Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En lo que solo puede describirse como un espectáculo muy esperado, Missy Elliott hizo su gran entrada en el ámbito de las cabezas de cartel de arenas con su gira debut, "Out of This World -- the Missy Elliott Experience", en el Barclays Center de Brooklyn el lunes por la noche. Para alguien que ha estado casi tres décadas a la vanguardia del hip-hop y el pop, es casi asombroso que este haya sido su primer intento como cabeza de cartel en una gira por arenas. Sin embargo, al subir al escenario, quedó claro que la experiencia era irrelevante; Elliott estaba decidida a ofrecer una actuación que celebrara su ilustre carrera y desafiara los límites del entretenimiento en vivo. A sus 53 años, Elliott mostró un brillo que desmentía su edad, combinando un enfoque inventivo hacia la actuación con una profunda comprensión de su propio legado musical. El espectáculo fue un torbellino de imaginación, moviéndose sin problemas a través de un tapiz de elementos visuales y artísticos que evocaban el mismo hiperrealismo que se encuentra en sus videos musicales. Los asistentes fueron llevados en un viaje que se sintió tanto caprichoso como futurista, un tributo adecuado a una artista cuya visión creativa siempre ha sugerido un mundo muy por encima de lo ordinario. Con una duración ágil de 75 minutos, el concierto fue una emocionante ráfaga, llena de ambición teatral que recuerda fenómenos culturales recientes como la gira Eras de Taylor Swift o la actuación de medio tiempo de The Weeknd en el Super Bowl. Sin embargo, también trazó paralelismos con vibrantes obras cinematográficas de Baz Luhrmann y el colorido espectáculo de "Barbie" de Greta Gerwig. Fue uno de esos raros eventos donde la precisión se encontró con la creatividad, y la absurdidad encontró su lugar junto a momentos conmovedores. La actuación de Elliott trascendió el formato tradicional de concierto, presentándose más como un carnaval de sonido y visión, donde los éxitos familiares fluían unos en otros como un dinámico set de DJ. El público disfrutó de un electrizante despliegue de sus clásicos, desde "Sock It 2 Me" hasta "The Rain (Supa Dupa Fly)", con cada canción entrelazada en una narrativa más amplia. La energía aumentó con hits como "Get Ur Freak On" y "Hot Boyz", pero la experiencia fue tanto sobre la narración como sobre la música. Sin embargo, el espectáculo no estuvo exento de altibajos. Si bien el set lleno de éxitos creó una abrumadora sensación de emoción, algunas de las canciones menos mainstream se sintieron como meros accesorios, interrumpiendo ocasionalmente el impulso de sus himnos más icónicos. Sin embargo, esto se sintió intencionado—un recordatorio de que la visión artística de Elliott abarca un paisaje más amplio, uno que se extiende más allá de canciones individuales hacia una visión del mundo convincente que ha cautivado a los fanáticos durante décadas. Al cerrar el espectáculo con poderosas interpretaciones de "Work It" y "Lose Control", quedó evidente que no solo estaba reclamando su espacio como cabeza de cartel, sino redefiniendo lo que significa experimentar un concierto en la era moderna. Siempre ha sido una pionera, y este último esfuerzo consolida su legado no solo como músico, sino como arquitecta cultural. La noche fue un testimonio de la influencia perdurable de Missy Elliott y su vibrante imaginación—cualidades que le han permitido mantenerse relevante y revolucionaria en un paisaje musical en constante evolución. En Brooklyn, no solo actuó; transportó a su audiencia a un reino fantástico donde la música y la creatividad se fusionan, demostrando una vez más que realmente está fuera de este mundo.