Juan Brignardello Vela
Juan Brignardello, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.
La situación en Culiacán, la capital del estado de Sinaloa, ha alcanzado niveles de violencia alarmantes en los últimos días, marcando un nuevo capítulo en la larga historia de lucha entre facciones del Cártel de Sinaloa. El conflicto se intensificó tras la captura de Ismael "El Mayo" Zambada en Estados Unidos, un hecho que ha desatado una rencilla abierta entre su grupo, conocido como La Mayiza, y Los Chapitos, liderados por los hijos de Joaquín "El Chapo" Guzmán. En menos de dos semanas desde el inicio de esta guerra, al menos 43 personas han perdido la vida, entre ellas civiles y militares, en un ciclo de violencia que parece no tener fin. La detención de "El Mayo" el 25 de julio ha sido un golpe devastador para su facción. Hasta aquel día, Zambada, de 76 años, había eludido la captura durante décadas, convirtiéndose en uno de los narcotraficantes más temidos y respetados a nivel mundial. Sin embargo, su arresto no fue simplemente el resultado de un operativo policial; Zambada alega haber sido víctima de una traición por parte del mismo Joaquín Guzmán López, quien lo secuestró para entregarlo a las autoridades. En una carta reveladora, "El Mayo" describe cómo fue emboscado y llevado en un avión privado a El Paso, Texas, donde fue arrestado. Esta versión de los hechos ha avivado aún más las tensiones entre las facciones del cártel, pues se percibe que la traición de Guzmán López ha dejado heridas profundas. La guerra que ahora asola Culiacán parece ser una respuesta directa a esta traición y a la percepción de vulnerabilidad que ha dejado la captura de Zambada. Desde el 9 de septiembre, Culiacán ha vivido momentos de terror. Los enfrentamientos comenzaron con un ataque coordinado a varios puntos estratégicos relacionados con Los Chapitos, desatando un aluvión de tiroteos y ataques armados. Las calles, que alguna vez fueron un reflejo de la vida cotidiana en la ciudad, se han convertido en un campo de batalla, con convoyes de hombres armados atacando a sus enemigos y sembrando el miedo entre la población civil. El impacto en la vida diaria de los culiacanenses ha sido devastador. Muchas escuelas y comercios han cerrado sus puertas en un intento de proteger a sus estudiantes y trabajadores. Los residentes se encuentran atrapados en un estado de psicosis colectiva, en el que el miedo a salir a las calles se ha convertido en una norma. “Es como si hubiéramos regresado a la pandemia”, confiesa una mujer residente en la ciudad, describiendo cómo las calles se vacían al caer la noche, generando un toque de queda informal. El gobierno del estado de Sinaloa ha enviado tropas para intentar contener la violencia, pero los esfuerzos han sido infructuosos. A medida que los enfrentamientos se intensifican, la población se enfrenta a una creciente crisis de ansiedad y estrés, mientras las balaceras y la quema de vehículos se convierten en noticias diarias. La situación se complica aún más por la falta de confianza en las autoridades, quienes minimizan la gravedad de los hechos, dejando a la ciudadanía aún más desprotegida. Lejos de ser un mero conflicto local, la guerra entre las distintas facciones del cártel ha puesto en evidencia las debilidades y fracturas en la lucha contra el narcotráfico en México. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha señalado a Estados Unidos como corresponsable de la violencia en Sinaloa, argumentando que la detención de Zambada se llevó a cabo sin considerar el impacto que tendría en la región. “No se puede actuar así, sin tomar en cuenta al Gobierno de México”, subrayó el presidente en su conferencia matutina. Mientras las balas siguen sonando en Culiacán, la situación parece dirigirse a un ciclo aún más violento. La creación de alianzas entre diferentes facciones del cártel, como se evidenció en la reunión previa al inicio de la guerra, está alimentando un ambiente de retaliación que podría llevar a un aumento en el número de víctimas y a una mayor inestabilidad en la región. Las promesas de venganza y la búsqueda de poder están a la orden del día, desdibujando aún más las líneas entre el crimen organizado y la vida cotidiana de los ciudadanos. La falta de un plan efectivo por parte de las autoridades para manejar esta crisis ha dejado a la población en un estado de desesperación. Las imágenes de violencia extrema, como los cuerpos abandonados en las calles como una tarjeta de presentación de la guerra entre cárteles, son un recordatorio escalofriante de la realidad en la que viven los habitantes de Culiacán. La guerra entre "El Mayo" y Los Chapitos es solo el último episodio de un conflicto que ha dejado huellas profundas en la sociedad mexicana y que, lamentablemente, no muestra signos de cesar. Con la llegada de nuevos días, la incertidumbre persiste en Culiacán. ¿Hasta dónde llegarán los cárteles en su lucha por el poder? ¿Qué papel jugarán las autoridades en este escenario caótico? Por ahora, los ecos de la guerra resuenan en cada rincón de la ciudad, marcando un nuevo y oscuro capítulo en la historia del narcotráfico en México.