Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Este verano, el sur de Europa ha estado marcado por una inquietante conversación sobre el "sobreturismo" o "overtourism", un fenómeno que ha empezado a afectar de manera alarmante las zonas turísticas más emblemáticas del continente. Desde las playas de la Costa Brava hasta los pintorescos canales de Venecia, las historias de saturación y deterioro paisajístico se han multiplicado en los medios de comunicación. Varios informes y artículos en periódicos y revistas culturales han empezado a arrojar luz sobre un problema que no solo impacta el turismo, sino que amenaza la esencia misma de los lugares que lo atraen. La definición de "sobreturismo" proporcionada en un estudio del Parlamento Europeo en 2019 establece que se trata de una situación en la que el impacto del turismo excede los límites sostenibles tanto física como social y económicamente. España es uno de los países que más siente los efectos de este fenómeno. Las calles de Barcelona, los senderos de los Pirineos y los rincones de la Alhambra se ven cada vez más invadidos por oleadas de turistas, lo que genera un conflicto directo entre la conservación del patrimonio y la necesidad de mantener una economía dependiente del turismo. Sin embargo, el análisis de este fenómeno no se puede limitar a la mera observación; debe ser parte de un debate más amplio sobre cómo se gestionan nuestros espacios públicos. La reflexión sobre el "paisaje" como un concepto integrador de naturaleza, cultura e historia es fundamental en este contexto. La idea de proteger el paisaje no es solo una cuestión estética, sino que se convierte en un imperativo social y legal. Proteger un paisaje es, en definitiva, proteger a sus habitantes, su cultura y su historia. Durante este periodo estival, el libro "Café y Cigarrillos" del escritor alemán Ferdinand Von Schirach ha servido como una reflexión sobre la importancia de la voz del Derecho frente al poder. Su análisis sobre la historia de tres abogados que defendieron a terroristas en Alemania nos recuerda la importancia de la independencia judicial y la protección del estado de derecho, valores que son igualmente aplicables a la defensa de nuestros paisajes y entornos. Así como en el contexto de los juicios, los paisajes también son un reflejo de las luchas sociales y políticas de nuestro tiempo. La frase de Otto Schily, “¡Usemos la voz del Derecho contra el Poder!”, resuena con fuerza cuando pensamos en cómo los gobiernos deben enfrentar el reto del sobreturismo. La responsabilidad de proteger los paisajes no puede recaer únicamente en los ciudadanos o en las comunidades locales; requiere un compromiso político serio y una acción coordinada que incluya la creación de leyes que protejan el entorno. La idea de incluir el concepto de "paisaje" en la Constitución podría ser un primer paso hacia la salvaguarda de nuestros entornos más vulnerables. La solución no es sencilla y seguramente requerirá un enfoque multifacético. Por un lado, la regulación del acceso a los lugares más sobrecargados y, por otro, la educación de turistas y locales sobre la importancia de preservar la belleza y la integridad de estos espacios. La colaboración entre el sector público y el sector privado es esencial para hallar un equilibrio que permita tanto el disfrute de estos lugares como su protección. En la educación, deberíamos empezar desde una edad temprana a inculcar un profundo respeto por nuestro entorno. Este tipo de formación no solo debería quedar limitada a las aulas, sino que debería ser parte de un esfuerzo comunitario que involucre a todos los sectores de la sociedad. Aprender a apreciar la singularidad de cada paisaje, la historia que cuenta cada rincón, es fundamental para fomentar una cultura de conservación. Aunque los desafíos son significativos, hay una esperanza en el hecho de que la conciencia sobre el sobreturismo ha comenzado a crecer, y con ello, un movimiento hacia la sostenibilidad. Las voces en pro de una gestión más responsable del turismo están empezando a hacerse escuchar, y es crucial que continuemos este diálogo. La protección del paisaje no es solo un deseo estético; es un imperativo moral. En este verano de juicios y paisajes rotos, nos encontramos en un momento crucial. La forma en que abordemos el sobreturismo y la conservación de nuestros espacios será un reflejo de nuestras prioridades como sociedad. Si no actuamos enérgicamente para salvaguardar lo que aún queda de nuestros paisajes, corremos el riesgo de perder no solo la belleza, sino también una parte esencial de nuestra identidad cultural. La voz del Derecho debe alzarse en pro de un futuro en el que el turismo y la naturaleza convivan en armonía.