Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
El presidente Gustavo Petro se encuentra en un punto crucial de su mandato, alcanzando el ecuador de su cuatrienio en un contexto de tensiones económicas y desafíos estructurales que marcan su gestión. Su enfoque contencioso hacia el viejo orden económico ha sido un tema recurrente, causando fricciones con un modelo tradicional que, aunque criticado, ha sido respetado en su esencia por el gobierno actual. En este marco, el crecimiento económico de Colombia, que se proyecta en un modesto 2% para este año, refleja una dinámica que muchos consideran insuficiente, considerando las promesas de cambio y mejora que se esperaban al inicio de su administración. Munir Jalil, economista en jefe para la región Andina de BTG Pactual, señala que, pese a las críticas, la economía colombiana ha mostrado signos de recuperación. Sin embargo, se plantea la interrogante sobre si el gobierno ha contribuido de manera efectiva a este proceso. Esta dualidad de esfuerzos, entre la necesidad de cambio estructural y la responsabilidad económica, ha caracterizado la gestión del presidente Petro, quien ha mantenido discursos críticos hacia el capitalismo, pero que, al mismo tiempo, ha tenido que navegar las aguas del pragmatismo económico. Uno de los puntos más álgidos de su administración ha sido la gestión de la deuda pública y el déficit fiscal. Tras el impacto devastador de la pandemia, el gobierno se ha visto obligado a tomar decisiones difíciles, como la eliminación de subsidios a la gasolina y el diésel. Jorge Iván González, ex director del Departamento de Planeación Nacional, advierte sobre la asimetría que se producirá en el presupuesto, donde se destinarán más recursos al servicio de la deuda que a la inversión en infraestructura. Esta situación, calificada como "totalmente loca", plantea serias dudas sobre la viabilidad fiscal del país en el futuro cercano. El sector de hidrocarburos, que históricamente ha sido el pilar de la economía colombiana, se encuentra en un estado de incertidumbre. Las políticas de "transición energética" han llevado a una reducción en la inversión en exploración petrolera, lo que muchos analistas consideran un error crítico en un momento en que otras naciones están aprovechando sus recursos. Esta falta de claridad sobre el futuro de los hidrocarburos ha generado desconfianza entre los inversores y ha debilitado las perspectivas económicas del país. A su vez, el conflicto entre el gobierno de Petro y el sector privado ha sido palpable. Su desconfianza hacia las empresas privadas se traduce en un enfoque que busca limitar su influencia en la economía. Esto ha llevado a que las reformas más avanzadas en este sentido apuntan a la salud y la pensión, mientras que otros sectores cruciales, como la energía y la infraestructura, siguen en un limbo de incertidumbre. La falta de diálogo y confianza entre el gobierno y el sector privado podría tener repercusiones significativas en la capacidad del país para atraer inversiones. En un contexto donde la inversión privada se ha contraído en un 24% en el segundo trimestre de este año, es evidente que la falta de claridad en las políticas económicas y el clima de desconfianza han afectado la dinámica de crecimiento. Munir Jalil sostiene que, aunque el actual gobierno ha priorizado el impulso del sector público, esto no ha sido suficiente para generar proyectos de infraestructura que históricamente han sido fundamentales para el crecimiento económico. A medida que el gobierno avanza en sus dos últimos años, la tarea de lograr una mayor equidad y mejorar la distribución del ingreso se vuelve cada vez más titánica. Aunque Petro ha anunciado una reducción en la tasa de pobreza, el panorama general sigue siendo sombrío, con una gran parte de la población aún en condiciones precarias. La capacidad adquisitiva de los colombianos se ha visto afectada por la inflación, que, aunque ha mostrado tendencias a la baja, continúa pasando factura a las familias en su día a día. La reforma tributaria, otro de los logros proclamados por el presidente, ha enfrentado críticas tanto dentro como fuera del oficialismo. La falta de claridad en los métodos para lograr un crecimiento económico sostenible ha generado desconfianza entre los inversores, que ven la incertidumbre como un factor crítico para tomar decisiones. Este ambiente de desconfianza se ha exacerbado por los constantes ataques verbales de Petro hacia el sector privado, lo que ha llevado a muchos a cuestionar su compromiso con un modelo económico que incluya a todos los actores. El desafío que enfrenta Petro no es solo económico, sino también político y social. La polarización y desconfianza hacia las instituciones y los sectores productivos son realidades que han marcado su gestión. A medida que el país navega por un océano de retos, el presidente deberá encontrar el camino para articular sus visiones transformadoras con la realidad económica, buscando un equilibrio que permita avanzar sin sacrificar la estabilidad. En este sentido, el discurso del presidente debe evolucionar hacia uno que fomente la colaboración y el diálogo. La historia ha demostrado que los cambios profundos requieren un consenso amplio y una participación activa de todos los sectores de la sociedad. Si Petro desea dejar un legado duradero, será fundamental que encuentre la manera de construir puentes con el sector privado y otros actores clave, en lugar de mantener una confrontación que podría limitar su capacidad para implementar las reformas que el país necesita con urgencia.