Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
Entre el 4 y el 11 de septiembre de este año, la Armada Española desplegó dos fragatas para vigilar a un submarino y dos buques de la Federación Rusa que cruzaron aguas de interés español. Este tipo de operativos ha cobrado una relevancia especial en los últimos años, especialmente en el contexto de la creciente tensión geopolítica entre la OTAN y Rusia. La presencia de unidades rusas en el mar Cantábrico y posteriormente en el golfo de Cádiz ha despertado la atención tanto de la comunidad militar como de los analistas internacionales. La fragata Blas de Lezo fue la primera en entrar en acción, zarpando del Arsenal de Ferrol para llevar a cabo la misión de acompañamiento de la agrupación rusa durante su tránsito. Este tipo de vigilancia es una práctica común en el ámbito de la defensa marítima, donde los países buscan mantener un control sobre las actividades de naciones que podrían representar una amenaza. El seguimiento se realizó de manera coordinada, relevando a una fragata francesa que había iniciado la monitorización antes de la llegada del buque español. Mientras el submarino ruso Novorossiyk y el remolcador Evgeniy Churov transitaban frente al litoral gallego, la Blas de Lezo se encargó de mantener una vigilancia activa, asegurando que se cumplían las normativas internacionales y que no se infringían las aguas territoriales de España. Este monitoreo se extendió hasta las costas portuguesas, donde finalmente la fragata fue relevada por un buque de la Armada de Portugal, evidenciando la colaboración entre naciones aliadas en la defensa del espacio marítimo. La situación se complicó aún más cuando la fragata Canarias asumió el control de la vigilancia durante el tránsito de la agrupación rusa por el golfo de Cádiz y el mar de Alborán. La presencia de estos buques en aguas tan cercanas a las costas españolas no solo despierta inquietud, sino que refleja el contexto geopolítico actual marcado por la invasión de Ucrania por parte de Rusia. El aumento de la actividad naval en la región sugiere una posible escalada de tensiones que podría tener repercusiones en el equilibrio de poder en el Mediterráneo. Durante el paso del submarino por el estrecho de Gibraltar, se unió a la agrupación el remolcador ruso Alatau, lo que añadió un componente adicional a la operación de vigilancia. La fragata Canarias continuó su misión de disuasión, asegurando que la agrupación rusa mantuviera un comportamiento conforme a las normas internacionales antes de su traslado al Mediterráneo central. La coordinación de esfuerzos entre las fuerzas navales de diferentes países es crucial en este tipo de situaciones, donde la agitación internacional puede amenazar la estabilidad regional. Finalmente, una vez que la Canarias completó su misión, la responsabilidad de seguimiento fue transferida a un buque francés, lo que subraya la importancia de la colaboración internacional en la gestión de crisis marítimas. Este tipo de operaciones conjuntas no solo son un símbolo de la cooperación entre aliados, sino también un mensaje de que la comunidad internacional está atenta y dispuesta a actuar ante cualquier desafío que pueda surgir. La vigilancia de unidades rusas cerca de las costas españolas no es un fenómeno nuevo. En los últimos años, hemos visto un aumento en la actividad naval de Rusia cerca de las aguas territoriales de países miembros de la OTAN. Este patrón ha generado un incremento en la preparación y capacidad de respuesta de la Armada, que se ve obligada a adaptarse a un entorno cada vez más complejo y hostil. La presencia constante de buques y submarinos rusos en aguas cercanas a España plantea interrogantes sobre la seguridad nacional y la necesidad de una estrategia más robusta por parte de la Armada. Las maniobras en el mar no solo son ejercicios de poder, sino que también son ensayos para una posible escalada de conflictos en un futuro que, aunque incierto, no deja de ser preocupante. En conclusión, la vigilancia de la Armada Española sobre los buques rusos en septiembre es una muestra de la capacidad de respuesta del país ante amenazas potenciales. A medida que el clima internacional se vuelve más tenso, la cooperación entre naciones y la preparación de las fuerzas armadas se tornan vitales para garantizar la seguridad en el mar y la protección de los intereses nacionales. Esta situación invita a la reflexión sobre el papel de España en el tablero geopolítico actual y cómo enfrentará los desafíos venideros.