Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En una sorprendente derrota que reverberó a través de los venerados pasillos del Estadio Notre Dame, los Fighting Irish sufrieron una desalentadora derrota de 16-14 ante la Universidad de Northern Illinois, un equipo al que se esperaba vencer por cuatro touchdowns. Esta derrota, la más significativa en casa desde una humillante apertura en 1995 contra Northwestern, plantea preguntas críticas sobre la trayectoria del mandato de Marcus Freeman como entrenador en jefe. A medida que el equipo enfrenta las secuelas de esta desastrosa actuación, parece que los fantasmas de temporadas pasadas podrían estar acosándolos una vez más. La derrota fue emblemática de un patrón preocupante para el fútbol de Notre Dame. El tackle defensivo All-American Howard Cross III, visiblemente afectado por la derrota, expresó un sentimiento compartido por muchos dentro del programa: es inaceptable que un equipo con la ilustre historia y recursos de Notre Dame falle contra un oponente de la Conferencia Mid-American. Al reflexionar sobre las decepciones pasadas bajo el liderazgo de Freeman, como las derrotas ante Marshall y Cincinnati, las palabras de Cross subrayaron una profunda frustración sentida tanto por los jugadores como por los aficionados. Freeman, ahora con un récord de 20-9 en su rol, no ha podido escapar de la sombra de la mediocridad que parece seguir al programa. Si bien sin duda ha logrado algunos momentos positivos, como la reciente victoria sobre Texas A&M, estos quedan drásticamente eclipsados por este último tropiezo. La intercepción crítica del mariscal de campo Riley Leonard en el cuarto cuarto—un lanzamiento que no debió haber intentado—fue un recordatorio contundente de los costosos errores que continúan afectando al equipo. El equipo que había mostrado promesas ahora parece estar al borde del colapso apenas unas pocas jornadas en la temporada. La actuación contra NIU expuso deficiencias evidentes tanto en las líneas ofensiva como defensiva, áreas que el mismo Freeman enfatizó como fundamentales para la identidad del programa. Si bien reconoció la necesidad de mejorar en preparación y ejecución, sus comentarios postpartido parecieron carecer de soluciones concretas, dejando a muchos preguntándose si su filosofía de entrenamiento es lo suficientemente sólida para navegar los desafíos que se avecinan. La promoción de Freeman como entrenador en jefe fue vista como un movimiento visionario por parte del exdirector atlético Jack Swarbrick, pero la decisión conlleva riesgos inherentes al coaching en un programa con altas expectativas. Demasiadas veces, Notre Dame se ha encontrado atrapado en un ciclo de bajo rendimiento contra oponentes inferiores, lo que genera preocupaciones sobre la capacidad de Freeman para romper ese ciclo y restaurar al programa a su antigua gloria. A medida que aumentan las presiones, el entrenador enfrenta un momento crucial en su carrera. La administración de Notre Dame ha brindado un apoyo sustancial—invertir en el personal de entrenadores, instalaciones e iniciativas de NIL—quizás con la esperanza de asegurar una rápida recuperación. Sin embargo, el éxito puede depender menos de los recursos y más de un liderazgo decisivo que pueda inspirar confianza tanto en los jugadores como en los aficionados. El reconocimiento público de Freeman sobre la responsabilidad es un paso en la dirección correcta, pero debe traducirse en un cambio tangible en el campo. El tiempo corre, y con las aspiraciones de un lugar en los próximos playoffs de fútbol universitario ahora en juego, la suerte de Notre Dame recae directamente sobre los hombros de Freeman. A medida que el equipo se prepara para su próximo encuentro, la pregunta se cierne: ¿podrá Freeman estar a la altura de las circunstancias, o seguirá el espectro de fracasos pasados socavando el programa? La narrativa de la temporada pende de un hilo, y para una institución orgullosa como Notre Dame, cualquier cosa que no sea la excelencia es simplemente inaceptable.