Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La relación entre México y Estados Unidos ha adquirido una complejidad significativa en los últimos años, especialmente con el ascenso y las políticas del expresidente Donald Trump. Su retórica y acciones han reavivado tensiones que nos recuerdan las peores épocas de nuestra historia. Desde sus primeros discursos, en los que se refería a los mexicanos de manera despectiva, hasta sus recientes amenazas sobre la migración, Trump ha planteado problemas cruciales que deben ser abordados con seriedad y determinación. Uno de los principales desafíos que enfrentamos es la seguridad. La percepción de que amplias zonas del país están bajo el dominio del crimen organizado no es infundada. La estrategia del gobierno actual, caracterizada por el lema "abrazos, no balazos", ha demostrado ser ineficaz ante la creciente violencia. Para enfrentar esta crisis, es imperativo establecer una colaboración más estrecha con nuestros vecinos del norte, así como devolver a las fuerzas armadas a funciones que les son propias, alejándolas de tareas que no son de su competencia. Por otra parte, el tema de la migración es igualmente inquietante. Las amenazas de deportación masiva por parte de Trump no solo generan temor entre los mexicanos que residen en EE.UU., sino que también podrían agravar la situación socioeconómica en nuestro país. La presión sobre el mercado laboral y los recursos básicos como vivienda y educación se intensificaría, afectando a millones de familias que dependen de las remesas enviadas por sus seres queridos en el extranjero. Este escenario plantea un reto mayúsculo que el gobierno mexicano no puede ignorar. El comercio también se encuentra en el centro de este conflicto. La imposición de aranceles por parte de Trump ha puesto en riesgo el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), un acuerdo que históricamente ha beneficiado a nuestra economía. La dependencia que México tiene de su socio comercial del norte es alarmante, y cualquier medida proteccionista podría desestabilizar nuestra economía en un momento en que la recuperación post-pandemia aún está en proceso. Debemos encontrar el equilibrio entre competir y crecer de manera autónoma, pero eso solo es posible si se fomenta un ambiente propicio para la inversión y la confianza en el sector privado. En este contexto, es crucial que México recupere la fortaleza interna. Esto implica no solo una mejora en la política de seguridad y migración, sino también una reforma del Estado de derecho. La erosión de la división de poderes y la falta de una democracia sólida han debilitado nuestra capacidad para enfrentar desafíos externos. Es hora de reconstruir nuestras instituciones y restablecer el respeto por la ley, lo que a su vez creará un marco de estabilidad y confianza tanto para los ciudadanos como para los inversores. El panorama internacional también exige una revaluación de nuestra política exterior. La falta de aliados en América Latina, así como las relaciones tensas con países europeos y otras naciones, nos han colocado en una posición vulnerable. Debemos recuperar una diplomacia efectiva que nos permita no solo defender nuestros intereses, sino también ser un socio respetado y valorado en la comunidad internacional. La indiferencia hacia aliados potenciales y el acercamiento a regímenes cuestionables han minado nuestra capacidad de negociación en el ámbito global. La opción de la reconciliación también debe ser considerada. La división interna, exacerbada por un discurso polarizante, ha debilitado nuestra unidad nacional. La solución no radica en buscar chivos expiatorios, sino en trabajar juntos para sanar las heridas y construir un futuro en el que todos los mexicanos se sientan incluidos. La reconciliación debe comenzar en el corazón mismo de nuestro sistema político y social, fomentando un diálogo abierto y constructivo que permita a la sociedad civil participar en la toma de decisiones. Donald Trump, con sus políticas y retórica divisoria, ha puesto a prueba la capacidad de México para adaptarse y responder a desafíos complejos. Sin embargo, no debemos permitir que su agenda defina nuestro futuro. Es momento de actuar con firmeza y responsabilidad, de poner en orden nuestra "casa" interna y de construir un país más sólido y unido. Solo así podremos enfrentar los desafíos que nos plantea el exterior y avanzar hacia un futuro más próspero. El tiempo para la acción es ahora. Las reformas necesarias deben implementarse de inmediato, y la participación ciudadana es fundamental. Si no actuamos con determinación, corremos el riesgo de perder más que solo nuestra posición en el ámbito internacional; podemos perder la esencia de lo que significa ser un México fuerte, libre y respetado. La historia nos observa, y es nuestro deber responder con valentía y claridad ante los retos que enfrentamos.