para enfrentar futuros desafíos. En conclusión, la crisis climática ha subido a la cima de la agenda de Bogotá, a pesar de los esfuerzos iniciales de su alcalde por enfocarse en otros temas. La urgencia de implementar estrategias efectivas para conservar el agua, proteger el medio ambiente y mitigar el impacto de fenómenos naturales extremos es ahora más evidente que nunca. La ciudad se encuentra en un cruce de caminos, y la dirección que tome determinará no solo el bienestar de sus habitantes, sino también su capacidad para adaptarse a un mundo en constante cambio.