Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El reciente informe del Banco Central de Chile sobre las percepciones de negocios pone de manifiesto una realidad inquietante para el panorama económico del país. Desde su creación en 2013, el Informe de Percepciones de Negocios (IPN) ha reflejado un clima de cautela y pesimismo entre los ejecutivos de empresas. Este año, el IPN correspondiente a agosto de 2024 revela que, a pesar de que muchas empresas prevén cerrar el año con resultados similares o levemente superiores a los de 2023, la falta de proyectos significativos de inversión sigue siendo preocupante. Esta tendencia se asocia a un panorama económico incierto que ahoga las perspectivas de crecimiento. El contexto actual no es nuevo. A lo largo de los últimos años, el ambiente de inversión ha estado marcado por un optimismo cauteloso, resultado de una serie de eventos adversos, desde el estallido social hasta la pandemia. Esta secuencia ha generado un clima de desconfianza que se refleja en las estadísticas: la Formación Bruta de Capital Fijo ha caído en un 4,1% en el segundo trimestre de 2024 en comparación con el mismo periodo del año anterior. Esta caída es la cuarta consecutiva, lo que indica que la inversión en el país está atrapada en una espiral descendente difícil de revertir. El economista Jorge Quiroz ha planteado una pregunta pertinente: ¿está Chile atravesando una mala racha o es un signo de un proceso de decadencia? La duda es válida, especialmente cuando se considera que, por primera vez en 40 años, se espera que la inversión caiga tras un año sin crecimiento. La estabilidad y la confianza, componentes fundamentales para el desarrollo económico, parecen haber desaparecido del horizonte. Un análisis del Centro de Estudios Públicos (CEP) destaca que, en la última década, la inversión ha crecido por debajo del ritmo de la economía, lo que representa un grave riesgo para el futuro del país. Este desajuste entre la inversión y el crecimiento económico puede tener efectos devastadores en la producción nacional y en la calidad de vida de los chilenos. La falta de un eslabón clave que conecte las distintas áreas de la economía está generando una desconexión que podría resultar fatal si no se aborda a tiempo. Es evidente que el panorama es sombrío. Las autoridades han instado a mantener la mirada en posibles mejoras futuras, pero esta perspectiva optimista debe estar respaldada por una acción tangible. Las políticas públicas deben enfocarse en resolver el pasivo acumulado en materia de inversión y en fomentar un ambiente que incentive la creación de nuevos proyectos. La economía chilena necesita un impulso que permita restaurar la confianza y reactivar el ciclo de inversión, lo que a su vez generaría empleo y aumentaría los ingresos fiscales. Los datos son elocuentes y no pueden ser ignorados. La economía chilena adolece de una falta de inversión significativa que restrige no solo el crecimiento, sino también la innovación y la competitividad. Sin una inyección de capital y confianza en el futuro, el país se arriesga a quedarse rezagado en un mundo que avanza rápidamente hacia nuevas tecnologías y oportunidades. Es fundamental que tanto el gobierno como el sector privado trabajen en conjunto para crear un entorno favorable para la inversión. Esto incluye la revisión de regulaciones, la simplificación de trámites y la creación de incentivos para que las empresas se atrevan a arriesgarse en proyectos de mayor envergadura. La colaboración entre ambos sectores es crucial para cambiar las expectativas y atraer la inversión que el país tanto necesita. La situación actual presenta una oportunidad para reflexionar sobre el modelo económico chileno. Es el momento de replantear estrategias y adoptar un enfoque más proactivo que permita enfrentar los desafíos con una visión a largo plazo. La economía no puede seguir atormentándose con cifras negativas que solo alimentan el pesimismo. En resumen, el país se encuentra en una encrucijada. Las decisiones que se tomen hoy determinarán el futuro de la inversión y, por ende, la calidad de vida de los chilenos. Es hora de dejar atrás la inercia y trabajar por un renacer económico que, aunque incierto, puede ser posible con la voluntad y la acción coordinada de todos los actores involucrados.