Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
En un giro de eventos bizarro, el equipo femenino de fútbol olímpico de Canadá se vio envuelto en una controversia tras revelarse que se utilizó un dron para filmar una sesión de entrenamiento de su grupo de rivales, Nueva Zelanda. El incidente, que inicialmente parecía un acto inocente—quizás obra de jóvenes locales o un aficionado amateur—rápidamente se convirtió en un escándalo que llevó al despido de personal clave dentro de Canada Soccer. El dron fue operado por Joseph Lombardi, miembro del equipo analítico de Canada Soccer, junto con la entrenadora asistente Jasmine Mander. Sus acciones provocaron indignación y dieron lugar a una investigación no solo sobre este incidente, sino sobre la cultura más amplia que rodea a los equipos de fútbol canadienses. El CEO de Canada Soccer, Kevin Blue, expresó una profunda preocupación por una "cultura sistémica a largo plazo y profundamente arraigada" de tácticas clandestinas, haciendo referencia al uso de drones en la Copa América masculina a principios de verano. Mientras la organización lidia con las consecuencias, el destino de la entrenadora principal Bev Priestman pende de un hilo. Este incidente plantea preguntas significativas sobre la ética del espionaje en el deporte y si tales acciones son realmente beneficiosas. Aunque el equipo canadiense logró asegurar una victoria de 2-1 contra Nueva Zelanda a pesar del caos que se desarrollaba, las discusiones sobre posibles sanciones, incluida una deducción de puntos, se ciernen ominosamente sobre su campaña. El instinto de espiar a los rivales, particularmente a través de métodos no convencionales como la filmación con drones, parece estar arraigado en un deseo casi paranoico de obtener una ventaja. Sin embargo, uno debe cuestionar los beneficios reales de tales tácticas. Los conocimientos obtenidos al observar una sesión de entrenamiento—ya sea una formación, estrategia de jugadas a balón parado o incluso el estado de una lesión de un jugador—pueden no proporcionar ventajas sustanciales cuando se comparan con la abundancia de datos y análisis disponibles para los equipos hoy en día. En una era donde plataformas de video avanzadas como Wyscout permiten a los equipos acceder a una biblioteca casi infinita de grabaciones de partidos, la pregunta sigue siendo: ¿Qué se puede obtener realmente de un video de dron potencialmente de baja calidad? La realidad es que los equipos de élite tienen una gran cantidad de recursos a su disposición, incluidos informes de scouting de personas que observan los partidos en persona. Participar en espionaje solo invita a un escrutinio y riesgo, como se vio con las rápidas repercusiones que siguieron al incidente del dron en Canadá. Además, este escándalo recuerda otro caso famoso de espionaje en el fútbol que involucra a Marcelo Bielsa, cuando fue sorprendido enviando miembros de su personal a observar las sesiones de entrenamiento de equipos rivales. Bielsa defendió sus acciones diciendo que, aunque sabía que no era ilegal, reconocía que la información recopilada era en gran medida innecesaria. Lo describió como un medio para evitar la ansiedad en lugar de un intento genuino de obtener una ventaja competitiva. Quizás esto encapsula la mentalidad de aquellos involucrados en los niveles más altos del deporte—un impulso abrumador por prepararse meticulosamente, incluso hasta el punto de lo absurdo. La noción de que cubrir cada ángulo concebible, sin importar cuán trivial, es integral para el éxito puede llevar a decisiones cuestionables, como emplear drones para capturar imágenes de los entrenamientos de un oponente. A medida que las consecuencias del error del equipo canadiense continúan, sirve como un recordatorio contundente de la delgada línea entre la preparación y la paranoia. En un mundo donde cada detalle es scrutinizado y cada ventaja es buscada, algunos pueden optar por trazar la línea en los límites éticos. Sin embargo, para otros, el atractivo de obtener incluso el más mínimo conocimiento puede resultar demasiado tentador para resistir, llevando a acciones que pueden impactar irreparablemente no solo un partido, sino la reputación de toda una organización. Al final, la pregunta sigue siendo: ¿Vale realmente la pena el riesgo?