Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En el complejo entramado del poder saudita, el ascenso de Mohammed bin Salman, conocido como MBS, ha sido meteórico y, a la vez, inquietante. Desde que su padre, Salman, asumió el trono en 2015, el príncipe heredero ha dejado una marca indeleble en Arabia Saudita, logrando un control notable sobre los asuntos del reino a pesar de su juventud. A los 38 años, MBS no solo se ha convertido en el rostro de las reformas en el país, sino también en el centro de numerosas controversias que han manchado su reputación a nivel internacional. El camino hacia el poder de MBS estuvo marcado por la ambición y la estrategia. En una reunión nocturna con el alto funcionario de seguridad Saad al Jabri, el príncipe reveló su visión de un reino moderno, alejado de la dependencia del petróleo y más abierto a la inclusión de las mujeres en la fuerza laboral. Sin embargo, detrás de estas promesas de progreso, se han escondido episodios oscuros que han dejado un rastro de sangre y sufrimiento, como lo evidencian los conflictos en Yemen y el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018. La invasión de Yemen, que MBS lideró poco después de convertirse en ministro de Defensa, marcó un giro drástico en su carrera. La campaña militar no solo se ha traducido en una grave crisis humanitaria, con millones de personas en riesgo de hambruna, sino que también ha elevado a MBS a la categoría de héroe nacional en ciertos sectores de la sociedad saudita. Sin embargo, la estrategia militar se ha visto impregnada de errores, reflejando su tendencia a actuar de manera impulsiva y sin considerar las consecuencias a largo plazo. Las acusaciones en su contra no se detienen ahí. Saad al Jabri ha sido un crítico abierto del príncipe, acusándolo de falsificar la firma de su padre para obtener legitimidad en la toma de decisiones y de actuar en solitario en cuestiones de seguridad nacional. Su propia vida se ha visto amenazada por el creciente poder de MBS, quien no ha dudado en eliminar a cualquier adversario en su camino hacia la consolidación del poder. El asesinato de Khashoggi, realizado por un escuadrón vinculado a MBS, ha sido uno de los escándalos más sonados que han salpicado su figura. Aunque el príncipe ha insistido en que no tenía conocimiento del plan, un informe de inteligencia estadounidense lo implicó como cómplice. Este hecho no solo ha afectado su imagen a nivel internacional, sino que también ha planteado serias dudas sobre su carácter y su capacidad para gobernar de manera responsable. A medida que MBS avanza en su agenda de modernización, su enfoque ha generado tanto admiración como temor. Su impulso por transformar el reino y abrirlo al mundo occidental ha sido visto como un paso necesario, pero también ha traído consigo un aumento en la represión de la disidencia y los derechos humanos. La libertad de expresión ha sido severamente restringida, con activistas y críticos enfrentándose a la cárcel o la pena de muerte. En el ámbito internacional, MBS ha buscado establecer relaciones más estrechas con potencias como Estados Unidos e incluso con Israel, una estrategia que podría redefinir la geopolítica del Medio Oriente. Sin embargo, este acercamiento también le ha generado enemigos dentro de su propio país y en la región, lo que ha intensificado los temores de un posible atentado contra su vida. A pesar de su juventud y de los desafíos que enfrenta, MBS continúa desafiando las normas establecidas por sus antecesores. Su ambición lo ha llevado a realizar inversiones masivas en deportes y cultura, incluidas adquisiciones de arte que parecen destinadas a proyectar una imagen de grandeza y modernidad. Sin embargo, estas acciones son vistas por muchos como intentos de "lavado de imagen" en un país que sigue lidiando con su complicada historia de derechos humanos. La figura de MBS es, indudablemente, la de un líder polarizador. Mientras algunos lo ven como un reformador audaz, otros lo consideran un tirano dispuesto a todo para mantener su poder. Su ascenso ha sido un reflejo de las contradicciones que enfrenta Arabia Saudita: un país que busca modernizarse y abrirse al mundo, mientras lidia con las sombras de su pasado autoritario. Con su padre, el rey Salman, en un estado de salud frágil, el futuro de Arabia Saudita está cada vez más en manos de MBS. Su capacidad para navegar en las turbulentas aguas de la política interna y externa determinará no solo su legado, sino también el destino de un reino que se encuentra en la encrucijada entre la tradición y la modernidad. En este contexto, el príncipe heredero deberá enfrentar no solo a sus adversarios, sino también a sus propias ambiciones desmedidas, que podrían llevarlo a cometer errores fatales en su camino hacia el poder absoluto.