Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El reciente acto conmemorativo por el 50 aniversario del fin de la dictadura de Franco ha puesto de relieve tensiones políticas y culturales que siguen presentes en la sociedad española. Este evento, que tenía como objetivo celebrar un hito importante en la historia del país, se vio marcado por la notable ausencia de figuras clave, como el rey, así como de importantes partidos políticos, lo que plantea preguntas sobre el estado actual de la democracia y la cultura en España. La falta de asistencia de estos actores políticos no solo refleja una desafección hacia la cultura oficial del Estado, sino que también subraya una desconexión con los valores democráticos que se han intentado establecer desde la Transición. El acto mismo, considerado meramente cultural, se inscribe en un contexto donde la conmemoración del fin del franquismo resulta incómoda para ciertos sectores de la política española. La ausencia del rey es particularmente significativa, ya que su presencia podría haber simbolizado una reconciliación con el pasado y una afirmación de los valores democráticos que, sin embargo, parecen estar en retroceso. La monarquía española, que ha sobrevivido a múltiples crisis a lo largo de los siglos, se encuentra nuevamente en una encrucijada, donde su relevancia y papel en la democracia son cuestionados. La falta de una ruptura explícita con el franquismo en la Constitución de 1978 ha dejado una brecha en el discurso político y cultural del país. La ausencia de referencia al régimen anterior en el texto constitucional ha permitido que el franquismo permanezca como una sombra en la política española, lo que se traduce en una dificultad para abordar su legado de manera efectiva. Este contexto ha facilitado un resurgimiento de fuerzas políticas que buscan reinterpretar la historia y redefinir la cultura oficial, a menudo en oposición a los valores democráticos establecidos. El acto de conmemoración, aunque planteaba una oportunidad para reflexionar sobre el pasado y avanzar hacia una reconciliación, se convirtió en un símbolo de la fragmentación cultural que caracteriza a la España contemporánea. Las ausencias de PP y Vox, entre otros, indican una clara falta de compromiso con una narrativa común que aborde el legado del franquismo en términos constructivos. En su lugar, estos partidos parecen preferir una cultura de confrontación, donde el pasado se utiliza como herramienta para polarizar a la sociedad y construir identidades políticas excluyentes. El papel del rey, quien justificó su ausencia por "problemas de agenda", añade una capa más a esta compleja dinámica. Su decisión de no asistir a un acto que no solo era simbólico sino también institucional, sugiere una priorización de la estabilidad de la monarquía por encima de su compromiso con los principios democráticos. Al optar por no posicionarse visiblemente contra el franquismo, el rey parece alinearse con una política que busca evitar el conflicto y preservar la continuidad de la institución que representa, en un momento en que la monarquía enfrenta cuestionamientos sobre su relevancia y legitimidad. Este fenómeno no se limita a la figura del rey, sino que se extiende a un espectro más amplio de la política española. La nueva cultura que emerge, impulsada por partidos como PP y Vox, se define por su rechazo a la crítica de figuras del pasado como Franco, y en su lugar, promueve una narrativa que minimiza o evita la discusión sobre la dictadura. Esta estrategia no solo busca legitimar el presente, sino que también intenta perpetuar un legado que, de otra manera, debería ser confrontado y cuestionado en el contexto de una democracia saludable. En este sentido, el evento conmemorativo se convierte en un microcosmos de una lucha mayor: la batalla por la interpretación del pasado y el futuro de la democracia en España. La cultura oficial, que alguna vez fue un medio para unir y cohesionar a la sociedad, ha sido capturada por fuerzas que buscan dividir y polarizar. La ausencia de un discurso que reconozca el sufrimiento y la injusticia del pasado limita la capacidad del país para avanzar hacia un futuro inclusivo y democrático. La falta de una respuesta cohesiva por parte del gobierno ante la ausencia de estos actores políticos también revela la fragilidad de la democracia española. La cultura de la Transición, que se había erigido como un baluarte de la unidad nacional, ahora se enfrenta a desafíos que amenazan su propia existencia. La incapacidad de las instituciones para abordar el legado del franquismo de manera directa pone en riesgo no solo la memoria histórica, sino también la estabilidad de la democracia misma. En conclusión, el acto conmemorativo por el fin de Franco ha dejado al descubierto las divisiones y tensiones que aún persisten en la sociedad española. La ausencia de figuras clave, incluyendo al rey, resuena como un eco del pasado que todavía influye en el presente. La necesidad de una discusión abierta y honesta sobre la historia de España es más urgente que nunca, si se pretende avanzar hacia una democracia que no solo sea un ideal, sino una realidad vivida por todos. Las próximas etapas de la conmemoración del final del franquismo serán cruciales para determinar si España puede finalmente enfrentar su pasado y encontrar un camino hacia un futuro más cohesionado y democrático.