Crecen las tensiones en la frontera Israel-Líbano tras ataques de Hezbolá y represalias

Crecen las tensiones en la frontera Israel-Líbano tras ataques de Hezbolá y represalias

'Ni al Gobierno ni a la sociedad libanesa les interesa entrar en una guerra abierta con Israel', afirma Javier Gil.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Guerra 21.09.2024

La tensión en la frontera entre Israel y Líbano ha alcanzado un punto crítico, con un ambiente marcado por el constante temor a la violencia. Desde el 8 de octubre de 2023, la situación ha empeorado significativamente, cuando la milicia chií Hezbolá inició una serie de ataques con cohetes en respuesta a la ofensiva israelí en Gaza. Este conflicto ha llevado a un éxodo masivo de los pocos civiles que aún habitaban la región, creando un ambiente de desolación y miedo que permea a ambos lados de la frontera.


Recientemente, Israel llevó a cabo un ataque que ha sido calificado como un "duro golpe" a Hezbolá, con explosiones que destruyeron dispositivos de comunicación y equipos de la milicia. Este operativo, atribuido al Mossad, ha dejado un saldo trágico de 37 muertos, incluidos dos menores de edad, y cerca de 3.000 heridos, de los cuales 1.400 presentan lesiones graves o moderadas, según fuentes del Ministerio de Salud de Líbano. Este ataque no solo ha causado destrucción física, sino que también ha sembrado el caos dentro de la estructura de mando de Hezbolá.


Javier Gil Guerrero, académico experto en relaciones internacionales, sostiene que el objetivo de Israel al llevar a cabo estas explosiones era provocar confusión y desarticular el sistema de mando de Hezbolá. Mientras se especula sobre la posibilidad de una inminente operación terrestre por parte de Israel, Gil advierte que el ataque podría haber sido una medida preventiva para mantener el elemento sorpresa en un posible conflicto mayor. Esta lógica fue también reflejada por António Guterres, secretario general de la ONU, quien destacó la naturaleza preventiva del ataque.


El momento elegido por Israel para esta ofensiva ha generado diversas hipótesis. Algunos analistas sugieren que Hezbolá había sido informado sobre los planes israelíes y que el ataque se ejecutó para evitar la filtración de información. Otros creen que Israel pretendía enviar un ultimátum a la milicia libanesa para que cesara sus ataques, algo que Hezbolá no ha hecho. La intención de Israel, aclara el general de brigada Salvador Sánchez Tapia, parece estar centrada en desarticular las capacidades operativas de Hezbolá, afectando su estructura de comunicación y comando.


La respuesta de la comunidad internacional y las dinámicas internas del Líbano son igualmente complejas. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, ha afirmado que la guerra en Gaza ha entrado en una "nueva fase" y que las fuerzas se están desplazando hacia el norte, lo que podría indicar un aumento en la actividad militar en la frontera libanesa. En contraposición, el líder de Hezbolá, Hasán Nasrala, ha denunciado las acciones israelíes como un ataque indiscriminado que ha puesto en riesgo a civiles, prometiendo represalias severas.


Sin embargo, la situación en Líbano es volátil. A pesar de que Nasrala ha declarado que la población libanesa se fortalecerá frente al ataque, es importante reconocer que Hezbolá no goza de un respaldo unánime en el país. La realidad política y social del Líbano, marcada por divisiones sectarias y conflictos internos, hace que la posibilidad de un estallido de violencia a gran escala sea incierta. La sociedad libanesa se encuentra desgastada por años de inestabilidad y podría no estar dispuesta a entrar en una nueva guerra abierta con Israel.


El ejército libanés enfrenta una encrucijada: puede optar por apoyar a Hezbolá o fragmentarse, lo que podría llevar a un conflicto interno similar al de la guerra civil de 1975-1990. Analistas como Sánchez Tapia y Gil subrayan que la fragmentación social en Líbano genera resentimiento hacia Hezbolá, lo que podría complicar aún más la dinámica del conflicto. Mientras algunos libaneses podrían ver con buenos ojos las acciones de Israel, el gobierno busca desesperadamente mantener la unidad en un país que ha estado al borde del colapso.


En este contexto, actores regionales como Siria e Irán también observan el conflicto con cautela. Siria, debilitada por años de guerra civil, no parece estar en condiciones de involucrarse en un nuevo enfrentamiento. Irán, aunque aliado de Hezbolá, ha mostrado reticencias a escalar el conflicto a un nivel que pueda comprometer su propia estabilidad interna. La situación se complica aún más con las elecciones estadounidenses en el horizonte, lo que podría influir en la política exterior iraní y su enfoque hacia la región.


La comunidad internacional sigue de cerca los acontecimientos, mientras la dinámica entre Israel, Líbano y los actores regionales se vuelve más intrincada. La posibilidad de un conflicto abierto en la frontera es real y el futuro se presenta incierto. A medida que las tensiones aumentan, tanto la población civil como los líderes políticos en la región se enfrentan a decisiones difíciles que podrían tener repercusiones a largo plazo para la estabilidad de Líbano y sus vecinos.

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