Juan Brignardello Vela
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La pequeña ciudad de Wallingford se ha convertido en un vibrante centro de turismo literario, gracias en gran parte a la instalación de una nueva estatua en honor a una de las autoras más célebres de la historia: Agatha Christie. La estatua, creada por el escultor Ben Twiston-Davies y develada hace un año por el nieto de Christie, Mathew Prichard, se ha convertido rápidamente en un punto focal para visitantes y locales por igual. Ubicada en un banco con vistas al pintoresco Kinecroft, la estatua ha atraído un "flujo casi continuo diario de personas", según la curadora del museo, Judy Dewey. Los visitantes vienen no solo para admirar la obra de arte de la estatua, sino también para interactuar con ella: sentándose a su lado, tomando fotografías e incluso dejando flores en sus manos. La estatua se ha convertido en una característica tan querida que un visitante capturó un encantador momento de un perro presentando su palo a la estatua, como si la invitara a jugar. Dewey informó un aumento significativo en el número de visitantes del museo esta temporada: un impresionante aumento del 25%. Si bien es difícil atribuir este aumento únicamente a la estatua, la tendencia ascendente ha sido notable desde septiembre pasado, sugiriendo que el interés en Christie y su legado está muy vivo. La afluencia de visitantes internacionales ha llevado a un aumento en las solicitudes de tours, ya que personas de todo el mundo buscan conectarse con la notable historia de la autora. Añadiendo aún más profundidad a las ofertas del museo, la artista local Susan Ray ha creado una pintura que presenta la estatua de Agatha Christie en su banco, rodeada de escenas que representan títulos del extenso catálogo literario de Christie. Esta obra de arte única sirve como un cuestionario visual para los visitantes del museo, invitándolos a interactuar con la obra de la autora de una manera nueva e interactiva. Como testimonio del legado perdurable de Christie, el museo también ha incorporado un artefacto histórico en su exhibición: un mortero y una mano de mortero utilizados por la autora durante su tiempo como enfermera en la Primera Guerra Mundial. Donado por John Summers y Tara Kennedy, se cree que este objeto inspiró el uso de venenos y pociones en sus historias, conectando a los visitantes con los mismos orígenes de su escritura. La combinación de la estatua, la nueva obra de arte y el artefacto histórico ha transformado el Museo de Wallingford en un destino vibrante para los fanáticos de Agatha Christie y la literatura en general. Con un rico tapiz de historia, arte y narración, Wallingford no solo honra a su famoso residente; invita al mundo a descubrir el legado de una escritora cuyas historias de intriga y misterio continúan cautivando a audiencias de todo el mundo.