Los aficionados de Michigan enfrentan un dilema impensable: ¿apoyar a los rivales Notre Dame o Ohio State?

Los aficionados de Michigan enfrentan un dilema impensable: ¿apoyar a los rivales Notre Dame o Ohio State?

A medida que los aficionados de Michigan enfrentan su rivalidad con Ohio State, muchos apoyan de mala gana a Notre Dame para evitar la gloria de los Buckeyes en el campeonato.

Juan Brignardello, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

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ANN ARBOR, Mich. -- A medida que se acerca el juego del Campeonato de los Playoffs de Fútbol Universitario, los aficionados de Michigan se encuentran en una posición desconcertante: atrapados entre su profundo antagonismo hacia Ohio State y una aceptación a regañadientes de Notre Dame. Durante décadas, la rivalidad de Michigan con los Fighting Irish ha estado marcada por un desprecio mutuo que el entrenador Bo Schembechler resumió una vez con un contundente "Al diablo con Notre Dame". Sin embargo, ante la persistente dominación de Ohio State, un sorprendente número de Wolverines se está uniendo en apoyo a los Irish mientras se preparan para enfrentar a los Buckeyes. La animosidad hacia Ohio State ha alcanzado un punto álgido a la luz de los eventos que siguieron a la impresionante victoria de Michigan sobre los Buckeyes el noviembre pasado. La escena —jugadores plantando orgullosamente banderas en el centro del campo seguida de una caótica pelea— solo ha intensificado la rivalidad, provocando emociones que resuenan profundamente en los corazones de los aficionados de Michigan. Con los Buckeyes ahora posicionados para una oportunidad de gloria nacional, muchos Wolverines se encuentran en la impensable situación de apoyar a su rival histórico, Notre Dame. Alex Fultz, un joven aficionado de Michigan de Warren, personifica este conflicto interno. "Estoy apoyando activamente a Notre Dame", admite, reflejando un sentimiento compartido por numerosos aficionados en las redes sociales. Esta inesperada ola de apoyo a los Fighting Irish destaca la magnitud del desprecio de Michigan por Ohio State, tanto que los aficionados están dispuestos a pasar por alto décadas de rivalidad con Notre Dame. A medida que los aficionados navegan por estas tumultuosas emociones, la rivalidad entre Michigan y Notre Dame, aunque no tan consistente en los últimos años debido a irregularidades en el calendario, sigue impregnada de historia. Su primer encuentro data de 1887, y aunque la animosidad ha oscilado, momentos memorables —como los explosivos retornos de patadas de Rocket Ismail o los touchdowns desafiantes de la gravedad de Desmond Howard— aún perduran en la memoria de ambas aficiones. Sin embargo, algunos leales a Michigan, como el graduado de 1991 Mark Peterson, encuentran imposible apoyar a Notre Dame. "Preferiría que la tierra se abriera antes que apoyar a Ohio State o a Notre Dame", bromea Peterson, reafirmando su lealtad a los Wolverines por encima de todo. Este sentimiento no es raro; muchos aficionados preferirían que ambos equipos perdieran antes que ver a alguno reclamar el campeonato. Agregando capas a esta compleja narrativa está el respeto emergente hacia el actual entrenador de Notre Dame, Marcus Freeman. A diferencia de entrenadores pasados que eran blancos fáciles para la ira de Michigan, Freeman ha sido bien recibido por los aficionados que aprecian su actitud y enfoque al coaching. "No somos aficionados a Notre Dame en absoluto, pero Marcus Freeman es un buen tipo", comentó Randy Swiftney, reflejando un cambio más amplio en las percepciones hacia el programa de los Irish. A medida que se acerca el juego del campeonato, se hace evidente que la rivalidad con Ohio State supera la disputa histórica con Notre Dame. El resentimiento hacia los Buckeyes es tan profundo que para algunos aficionados de Michigan, como Ryan Stephens, apoyar a Ohio State podría sentirse como el mal menor, si solo porque representan a la Big Ten. Sin embargo, para otros, la perspectiva de ver a su principal rival reclamar un título nacional es un pensamiento insoportable. Al final, los aficionados de Michigan se quedan lidiando con una realidad incómoda. Muchos están preparados para abrazar a sus rivales históricos con la esperanza de evitar que los Buckeyes sumen a su ya legendaria historia. Con el juego del lunes por la noche prometiendo evocar un torbellino de emociones, una cosa es clara: la rivalidad y las lealtades dentro de ella siguen siendo tan complejas como siempre, con los aficionados de Michigan atrapados en un tira y afloja entre la animosidad y una camaradería casi renuente. Cómo elijan navegar por este campo minado emocional resonará a lo largo de los anales de la historia del fútbol universitario.

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